La reina de las palabras
Se habla mucho de las mujeres empoderadas, pero se recuerda poco a las que, hasta hace muy poco, cumplieron tareas colosales sin tener tiempo para reclamar por sus derechos, labor que dejaban para otras congéneres. A comienzos de la década de 1970, trabajé casi tres años en una popular editorial de libros destinados sobre todo a colegios. Integraba un equipo consagrado a la redacción de un diccionario que era una adaptación del insuperable Diccionario de uso del español, de María Moliner. Definí las palabras de varias letras: g, h, q, r, s, t, y alguna más que no recuerdo. Tenía que liquidar por lo menos veinte vocablos por día. Me tocaron, entre otros, cuatro verbos de los más importantes de la lengua: haber, hacer, ser y tener. Por esa razón me alegré mucho hace unos meses cuando mi amigo, el excelente actor argentino Marcos Montes, me contó que se iba tres meses a Madrid para estudiar lexicografía en la Escuela de Lexicografía auspiciada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Marcos tiene intereses múltiples: es muy buen lector, fue crítico de música y teatro en el Buenos Aires Herald, escribe cuentos, ensayos y traduce. Actúa y canta en español, francés e inglés y siempre lo apasionaron los temas lingüísticos. Hace unos días me llegó un mail suyo desde España en el que me comentaba que tenía como una de sus profesoras en el curso a Janicke Le Men, la "María Moliner de la región de León". Yo no tenía ninguna noticia de ella. Descubrí una heroína como las que despliegan superpoderes en las películas de Hollywood, pero de verdad.
Aclaremos que María Moliner (1900-1981) investigó y escribió sola su monumental diccionario en una época en la que no existían computadoras, durante los años del franquismo. La reina de las palabras se quedó sin ellas cuando la arteriosclerosis destruyó su mente. La obra de teatro El diccionario, del español Manuel Calzada Pérez, que puso en escena Oscar Barney Finn, con Marta Lubos (¡magistral!) como María Moliner, cuenta esa historia ejemplar y conmovedora. Janicke Le Men, que siguió sin proponérselo ese modelo, no es española. Nació en Francia, en Bretaña (admirable tierra de empecinados), en 1950. Estudió Filología Francesa en París y Reims y en 1973 se fue a España, casi como en una aventura. Hizo lo que sabía, enseñar francés en la Alianza Francesa de Oviedo. Se enamoró de uno de sus alumnos, el pintor Alejandro Vargas, y se casaron. Se quedaron en Oviedo hasta 1984; de allí, pasaron a León, de donde Vargas era oriundo, para que en esa ciudad naciera la única hija del matrimonio.
Ya en Leówn, Janicke se puso a estudiar Filología Hispánica y se graduó con una tesis sobre el léxico leonés. Más tarde, obtuvo una beca de la Diputación para reunir todas las palabras patrimoniales de la provincia.
Le Men escribió seis volúmenes que contienen todas las palabras del leonés: una lengua que se extingue. Para hacerlo, reunió 30.000 fichas, pero a la antigua: las anotó con una estilográfica o con una máquina de escribir. Pasó a la computadora después. Janicke no solo definió cada palabra leonesa, además incorporó todas sus variantes; por si fuera poco, las comparó con las del español y con las de las regiones vecinas a León. También registró la etimología de esas voces y su localización. Tardó 21 años en completar la hazaña. Investigaba y escribía todos los días de la semana, con vacaciones incluidas. Cuando se tomaba un descanso, se iba a caminar por los campos para hablar con los pastores en busca de una palabra que no había registrado. Solo vaciló y fantaseó con abandonar esa tarea colosal al terminar la letra C. Se recuperó y siguió adelante. No hay ningún otro léxico de región española tan exhaustivo.
¡Y pensar que yo me sentí naufragar cuando me las vi con el verbo "ser", vigilado por Lucila Castro, la "Moliner argentina".