La región, ante un vacío de poder que les allana el camino a las milicias
BEIRUT.- Las imágenes de los últimos días son inquietantemente familiares, como una repetición de los horrores de épocas pasadas: hombres armados enmascarados recapturando las ciudades iraquíes de Fallujah y Ramadi, donde tantos soldados norteamericanos murieron luchando contra ellos. Coches bomba que estallan en medio de la elegancia del centro de Beirut. El osario de la guerra civil de Siria, que se profundiza cada vez más...
Pero más allá de las reminiscencias, el baño de sangre en el que están sumidos Irak, el Líbano y Siria desde hace dos semanas deja al descubierto un factor nuevo y desestabilizante: el surgimiento de un Medio Oriente posnorteamericano en el que nadie tiene el poder o la decisión suficiente como para contener el odio sectario en la región.
En medio de ese vacío, los islamistas fanáticos han florecido tanto en Irak como en Siria, bajo los emblemas de Al-Qaeda, mientras los conflictos de ambos países se amplifican mutuamente y alientan una radicalización todavía más profunda. Detrás de gran parte de eso está la enconada rivalidad entre dos grandes potencias petroleras, Irán y Arabia Saudita, cuyos gobernantes -que se dicen representantes del islamismo chiita y sunnita, respectivamente- aplican cínicamente una agenda de intereses sectaria que convierte cualquier tipo de concesión en una herejía.
"Creo que estamos presenciando un momento bisagra y podría ser el peor de toda nuestra historia", dijo Elias Khoury, novelista y crítico libanés que atravesó la guerra civil de 15 años de su propio país. "Occidente ya no está, y quedamos en manos de dos potencias regionales, los sauditas y los iraníes, cada cual fanático a su manera. No veo cómo podrían llegar a un acuerdo, a alguna solución razonable."
La presión de la violencia de las últimas semanas amenaza con instaurar nuevamente lo peor de la guerra civil que Estados Unidos desató con una invasión y después debió superar con miles de millones de dólares y miles de vidas de soldados perdidas.
Con el retiro de las fuerzas norteamericanas de Afganistán en ciernes y prevista para la segunda mitad del año, muchos temen que en ese país también reaparezca con fuerza la insurgencia, dejando hechos cenizas los esfuerzos de Estados Unidos para dejar gobiernos consolidados.
El presidente Barack Obama defiende el historial de su compromiso con la región y señala los esfuerzos para resolver la crisis nuclear de Irán y el conflicto palestino, pero reconoce que hay límites. "No es del interés de Estados Unidos tener tropas en medio de cada conflicto en Medio Oriente o estar siempre involucrado en guerras con final abierto", dijo Benjamin J. Rhodes, asesor en seguridad nacional.
Por primera vez desde el retiro de las tropas norteamericanas en 2011, los combatientes de la filial de Al-Qaeda recapturaron territorio iraquí. En los últimos días, ocuparon partes de las dos mayores ciudades de la provincia de Al-Anbar, donde el gobierno, que según los combatientes está subordinado al chiita Irán, hace lo imposible por mantener una apariencia de autoridad. El Líbano fue escenario de dos coches bomba letales, uno de los cuales se cobró la vida de una importante figura política y aliado de Estados Unidos. En Siria, se ha acelerado la violencia: ya han muerto cientos de civiles por las bombas que caen indiscriminadamente sobre hogares y mercados.
Lo que tiene en común todo este caos es una apelación cada vez más descarnada a esas lealtades atávicas que responden a los clanes y las sectas. La imposición de la agenda de potencias extranjeras y los estados policíacos establecidos por los déspotas árabes nunca dejaron espacio para que las comunidades resuelvan sus históricas rivalidades. Pero esas divisiones, mayormente benignas durante los tiempos de paz, se volvieron cada vez más tóxicas desde la revolución iraní de 1979. Los acontecimientos de los últimos años aceleraron esta tendencia, y las invasiones extranjeras y la reciente ola de levantamientos árabes dejaron Estados débiles, fronteras borrosas y pueblos que recorren a las antiguas lealtades en busca de alguna seguridad.
A medida que se van alineando en función de su origen sectario o sus intereses, los líderes árabes comienzan a moverse con más determinación para llenar ese vacío dejado por Estados Unidos y las demás potencias de Occidente.
Irán y Arabia Saudita redoblaron sus esfuerzos para armar y reclutar combatientes para la guerra civil en Siria, que los altos funcionarios de ambos países califican de la madre de todas las batallas.
Más allá de toda la atención que concitó Siria en los últimos tres años, la lenta desintegración de Irak también ofrece una vívida imagen de la sangrienta dinámica sectaria de la región.
En marzo de 2012, Anthony Blinken, actual subasesor en seguridad nacional de Obama, dio un discurso que reflejaba la halagüeña perspectiva de la Casa Blanca respecto de Irak tras el retiro de las tropas norteamericanas. Irak, dijo Blinken, era "menos violenta, más democrática y más próspera que en ningún otro momento de su historia reciente". Pero el primer ministro iraquí, Nouri al-Maliki, ya estaba al frente de una agresiva campaña contra las figuras políticas sunnitas, que desató el enojo de los seguidores de esa secta.
Esas políticas sectarias y la ausencia de tropas y aviones de Estados Unidos en el lugar le dieron a Al-Qaeda en Irak la oportunidad dorada de transformarse en un imán para los sunnitas tanto de Irak como de Siria. Con el nombre de Estado Islámico en Irak y Levante (EIIL), el grupo ocupó territorio en Siria, desde donde hoy aspira a borrar las fronteras entre los dos países y asegurarse un refugio territorial donde establecer su proyecto jihadista trasnacional. Con el envió de entre 30 y 40 terroristas suicidas por mes a Irak desde Siria, la agrupación ha entablado una campaña de violencia que les ha costado la vida a más de 8000 iraquíes en 2013, que, según las Naciones Unidas, es la tasa más alta de violencia en ese país desde 2008.
"Todos estos países están sufriendo las consecuencias de un Estado que ya no es soberano", dijo Paul Salem, vicepresidente del Instituto de Medio Oriente en Washington. "En cuanto a la cuestión sectaria, mucho depende de la rivalidad entre sauditas e iraníes. ¿Esas dos potencias lograrán convivir o seguirán librando sus guerras en territorio ajeno?", concluyó.
Traducción de Jaime Arrambide
Ben Hubbard, M. Gordon y Robert Worth