La musa de la innovación
Entre los ataques que se hicieron a los investigadores durante las protestas por los recortes al sistema científico, hubo uno que irritó más que otros: la acusación de que muchos preferían "mirarse el ombligo" y carecían de "responsabilidad social".
La idea es bastante más que un simple malentendido. Las críticas a la ciencia y a los científicos parecen multiplicarse mientras crece la noción de que los que tienen "lo que hay que tener" en realidad son los innovadores y tecnólogos. Ellos son los "héroes" del momento.
Lamentablemente, todos los días escuchamos que por estas latitudes, a diferencia de lo que ocurre en otros países (como Singapur, Corea del Sur, Irlanda o Dubai), no abundan los rasgos que están cimentando la riqueza de las naciones. ¿Por qué acá no resultan las historias de éxito que relatan Dan Senor & Saul Singer en Start-up nation. La historia del milagro económico de Israel?
La ítalo-norteamericana Mariana Mazzucato, una especialista en la economía de la innovación y las industrias tecnológicas, tiene una respuesta y es muy provocativa: al contrario de lo que piensan quienes atribuyen todo el mérito a "emprendedores" más o menos talentosos y arriesgados, las innovaciones que están dando forma al mundo de hoy hubieran sido impensables sin el rol protagónico del Estado para motorizarlas.
Tal como cuenta João Medeiros en una nota publicada este mes por la revista Wired, ella encontró que la mayoría de los desarrollos que hicieron posibles las compañías más icónicas fueron realizados con fondos públicos e inversión estatal.
El algoritmo de Google, afirma, fue posible gracias a la National Science Foundation. La compañía de autos eléctricos Tesla, de Elon Musk, sobrevivió gracias a un préstamo de 465 millones de dólares del Departamento de Energía de los Estados Unidos. Y el epítome de la innovación, el iPhone, surgió a partir de cientos de desarrollos realizados por organismos públicos.
Hija de un físico nuclear, Mazzucato les siguió el rastro. El protocolo HTTP fue creado por el científico británico Tim Berners-Lee, que lo implementó en las computadoras del CERN, en Ginebra, donde investigadores de todo el mundo estudian el zoológico de las partículas subatómicas y donde se descubrió el bosón de Higgs. La Internet comenzó como una red de computadoras llamada Arpanet, financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en los años sesenta para resolver el problema de la comunicación por satélite. El mismo departamento también promovió el sistema de posicionamiento global (GPS), el disco duro de las computadoras, los microprocesadores y la pantalla LCD. Siri fue resultado de un proyecto del Instituto de Investigaciones de Stanford para crear una asistente virtual para uso militar encargada por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (Darpa, según sus siglas en inglés). La pantalla táctil fue financiada por la National Science Foundation.
Para Mazzucato, la innovación es producto de un esfuerzo colectivo en un contexto que la favorece. Tal como ocurrió con el programa Apolo, que llevó a astronautas a la Luna y en el que el gobierno norteamericano invirtió 26.000 millones de dólares, pero que luego resultó en 1800 productos que van desde la comida deshidratada, hasta el sistema de control electrónico de vuelo que se usa en los aviones comerciales.
Convertida en asesora de la Unión Europea, la economista está volcando sus ideas en los programas de investigación del bloque. Son proyectos audaces, inspiradores y ambiciosos. Como ejemplo de misiones posibles, propuso lograr para 2030 un océano libre de plásticos, ciudades que no emitan dióxido de carbono y una disminución del 50% en los casos de demencia.
Como suelen decir los integrantes del IPCC: los científicos pueden desarrollar las tecnologías; la pelota está en el campo de la política.