El fin del ciclo Moreno
La mañana siguiente a mi renuncia al Ministerio de Economía fui a retirar mis pertenencias. Revisando cajones encontré una nota escrita por alguno de mis predecesores. En ella se leía: "Problemas: Carne. Leche. Trigo. Indec". Seis años más tarde de que ese papel fuera escrito, esos inconvenientes persisten, agravados. Y anteayer echaron finalmente a su creador: Guillermo Moreno.
El ex Secretario de Comunicaciones se mantuvo en el Gobierno durante más de diez años, habiendo controlando el área de Telecomunicaciones antes de desempeñar su última responsabilidad. En ese tiempo expropió el Correo y prometió que la Argentina competiría tecnológicamente de igual a igual con las potencias; luego inventó el fallido crédito para inquilinos; tornó increíble el Indec; intervino en los mercados agropecuario y de energía, prometiendo lluvias de gasoil tan livianamente como carne y leche (y merluza y ropa) para todos; inventó un pan supuestamente más barato hasta las 10 am que era inhallable; viajó a Angola con la Presidenta y le hizo pasar un papelón; implementó controles de precios que no funcionaron; se frustró tratando de bajar el dólar blue ; administró el comercio exterior con métodos turbios a través de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación y dio subsidios con la misma falta de transparencia; creó la tarjeta de crédito más costosa del mundo llamada Supercard; y diseñó un blanqueo escandaloso con los Cedin y los Baade al cual ni los capitales clandestinos se acogieron.
Con los primeros cambios efectuados en su equipo la Presidenta parece haber dado algunas señales importantes
Sergio Massa tiene probablemente razón al decir que fue el voto de la gente lo que finalmente echó a Moreno. Pero al ver el extenso listado, y agregarle todas las anécdotas ilustrativas de su prepotencia y falta de equilibrio mental, quizás debamos,como sociedad, preguntarnos por qué toleramos durante tanto tiempo sus desatinos. Últimamente, hasta aquellos que propiciaban y disfrutaban originalmente sus disparates aplicados en otras áreas –como Julio De Vido -habían empezado a padecerlo. Pero los ciudadanos aceptamos casi pasivamente que se nos dijera que la inflación no existía; los empresarios que los insultaran y los forzaran a acciones sin sentido; y muchos funcionarios no se animaban a refutarlo ya sea a solas o delante de la Presidenta. Está claro que Moreno es un personaje patológico, pero haríamos bien en revisar nuestra propia sanidad (cuesta creer que alguien así hubiera sobrevivido a su primer exceso sin recibir un cachetazo y salir eyectado del cargo en, por ejemplo, Uruguay). La defensa que ensayan muchos de sus compañeros es igualmente llamativa: es honesto, siguen diciendo. Con el tiempo ya veremos si eso es cierto pero, mientras tanto, distinguirlo con esa cualidad es aceptar tácitamente que el resto no lo es.
Con los primeros cambios efectuados en su equipo, la Presidenta parece haber dado algunas señales importantes. El nuevo esquema, con un jefe de Gabinete de mayor peso propio como Jorge Capitanich, sugiere una mayor dosis de delegación y articulación política. El flamante Presidente del BCRA, Juan Carlos Fábrega, es un pragmático que conoce el sistema financiero mejor que Mercedes Marcó del Pont. Y en el Ministerio de Economía se acallaron las múltiples voces que impedían que se entonara una única melodía: ya no están Hernán Lorenzino susurrando pop estadounidense ni Moreno vociferando una marcha militar pasada de moda. Ahora es Axel Kicillof el intérprete que decidirá la partitura. Deberá coordinar con otras áreas y seguramente responder al Jefe de Gabinete, pero ya no tendrá que perder el tiempo en innecesarias y costosas peleas dentro de su propio ámbito de responsabilidad.
La economía argentina tiene un problema estructural, la inflación, que es la causa directa o indirecta de casi todos los demás inconvenientes
Frente a esta lectura optimista del rediseño llevado a cabo en estos días también se puede ensayar otra, que esconde una disputa por venir: el peronismo tradicional versus La Cámpora, ambos pugnando por el acceso al oído presidencial, en una repetición del engorroso e inefectivo proceso de toma de decisiones de los últimos años. Es muy pronto aún para decir en cuál de ambos escenarios nos encontramos.
La economía argentina tiene un problema estructural, la inflación, que es la causa directa o indirecta de casi todos los demás inconvenientes: pérdida de competitividad, caída de reservas, cepo, dólar blue , restricciones a las importaciones, subsidios impagables, déficit energético y estancamiento de la actividad. Y también tiene una urgencia que atender: la continua merma de dólares en poder del Banco Central. Quien fuera responsable de que la sistemática suba de precios no pudiera ser discutida con seriedad internamente ya no está. Es tiempo de diagnosticar como equipo, prestando atención a múltiples dimensiones (económica, social, política) y salir de la acumulación de parches cada vez más efímeros. Las intervenciones más heterodoxas deben ser ahora más parecidas a los rectores de las plantas, transitorios y destinados a ayudar en un crecimiento sano y sustentable. Resta ver si el dogmatismo, el apego al relato, las carencias de gestión, las tensiones por el poder y la tendencia a decir sólo lo que la Presidenta quiere escuchar permiten encarar lo que viene con ese espíritu.