La cultura de las pantallas
Los jóvenes de hoy viven entre tres pantallas: la televisión, el celular y la computadora. En un año pasan más horas frente a ellas que en compañía de su docente en clase. Este no es un fenómeno exclusivo de la Argentina. Una encuesta reciente en Francia reflejó que los adolescentes de ese país pasan 1200 horas por año frente a las pantallas y 900 en la escuela.
La mayoría de los jóvenes en todo el mundo ve en las pantallas –especialmente las del celular y la computadora– un espacio de autonomía respecto de sus familias. Internet los ayuda a construir una relación con los otros en un espacio más libre porque, en la percepción de los chicos, en Internet no hay adultos. Si hace diez o veinte años la independencia familiar llegaba con el primer trabajo, la graduación universitaria o el matrimonio, hoy parece anticiparse: la autonomía llega con la conectividad, en un territorio que los adolescentes sienten propio y libre.
Con frecuencia padres y docentes se preocupan por este vínculo tan estrecho entre los jóvenes y las pantallas. ¿Es ésta una preocupación fundada?
La primera objeción que suelen expresar los adultos es que "las pantallas convierten a los chicos en autistas". Sin embargo, los adolescentes de hoy no son menos sociables que los de antes. En todo caso se trata de una manera diferente de relacionarse con los demás. Las tecnologías generaron nuevos modos de sociabilidad juvenil.
Los menores de 18 años son la primera generación que dispone de una variedad de formas para comunicarse: el mensaje de texto, las redes sociales, el chat, el correo electrónico. Una diversificación mayor a la que disponían los adultos cuando eran adolescentes.
La comunicación es, con frecuencia, más abierta y desinhibida. La mediación electrónica y la ausencia de imagen física –en una etapa de tanto cambio corporal– les permiten a los jóvenes hablar de sí mismos de manera más abierta. De cualquier modo, las pantallas no sustituyen la vida social de los jóvenes. Cuando definen un día divertido, la mayoría elige "salir con amigos". Y casi todos se conectan por Internet con conocidos. Así, la comunicación on- line refuerza los lazos que ya existen en el mundo real.
La segunda objeción de los adultos es que –por obra de las pantallas– los chicos desarrollan menos capacidades cognitivas, como por ejemplo la lectura. Sin embargo, los adolescentes de hoy no leen menos que los de antes. Leen de manera diferente: en otros soportes y con otros fines. Buscar información en Internet –aun cuando sea para saber más del equipo de fútbol o de la banda de música favorita– es también leer.
Estudios internacionales demuestran que los chicos de hoy desarrollan nuevas capacidades. Al vivir en un mundo visual están más habituados a las imágenes. Por obra de Internet, están más acostumbrados a un ejercicio permanente del ensayo y error, de la prueba, la equivocación y la vuelta a probar.
Efectivamente, pertenecen a una generación multifunción (multitasking) que ve televisión, navega por Internet, habla por celular y hace la tarea al mismo tiempo. Pero esto no significa –al menos, no hay consenso internacional al respecto– que lo hagan mal. Lo hacen, sí, de una manera diferente.
Los chicos viven una cultura de pantallas. Cuando los adultos de hoy eran adolescentes vivían una cultura lineal, de "una cosa o la otra", de un programa televisivo por vez. De hecho, aprendíamos que hasta no terminar un libro no se empezaba otro nuevo. La simultaneidad de medios y soportes parecía no existir. Hoy, los chicos viven una cultura de superposición, en la que los bienes culturales no se excluyen. Se yuxtaponen. Todo al mismo tiempo, a la vez.
Ante esta realidad, lo único que no pueden hacer los adultos es ignorarla. Tan importante como la brecha digital entre sectores sociales resulta la fractura generacional al interior de las familias. Mientras los adultos sigan condenando las pantallas y los chicos las usen cada vez más, la brecha entre ambas generaciones se ampliará.
Y los chicos cerrarán la puerta de su habitación para abrir ventanas de pantallas a las que sólo ellos tendrán acceso.
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