La agonía del bipartidismo en la Argentina
Una gran paradoja: luego de la ley electoral que redujo sustancialmente los 700 partidos políticos que nacieron al amparo de la crisis de 2001, en la Argentina hay hoy 400. Sin embargo, a pesar de la existencia de 400 partidos, en realidad hay uno solo, si tomamos la definición de Sartori que caracteriza a un partido como una organización que pelea y obtiene cargos públicos. Podríamos llegar a cinco si englobamos la política subnacional y comprendemos en nuestro análisis al añejo y único partido neuquino, el que gobierna en América latina por más tiempo, hasta que vuelva el PRI al escenario latinoamericano, el PRO, el Frente progresista en Santa Fe, algunos escasos territorios radicales y basta.
Durante años el intento fue oxigenar al bipartidismo para que éste no se constituyese en un sistema cerrado y blindado que permitiese a ambos partidos generar un modelo de distribución corporativa y poco transparente del poder. Así nacieron los terceros partidos que resultaron ser estrellas fugaces, en poco tiempo, nacieron, se convirtieron en un boom, en una moda y terminaron su recorrido sin pena ni gloria. Partidos ideológicos, partidos personales, partidos de coyunturas históricas, no importó tanto la razón de su nacimiento sino la realidad de un final que demuestra que "el tercer partido" no ha logrado que sus semillas, variadas y múltiples, se estabilicen, crezcan y así poder cosechar lo que un partido debe cosechar, los votos necesarios para convertirse en una alternativa de gobierno.
Durante años el intento fue oxigenar al bipartidismo para que éste no se constituyese en un sistema cerrado
La idea del tercer partido se concibió desde una mirada crítica al bipartidismo, como la capacidad de abrir una senda, un camino para transitar fuera del sistema bipartidista que reproducía un modelo de distribución del poder que no redituaba beneficios para la sociedad, como debería medirse el éxito o la eficiencia del consenso o el pacto entre partidos.
Un régimen bipartidista no significa solamente la existencia de dos partidos mayoritarios, sino también, y lo más importante, que ambos sean concebidos, por la ciudadanía que debe elegir, como partidos o coaliciones con capacidad de sustituir al partido de gobierno. Dos partidos con capacidad de gobernar.
Esta imagen del bipartidismo bien practicado es sustancial para comprender el momentum que estamos viviendo. El régimen bipartidista argentino agoniza, dando lugar a un sistema de partido predominante transfigurado en el peronismo kirchnerista, el cual crece, se transforma, construye liderazgos locales y provinciales, y ejerce el poder sin dar respiro a quienes intentan experimentar otra forma de gobierno.
El segundo partido, por el contrario, ha dejado de constituirse en sustituto natural, no logra demostrar que tiene capacidad de gobernar, y no logra generar expectativa, no renueva la dirigencia y cierra el circulo dirigencial de padre a hijo.
La idea del tercer partido se concibió desde una mirada crítica al bipartidismo, como la capacidad de abrir una senda
Por último, proliferan los terceros partidos en "plural" " que suben y bajan con el sucederse de las elecciones; partidos que se astillan; que desperdician buenos dirigentes, y que no superan el trauma del nacimiento, partidos que no se institucionalizan y como sólo viven alrededor de sus líderes, no sobreviven a sus derrotas.
En consecuencia el debate político argentino, en esta realidad histórica es, ya no conformar el tercer partido, ese que viene a entrometerse en las relaciones peronistas radicales, a escudriñar, a transparentar, a legitimar otras voces, sino el segundo partido, el que impida que el sistema político se instale en las próximas décadas con un solo partido que ya se ha constituido en partido predominante y que a corto plazo tenderá al partido único, aunque sigan existiendo 400 más.
Las primarias no hicieron más que demostrar que las elecciones se ganan usualmente con la mitad más uno de las voluntades, que el 8 o el 10 o el 3 o el 12, no sirven, no cumplen con el objeto fundamental que es la representación. El vacío de representación es la no representación. Así, ahora deberemos transitar una competencia electoral donde se ha anulado ex ante la competencia presidencial y se intentará lograr una representación un poco más robusta en el Congreso de la Nación.
Pero esto no aborda el problema. Abordarlo implica hacia el futuro no repetir las mismas acciones que nos depositaron en esta situación anoréxica.
Ya no podremos hacia el futuro hacer el juego al partido predominante desde 400 debilidades.
Es el momento por lo tanto de animarnos a realizar una revolución copernicana en la vida política argentina y construir el segundo partido, un partido potente, institucionalizado, despersonalizado, que deberá tener un equipaje de ideas y principios claros, que se diferencien del modelo de poder actual.
Los puntos cardinales de este nuevo partido deberán ser la consolidación de la democracia republicana, la transparencia, el equilibrio del poder, el respeto irrestricto a las libertades individuales y el fomento de un modelo económico y social que permita conjugar la iniciativa individual con una cultura del trabajo, en donde el potencial de progreso esté en la sociedad más que en el Estado.
El vacío de representación es la no representación
Además de este equipaje de ideas, se deberán construir un sistema de reglas de juego respetadas por todos sus integrantes que permitan tomar decisiones, definir modalidades de selección de candidatos y fijar líneas de acción consensuadas y valores y conductas éticas compartidas. Este espacio común de reglas compartidas debería facilitar, en un cierto período de tiempo, una fusión de todos los minipartidos en un solo -es, decir el segundo- partido.
No pretendo que entren y participen todos los partidos o todos los dirigentes en esta nueva criatura política; me alcanza con lograr que una parte importante entienda que esta es la única alternativa viable, ya que de persistir en las soledades, en las fronteras rígidas sólo logramos terminar fortaleciendo aquello que queremos desplazar. Competimos para cambiar el gobierno y lo fortalecimos.
Esto implicara una gran revolución en las cabezas de los actores políticos y transformar el esquema irracional y egocéntrico en un modelo colaborativo y eficiente. El camino de repetir lo hecho de aquí a dos años es camino conocido.
Esta idea puede ser difícil de concebir, vendrán las críticas de los políticos, de los politólogos, de algunos que dirán que con los mismos actores no se podrán realizar nuevas cosas. Yo creo en la capacidad de reflexión, y en una revolución en las ideas que nos movilice de tal manera que podamos repensar desde otro ángulo, desde un pensamiento lateral, que nos conmueva. Quiero, como política y como Magíster en ciencia política darme este lujo, tirar un borrador para pensar el futuro.