Genealogía de una víctima
Cumplo con lo prometido en la columna anterior: voy a continuar ocupándome de La migración (Mardulce), la primera y estupenda novela de Pablo Maurette, el autor de los notables ensayos El sentido olvidado y La carne viva.
El nuevo libro de Maurette es un thriller metafísico en el que se fusionan la intriga, el suspenso, la tragedia, pero también el humor. La novela empieza en 2041 cuando Romualdo Rusticucci (Rom), un profesor de filosofía y de lógica, encuentra a la entrada de su departamento porteño una carpeta, sin remitente, dejada no se sabe por quién. En ella, hay documentos y un relato escrito por su amigo Aarón, del que no se sabe nada desde 2016, es decir desde hace veinticinco años. Hasta se ignora en qué continente se evaporó. Rusticucci llama a su íntimo amigo. Agustín Menéndez, abogado laboralista, también amigo de Aarón. Quedan en encontrarse en un café para leer el contenido de la carpeta. Con el correr de las horas y de la lectura, los dos van cambiando de bares, pizzerías y llegan hasta el infernal speakeasy Orlando. En ese itinerario, se agregan al grupo lector David, hermano de Aarón, y otros personajes.
En 2016, Aarón era un joven profesor argentino que escribía su tesis de doctorado sobre Giordano Bruno en la Universidad de Chicago. La Nochebuena de ese año descubrió en una librería de viejo la biografía The Magical Murder of Professor Culianu, de Alaistair Danton. Aarón quedó atrapado por la historia (real) del asesinato del profesor rumano Ioan Petru Culianu, que enseñaba Historia de las Religiones en la Universidad de Chicago. Culianu fue ejecutado de un tiro en un retrete de esa institución en 1991, veinticinco años antes.
En cuanto a las razones de ese asesinato, se habló de cuestiones políticas, esoterismo, asuntos personales, pero jamás se llegó a una conclusión incuestionable. Se dijo que lo habían matado agentes de ultraderecha, de la Securitate, miembros de una secta mística, sicarios. Aarón, obsesionado por el enigma, decidió dejar a un lado la tesis sobre Giordano Bruno y dedicarse a clarificar el caso Culianu.
Como resultado de esa investigación, Aarón temía que lo mataran. Las razones eran, entre otras, la reencarnación y la metempsicosis. El joven erudito había llegado a establecer con detalle las peligrosas genealogías no solo del alma y del cuerpo de Culianu, sino de él mismo. Además, había comprendido que el alma y la memoria preceden a la vida. Las almas se apoderan de los fetos desde la concepción. Algunos humanos llegan a recordar fragmentos de existencias anteriores y proyectan sus imágenes para que las vean seres vivos. Esa es la temible facultad de la excandescencia o televicnesis.
Maurette despliega con levedad una gran erudición en su relato, pero también menciona títulos de obras y autores apócrifos, recursos mágicos que jamás se intentaron: trampea como un astuto lector de Borges. La realidad y la ficción se alternan y se confunden. Aarón especula en cierto momento que el crimen de Culianu quizá sea un ludibrium: uno de esos acertijos renacentistas cuya resolución revela el misterio del universo. Eso mismo podría decirse del libro de Maurette. Según Borges, cada autor crea sus propios antepasados. Lo mismo ocurre con los otros seres humanos.
Para que la exposición sobre la transmigración y la memoria resulte amena, Maurette las convierte en aventuras. Se vale, entre otros recursos, de los amigos porteños de Aarón, que emplean un lenguaje alejado del académico, pero jamás vulgar. En el descenso al infierno de las almas reencarnadas, no dejan de beber, comer y conjeturar. En definitiva, el ludibrium es un entretenimiento para pasar el tiempo mientras uno se pregunta por este, la eternidad y el destino. Acaso todo no sea más que el juego de dados de un niño.