Epidemias del nuevo siglo
"Porque ahí es donde está el dinero", fue la respuesta de Willie Sutton, en ocasión de su cuarta captura, cuando el periodista Mitch Ohnstad le preguntó por qué robaba bancos. Célebre y carismático, "el actor", así llamado por sus habilidades para disfrazarse, fue uno de los diez delincuentes más buscados por el FBI en la década de 1950. En su autobiografía, ya fuera de la cárcel y severamente afectado por una enfermedad pulmonar asociada a su hábito de fumar, Sutton desmintió haber dicho esta frase, aunque reconoció que si le hubieran hecho la pregunta, habría respondido algo similar.
Cuando estudiamos medicina se nos enseña un criterio metodológico de razonamiento para llegar al diagnóstico correcto: la ley de Sutton. ¿A qué apunta esta referencia? Esta conocida historia intenta transmitir que, al momento de pensar en posibles diagnósticos, los médicos debemos considerar, en primerísimo lugar, los datos más obvios proporcionados por el paciente. Es una forma de concentrarnos en lo realmente significativo, que suele estar casi siempre frente a nuestros ojos, y de no distraernos con los detalles. Hacer caso a lo evidente y actuar en consecuencia.
El principio de Sutton puede aplicarse, también, a un problema epidemiológico sin precedente que enfrentamos a nivel mundial en estos días, como es reducir el impacto de cinco enfermedades no transmisibles: el accidente cerebrovascular (ACV), la enfermedad coronaria, el cáncer, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la diabetes. Estas patologías tan prevalentes y catastróficas fueron responsables de 36 millones (63%) de muertes en el mundo durante el año 2008.
El impacto de esta pandemia ha motivado la convocatoria a una reunión extraordinaria de especialistas en las Naciones Unidas hace menos de 30 días. El objetivo de este encuentro ha sido generar estrategias para resolver el problema, principalmente en países de ingresos bajos y medios, donde ocurren el 80% de las muertes por enfermedad cerebrovascular y coronaria.
El PBI y la inversión en salud son fuertes determinantes de la incidencia de accidentes cerebrovasculares, así como de la mortalidad asociada a esta enfermedad. El interrogante sobre el motivo del menor impacto de las enfermedades no transmisibles en países más ricos parece tener, una vez más, una respuesta simple y evidente: "Porque ahí es donde está el dinero", tanto en sentido literal como metafórico.
Los habitantes de países más ricos tienen acceso a una mejor prevención y a un tratamiento más eficaz de las enfermedades. Por otra parte, el bajo nivel socioeconómico de una población se asocia a conductas nocivas y a deficiencias nutricionales durante la infancia y la adolescencia, que condicionan negativamente el estado de salud durante la adultez.
Sin embargo, el crecimiento económico no es el único camino hacia una mejor calidad de salud. El grupo de trabajo de las Naciones Unidas ha propuesto medidas de alto impacto y de bajo costo para hacer frente a la crisis de las enfermedades no transmisibles: el control del tabaquismo, la disminución del consumo de sal, la reducción del consumo excesivo de alcohol, la implementación de dietas saludables y de la actividad física regular, y el acceso a drogas y a tecnologías básicas. Esta estrategia tendría un costo aproximado de seis a siete pesos por habitante por año en países como China y la India.
En lo que respecta a la Argentina, se han atendido y resuelto algunas emergencias y aún quedan otras por resolver. Es el momento de desarrollar estrategias de mediano y largo plazo que nos permitan mitigar esta pandemia. De lograrlo, seremos líderes en América latina.
Volviendo a la ley de Sutton, lo evidente es que el mundo se enfrenta a un delicado problema sanitario. Lo que dicta el principio es que debemos actuar en consecuencia. Hoy se conmemora el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular, una buena oportunidad para recordar que existe un proyecto de ley de accidentes cerebrovasculares que espera para ser tratado en el Honorable Senado de la Nación.
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El autor es director del Centro de Stroke del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro