El relato ya se mordisquea la cola
Promete ser una despedida a lo grande: para los últimos 344 días de su mandato, Cristina Kirchner gastará en su escudo mediático la friolera de, al menos, 3600 millones de pesos.
¿Por qué "al menos"? Porque esa cifra es lo que prevé sólo por ahora el Presupuesto 2015 . Bien podría engrosar en el transcurso de los meses, como viene sucediendo en este 2014, con un aumento extra del 32 por ciento en esas partidas, lo que elevó los gastos en propaganda a 3678 millones de pesos.
Teniendo en cuenta que 2015 será el año crucial de la carrera presidencial por el recambio en la cúspide del poder, y que la inflación también agregará lo suyo, sostener el relato oficialista podría salirnos a todos los argentinos todavía muchísimo más caro.
De hecho, ya se contempla un aumento de cien millones de pesos más para la división cotillón y fiestas de la Unidad del Bicentenario. En efecto, el regisseur del kirchnerismo, Javier Grosman, contará con 315 millones para garantizar que las habituales carnestolendas kirchneristas en Plaza de Mayo y Tecnópolis sean más imponentes que nunca.
¿Por qué es tan poroso el escudo mediático de CFK a pesar de estar tan aceitado con esa descomunal parva de billetes?
Simple: al despotricar diariamente contra los medios hegemónicos, el oficialismo hace un reconocimiento explícito y permanente de que es a éstos a los que la gente presta mayor atención. Aquel gastadero infernal de dinero resulta del todo ineficiente porque sólo sirve para fidelizar a la propia tropa y mantener contentos y de su lado a una cantidad de medios y comunicadores que cantan loas al Gobierno en tanto sus bolsillos sigan siendo llenados a tope. Pero, aun así, no les alcanza para tapar los propios y cada vez más graves desaguisados.
Ya se contempla un aumento de cien millones de pesos más para la división cotillón y fiestas de la Unidad del Bicentenario
Incluso trascendieron descontentos internos en Canal 7 y en Télam, por la manera en que los obligan a procesar la información que emiten. Marcelo Stubrin, miembro de la Afsca por la oposición, pidió una reunión urgente por este tema, pero Martín Sabbatella sigue consagrado a tiempo completo -incluso en las tandas de Fútbol para Todos- en su renovada cruzada contra Clarín.
Los choques de estos días entre el relato y la realidad, y del relato con sus propias de- savenencias internas, se precipitaron como cascada de aguas servidas y a ritmo de película de Chaplin, aunque con poco para reír.
Cada vez que el caso Báez avanza hacia las proximidades del entorno presidencial se encienden las alarmas y los más altos funcionarios salen a tratar de apagar el incipiente incendio. Pero al hacerlo con combustible paradójicamente lo único que logran es que las llamas tomen más altura que las que pretendían apagar. Le sucedió a Jorge Lanata cada vez que sus investigaciones en Periodismo para todos rozaron a la Presidenta.
Ahora, el mismo mecanismo volvió a repetirse tras publicar Perfil y LA NACION, el fin de semana último, que Lázaro Báez opera con facturas falsas por medio de tres empresas de Bahía Blanca. Más pánico aún cundió en Olivos al enterarse de que los fondos buitre están concentrados, con sus batallones de afilados abogados y sabuesos, en husmear la ruta del dinero de Báez y que también están tras la pista de los fondos de Santa Cruz, que nunca se supo bien adónde fueron a parar.
"No aclare que oscurece", le tendrían que haber aconsejado a Ricardo Echegaray . El titular de la AFIP armó pomposa conferencia de prensa para aclarar dos cosas: 1) que la jefa del Estado no es socia de Báez y 2) que hay 1200 empresas que también utilizan facturas apócrifas. Para colmo, al otro día, Echegaray amplió que Cristina y Lázaro "técnicamente no son socios", con lo cual consiguió el efecto contrario a lo buscado al alimentar aún más las suspicacias.
Algo similar ocurrió con el ministro de Justicia, Julio Alak , que quiso naturalizar la desaparición de expedientes de The Old Fund y de la ex Ciccone de la Inspección General de Justicia (IGJ), al afirmar muy suelto de cuerpo que es común que se extravíen documentos en los tres poderes del Estado.
Al menos, en parte, la Corte Suprema de Justicia ha puesto las cosas en su lugar al dejar en firme el fallo que obliga al Estado, precisamente por medio de la IGJ, a aportar información sobre la ex Ciccone, cosa a la que suele negarse. Otro fallo similar obliga a Julio De Vido a que suministre información vinculada con la licitación pública de las represas Presidente Néstor Kirchner y Gobernador Jorge Cepernic.
Escondedores pertinaces, hubo zigzagueos por demás con la faringitis presidencial que, supuestamente, no le permitía hablar ni viajar. Pero Cristina Kirchner habló -presentó, cual es su gusto, su versión unilateral de lo que debe hacerse con el Código Procesal Penal- y viajó a Chaco, aun cuando el jefe de Gabinete había anunciado que no lo haría por su problema de salud.
Hace unos días murió Ben Bradlee, el inspirado editor de The Washington Post, que alentó a sus redactores Bob Woodward y Carl Bernstein a investigar hasta el fin el espionaje en la sede de los demócratas. La revelación le costó el cargo al presidente Richard Nixon. Fue en 1974. La Argentina está a años luz de algo parecido.