El poder de la ausencia
Tras las sequías , que agradecieron los turistas y maldijeron los sojeros, las tormentas tropicales . Y en medio de lluvias indomables, tempestades y piedrazos que caían desde el cielo, Cristina, Ferretti y yo regresamos de nuestras vacaciones.
- Tendremos que admitir -aseguró Ferretti mientras atacábamos dos choripanes en un carrito de la Costanera Sur- que la falta de ella se sintió más que la nuestra.
- Una ausencia omnipresente, Ferretti, que contagió miedo y dejó la sensación de que cuando Cristina larga el timón su lugar lo ocupa il capitano Schettino.
- ¡Qué poco demoraron los muchachos en agarrase a patadas para subir a un bote y correr enloquecidos de popa a proa tratando de atrapar un salvavidas!
- Yo hablé con ella dos veces. Conmigo se comunicó por un mensajito de texto. Me mandó a decir con Boudou que le metiera para adelante. Meritorios incorregibles, los alcahuetes pugnaron por erigirse públicamente en hombres de confianza. Del otro lado, los que se ufanan de gozar de cierta independencia consumaron medidas y bajaron línea como si realmente mandaran.
- En cualquier caso, mi amigo, coincidieron en la comprobación de que sin ella no existen.
- En realidad, se portaron mejor los opositores. Hasta los Grandes Medios levantaron el pie del acelerador y pudimos volver a disfrutar en sus tapas de esos magníficos glúteos que siempre van hacia el mar (hay muchos turistas en la playa), de gordos que transpiran y chicos que se bañan en las fuentes públicas (hizo mucho calor en Buenos Aires).
- ¿Es verdad que en un canal de televisión hubo un debate entre intelectuales que obtuvo más rating que la pelea entre Flavio Mendoza y Ricardo Fort?
- Es una verdad a medias, Ferretti.
- Pero sí es verdad que en Entre Ríos condenaron a la maternidad a una chica de once años.
- Eso sí.
- Al menos este mes de enero parece haber servido para instalar la idea de que Cristina es necesaria, que las sombras que proyecta su ausencia aterran a la contra y desatan los más bajos instintos dentro de su propia tropa. Un reconocimiento, si se quiere del poder que ostenta para orientar la situación en la dirección que le parezca más conveniente.
- ¿Y Usted hacia dónde cree que dirigirá el barco?
- Sinceramente, no creo que tenga un derrotero establecido. Sospecho que, siguiendo una larga tradición histórica, mantendrá abiertas todas las posibilidades hasta último momento. A Boudou lo correrá con Máximo, a Máximo con Laclau, a Laclau con Zaffaroni y a Zaffaroni con Scioli. Tiene la sartén por el mango, y el mango también. Y acaba de comprender, aunque a un precio dramáticamente alto, que puede ser más rentable salir de la escena que amenazar con eternizarse en ella.