El placer de releer a Saer
Si hay un escritor que resulta fascinante releer es Juan José Saer. Y si bien hoy es una tarea difícil encontrar algunos títulos de Saer en las librerías, la Colección Archivos reúne en un volumen Glosa y El entenado . Se trata de una edición a cargo de Julio Premat, de la que participan Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Arturo Carrera, Sergio Chejfec, Martín Kohan, Florencia Abbate, Alain Robbe-Grillet, Dardo Scavino y otros intelectuales de no menor relevancia.
Internarse en este volumen, de casi mil páginas, es aproximarse al universo de Saer y vivir un tiempo en ese mundo en el que la narración lo ocupa todo. Allí están los apuntes del autor de El limonero real , las palabras que eligió y las que desechó, las ideas que van construyendo la trama, las influencias y, sobre todo, la marca de un deseo narrativo que originó una de las obras más trascendentes de nuestra lengua. María Teresa Gramulio habla de "una narratividad en catarata", y agrega sobre El entenado : "? una historia que abunda, de modo visible, en sucesos novelescos: viajes, trabajos, aventuras y desventuras, descubrimientos, tierras y países exóticos, extensos pasajes que no es abusivo llamar filosóficos, donde predomina un discurso de reflexión que los rodea, obsesivo, para tratar de arrancarles su sentido".
Quien lee El entenado puede evocar El informe de Brodie , de Borges, y puede pensar, también, que el encuentro con "un otro" radical, como los aborígenes con los que convive el protagonista que ha viajado con Solís y queda sólo en estas tierras a lo largo de diez años, demanda un esfuerzo sobrehumano, al límite de todo lo conocido.
El entenado remite también a Tótem y Tabú , de Freud, sobre todo en esa larga e impecable secuencia de antropofagia y orgía que viven los indios y que olvidan casi inmediatamente, para atesorarla, quizá, sólo en el inconsciente. Pero como todo clásico ninguna lectura lo agota. La figura del desierto como algo metafísico, el abismo al que nos empuja el relato, el horror de lo diferente, la lengua que se va moldeando a partir de los gestos y el mundo de los espíritus conviviendo con un universo en el que la vida y la muerte son parte de lo mismo, acaso de un ciclo o de un camino en el que aún todo es indiferenciado, van moldeando una novela que no deja de crecer después de haber concluido la última página. Acierta Forencia Abbate cuando afirma: "Lo que el narrador de El entenado conserva es aquello que está más allá del discurso de la historia. Una cierta zona afectiva en la cual los conceptos son insuficientes, lo que no puede ser enunciado: lo que acaso solamente la poesía podría sugerir".
En Glosa , el otro texto de Saer incluido en este volumen, el lector se encontrará con los personajes más conocidos del autor. Allí está Tomatis encerrado en su casa de la provincia de Santa Fe, deprimido, oscilando entre mirar televisión y consumir alcohol. Pero en aquello que Saer mismo ha llamado "la moral del fracaso" se esconde lo que Julio Premat señala como "la asimiliación múltiple de contenidos históricos y materiales pulsionales".
De manera oblicua, en Glosa está representada la última dictadura militar. No por el relato de lo que ocurrió, sino por las formas en las que afectó el lenguaje. Quizá Glosa sea una comedia sombría sobre los trabajos del duelo. Como sostiene Beatriz Sarlo: "La tragedia política acecha a los personajes sin que ellos lo sepan, cuando creen que otras cosas son las importantes en su destino". Y es verdad. La vida es siempre lo que sucede cuando no nos damos cuenta.
© La Nacion