El Dublín de Joyce cumple 100 años
Además del ya ampliamente recordado asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, por parte del estudiante anarquista servio Gavrilo Princip, episodio desencadenante de la Primera Guerra Mundial, quedan para desenterrar de la memoria otros hechos ocurridos por esos días. Aludimos a un centenario mucho más modesto y mucho menos sangriento, de especial interés para los que amamos la obra de James Joyce, el escritor irlandés que fue una de las mayores figuras de la literatura del pasado siglo XX.
El 15 de junio del año mencionado -es decir, sólo unos pocos días antes del magnicidio de Sarajevo-, Joyce consiguió que el editor inglés Grant Richards publicara en Londres, después de muchas idas y venidas, el tomo de cuentos Dubliners (ha sido traducido al español como Gente de Dublín o Dublineses). La edición era de 1250 ejemplares y Joyce se comprometía a no cobrar por los primeros 500 ejemplares vendidos. Los argumentos empleados para impedir, hasta entonces, la edición del libro eran de orden moral. En el futuro Joyce tendría otras dificultades de esta índole.
Aunque precedidos en 1907 por la publicación de la poco difundida colección de poemas Chamber Music (Música de cámara), los cuentos de Dubliners constituyen, cronológicamente, la primera obra importante de Joyce, escrita en buena parte (aunque no toda) antes de 1905. Debe recordarse que el autor abandonó Irlanda hacia fines de 1904 y ya no volvería a su patria, salvo dos breves visitas por motivos familiares. De tal forma, el tomo de cuentos es la única obra en la que Joyce expresa más directamente, con sus claroscuros y un irónico localismo, la decadencia moral y social y los brotes nacionalistas de su pequeño país sometido, por entonces, al dominio de la corona británica.
Sólo al pasar diremos que están lejos, todavía, el escándalo y el asombro que motivará la aparición, en 1922, del Ulises, novela experimental que es quizás el libro clásico por excelencia de nuestro tiempo, comparable con las mejores glorias literarias del pasado.
Volvamos a hojear esta colección de cuentos que ya es centenaria, pero que conserva, a pesar de su adscripción realista, una envidiable modernidad y una limpieza de ejecución permanente. Existen distintas traducciones a nuestra lengua, las mejores de las cuales son las de Eduardo Chamorro y Guillermo Cabrera Infante. También resulta recomendable la versión de Oscar Muslera, incluida en la colección Los Libros del Mirasol, de la Compañía General Fabril Editora, y que sólo podrá encontrarse en el rubro de libros usados.
El volumen está formado por quince relatos, que en buena parte parecen basarse en experiencias autobiográficas y en personajes incluidos en el entorno del escritor. Hay, en el comienzo, cuentos plasmados desde el punto de vista de niños, como "Las hermanas" y "Encuentro"; más adelante, la narración pasa por la conciencia de adolescentes y hombres jóvenes, como en "Eveline", "Después de la carrera" y los dos estafadores de "Dos galanes". Se reitera, asimismo, la extraña mezcla de rebelión y conservadurismo de la Irlanda católica frente al credo reformado de los gobernantes ingleses. En "El día de la hiedra en el comité", cuyo título se refiere a la jornada en que murió el líder nacionalista Charles Parnell, un militante recita un poema de homenaje al dirigente desaparecido: "Ha muerto. Nuestro rey sin corona ha muerto. / Oh, Erin, ponte de luto con dolor y llanto. / Porque ha muerto aquel a quien la cruel pandilla / de modernos hipócritas mató".
El último cuento del volumen, "The dead" ("Los muertos"), es el más largo de todos, y sin duda el más logrado. Se centra en la celebración de una típica fiesta irlandesa, que las ancianas Kate y Julia Morkan organizan anualmente, para reunirse con sus familiares y amigos. El tema principal es la interrelación entre los vivos y los muertos. El personaje en torno a quien se organiza el cuento, Gabriel Conroy, sobrino de las dueñas de casa, recuerda, como en una "epifanía" (revelación súbita, procedimiento empleado sistemáticamente por Joyce en sus cuentos), el transcurrir de su vida y la relación con su esposa, Gretta, marcada por la relación de ésta con un amante muerto.
Como observa Richard Ellmann, el principal biógrafo del escritor: "Joyce tenía motivos especiales para escribir este cuento en 1906 y 1907. En su mente, su huida de Irlanda estaba ya totalmente justificada, pero seguía sin haber decidido adónde iba a huir. En Trieste y Roma, sin embargo, aprendió a ser lo que en Dublín había desaprendido, a ser un dublinés? «The dead» fue su primera canción del exilio".
Las narraciones de Dubliners merecieron diversas adaptaciones. La más destacada y conmovedora es la versión cinematográfica de "The dead" que en 1987 dirigió John Huston. La interpretación del papel de Gretta por Anjelica Huston, la hija del cineasta, y muy especialmente la de Gabriel Conroy por el actor Donal McCann, con su estremecedor monólogo final mientras cae la nieve sobre Dublín y el campo irlandés, tienen un dramatismo particular. Huston murió pocos meses después de finalizado el rodaje.
La lectura o relectura de los cuentos de Dubliners pueden implicar la función de puerta de entrada al universo joyceano, pero también valen por sí mismas, sobre todo en un país como la Argentina, en donde la aventura del exilio, voluntaria o forzada, ha signado la vida creadora de muchos escritores e intelectuales, de Sarmiento y Alberdi a Cortázar y Saer.