El cartero del Papa llama dos veces
El Papa se rió de buena gana al enterarse del célebre episodio de la carta que en sólo un puñado de horas fue verdadera, trucha y nuevamente verdadera. Así, entre risas, le dijo al padre Karcher, el que armó todo el bolonqui, que se fuera buscando trabajo. Tiene razón. A Karcher, que sólo debe encargarse del protocolo, le agarró un ataque de argentinitis aguda y quiso hacer las veces de vocero. Para peor, de vocero zarpado, que habló de "mala leche" y de "collage", imaginándose horribles conspiraciones. Dicen, incluso, que en la intimidad me acusó a mí de ser el autor de la carta. No se lo voy a permitir. Yo no me trago las eses -al menos, no cuando escribo- ni haría que Francisco tutee a nuestra Presidenta. ¡Vade retro, Satanás!
Les voy a contar la verdad. Semanas atrás, al estallar el conflicto con la Casa Rosada por el duro documento del Episcopado sobre la violencia en el país, el Papa se resistió al impulso de llamar a Cristina. Hubiera querido decirle que no se enojara, que nada había cambiado desde su último encuentro en Santa Marta, cuando ella le habló en cadena a él solo, que apenas pudo meter bocado.
Pero reprimió ese impulso. No era su momento. Sí era el momento de hacer jugar a sus soldados, porque no puede permitirse un conflicto con el gobierno de su propio país. Monseñor Fernández, el rector de la UCA, publicó aquel gran artículo en Página 12, una lección sobre cómo debía ser leído el documento de los obispos. Donde dice que "la Argentina está enferma de violencia" no quiere decir que la sociedad está brutalmente dividida, que la pobreza, la inseguridad y los narcos están haciendo estragos. Quiere decir que habla del mundo y no tanto del país; que en todo caso se refiere a la violencia de género, y que la culpa es de la TV, con esas series que salpican sangre.
A partir de ese artículo -del todo natural, porque monseñor Fernández se moría de ganas de escribir en Página, y en Página se morían de ganas de tener al rector de la UCA y no al de la Universidad de las Madres-, las cosas se encaminaron. La señora y el jefe del Episcopado, José María Arancedo, sellaron las paces en Olivos. Francisco decidió entonces mandarle la carta, que obviamente no escribió él. Después pasó lo que pasó. Ayer tuvo que llamarla para disculparse. Karcher me pasó la grabación.
-Cristina, cuánto lamento lo ocurrido. Pensar que designé a Karcher para tener un K en mi círculo más estrecho y me salió el tiro por la culata. ¡Perdón!
-Por favor, olvídese. Además, un vocero que inventa un relato e imagina conspiraciones se llevaría muy bien con nosotros. Si lo echa, mándelo para acá.
-Lo primero que hice fue decirle que hable menos.
-Exacto. Lo mismo le dije a Arancedo. Ustedes, los curas, deberían hablar menos, escribir menos y escuchar más. A mí, por ejemplo. Y al pueblo. "Vox populi, vox Dei", jajaja.
-Bueno, si algo hacemos los curas es estar cerca de la gente. Yo mismo, en Buenos Aires, andaba por la calle, tomaba colectivos, iba a las villas... Como usted, señora.
-No se crea. Me cuesta convencer al piloto de mi helicóptero que baje en las villas. Tiene miedo. Me encantaría, porque si algo creció a tasas chinas estos años fueron las villas.
-Señora, quisiera hacerle algunas preguntas. Ya sabe: sigo con mucha atención todo lo que pasa en el país. Para empezar, ¿debo preocuparme por Boudou?
-¡No! La otra noche lo mandé a 6,7,8 y se defendió muy bien ante las filosas preguntas de Barone. Además, se está manejando bárbaro con el tema de los testigos.
-Sí, leí que Capdevila tuvo que irse del país por las amenazas.
-No crea todo lo que lee. Si la gente supiera quién es Capdevila estaría diciendo: "Amado, te perdonamos".
-¿Y usted, lo perdona?
-Sí, lo perdoné y me lo saqué de encima. Lo quiero lejos. ¡Ojalá se exiliara con Capdevila!
-Seré curioso: ¿qué hay de la pelea entre Kicillof y Fábrega?
-Es que Axel no sabe nada del sector financiero y Fábregas no entiende lo del relato. Los junté y les dije: basta de discusiones. Quiero que frenen el dólar, que no perdamos más reservas, que baje la inflación y suba el consumo. Ahí se pusieron de acuerdo.
-Ah, qué bueno.
-Sí, los dos dijeron que eso era imposible.
-General Motors anunció que bajará 35% los sueldos de sus trabajadores. ¿No es terrible?
-Un desastre: esas cosas no se anuncian, se hacen.
-Me enteré que el Congreso le aprobó la designación de conjueces para la Corte, y que son todos amigos del Gobierno. ¿Se propone democratizar la Justicia?
-No, kirchnerizar la Corte.
-¿Por qué hicieron coincidir el juicio político a Campagnoli con el Mundial?
-Porque va a ser el primer expulsado.
-Qué interesante que Máximo quiera ser intendente de Río Gallegos. ¡Hijo ´e tigre!
-Hijo 'e tigresa, diría yo. Es un buen administrador. Por ejemplo, de sus energías. Ojalá que lo ayuden las encuestas. Si no, habrá que hacer algo con las encuestas.
-Señora, ¿seguro que no sigue enojada con nosotros?
-Despreocúpese. Arancedo me explicó que lo último que buscan los obispos es molestarnos. Que quieren acompañarme hasta el final del mandato. Entonces, en broma, le pregunté: "¿No querrán acompañarme hasta la puerta de salida para asegurarse de que me voy?"
-Muy gracioso. ¿Y qué le contestó José María?
-Es más bromista que yo. Me dijo: "No, queremos asegurarnos de que la puerta quede cerrada".
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