Ecos de una conspiración política
EL CAIRO.– En un país tan proclive a las teorías conspirativas, no es de extrañar que un incidente tan dramático e inédito como la muerte de por lo menos 74 personas en un estadio de fútbol haya despertado todo tipo de suspicacias. Un año después de la revolución que derrocó al dictador Hosni Mubarak, la transición a la democracia avanza por un camino lleno de espasmos violentos.
Varios son los factores que estimulan la aparición de este tipo de teorías en la tragedia de Port Said. Para empezar, no existe una rivalidad especialmente fuerte entre los dos equipos que jugaron el partido, el Al Masri y el Al Ahli, el club más ganador de Egipto, con 35 títulos de liga.
Los "clásicos" de mayor tensión en este país enfrentan al Al Ahli con el Zamalek, el otro gran equipo de El Cairo. Y Al Masri, el equipo local, se impuso con claridad por 3 a 1, por lo que es incluso más difícil de explicar la furia de sus hinchas.
Además, también resultó sorprendente la escasez de efectivos policiales en el estadio, así como su pasividad. Los barrabravas o "ultras" de Al Masri llevaron su "caza" de los adversarios hasta el mismo vestuario de Al Ahli. "Las fuerzas de seguridad nos abandonaron, no nos protegieron. Un seguidor ha muerto enfrente del vestuario, delante de mí", denunció a gritos el veterano jugador de Al Ahli Mohammed Abou-Treika, en una entrevista para el canal de televisión de cable del club cairota.
La teoría conspirativa más extendida señalaba que la masacre podría haber sido planeada por la junta militar que administra el país, con la finalidad de convencer a la sociedad de mantener la ley de emergencia. Esta legislación, decretada en 1981 tras la muerte de Anwar el-Sadat a manos de jihadistas, sirvió durante las últimas tres décadas como cobertura legal de la represión a los activistas políticos de la oposición.
Excepción
La semana pasada, el día antes del primer aniversario de la revolución del 25 de enero, el mariscal Tantawi, presidente de la junta militar, anunció el levantamiento de la ley de emergencia, pero añadió una excepción: los actos de "vandalismo". No definió el concepto de "vándalo", pero era el que aplicaba el antiguo régimen a los jóvenes disidentes, lo que suscitó los recelos de organizaciones de derechos humanos y de partidos políticos.
Por esta razón, una de las primeras sesiones del nuevo Parlamento democrático se dedicó a abordar la suspensión absoluta, y sin excepciones, de la ley.
"Lo que ha pasado no puede ser una coincidencia. Esta masacre y tres asaltos armados sucedieron sólo un día después de que el ministro del Interior vino al Parlamento a tratar de convencernos de mantener el estado de emergencia", declaró a la televisión Ziad el-Elaimi, diputado del Partido Social Demócrata.
Los responsables del Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), la marca electoral de los Hermanos Musulmanes, expresaron sin tapujos sus sospechas de que la carnicería había sido planeada. Sin embargo, los islamistas no culparon a la junta militar, con la que algunos analistas políticos creen que habrían sellado un pacto secreto para gobernar conjuntamente el país.
"Los acontecimientos de Port Said son orquestados y son un mensaje de los fulul, los remanentes del antiguo régimen", denunció el vicepresidente del PLJ, Essam al-Arian, en un comunicado difundido en la página web de la fuerza islamista.
La interpretación de Al-Arian carece de mucha lógica, pues no explica cuál sería el presunto mensaje de los fulul ni a quién iría dirigido. Tras las elecciones, los simpatizantes de algunos nuevos partidos creados por ex partidarios de Mubarak realizaron algunas protestas, como cortes de rutas, como medida de protesta por la derrota de sus candidatos al Parlamento a causa del fraude. Sin embargo, aquellas protestas quedan ya lejos. Asimismo, parece difícil vincular los incidentes con el futuro del juicio al rais Mubarak, que se encuentra ya en su fase final.
Frente de batalla
Ahora bien, sí es cierto que los hinchas radicales de Al Ahli tuvieron un papel muy activo durante la revolución del 25 de enero, al situarse en la primera línea del frente de batalla con las fuerzas del orden. En diciembre pasado, y tras una escaramuza con la policía, emitieron un comunicado en el que explicaban el suceso: "El problema va más allá del fútbol. Queremos saldar cuentas con los remanentes del antiguo régimen... y su represión de la juventud egipcia".
Quizás, más que fruto de oscuras conspiraciones y mensajes en clave, la masacre responda a un sentimiento tan primario como la venganza: la de unas pasivas fuerzas del orden que se negaron a proteger a sus enemigos jurados el día que se encontraban en minoría en un estadio hostil.