Dos filosofías de vida en escena
No hace falta decir que la presencia de Alfredo Alcón en un teatro siempre ha marcado la diferencia. Y no sólo por su impecable dicción y por el manejo de un cuerpo que ha viajado con admirable naturalidad por las criaturas de Shakespeare, de García Lorca, de Samuel Beckett, de Arthur Miller y de tantos otros autores que se vieron beneficiados por su inusual talento. El caso de Alfredo Alcón es el de un auténtico "animal de teatro". Sus reflejos sobre las tablas, su olfato para captar lo esencial de una situación, su ritmo narrativo y las variaciones que le imprime a cada uno de los personajes que interpreta resultan únicos y lo ubican, con merecidos méritos, en un lugar de privilegio en cualquier escenario.
De ahí que el reestreno de Filosofía de vida , la obra de Juan Villoro, en el teatro Metropolitan II, resulte un hecho más que auspicioso. Sobre todo si tenemos en cuenta, además, que actúa Claudia Lapacó, otra actriz excepcional, fogueada en trabajos disímiles, que van desde la revista porteña, pasando por el café concert, hasta los autores clásicos. La dupla Alcón-Lapacó funciona a la perfección en el escenario. Ambos hablan de amor, de sexo, de política y de las humillaciones del paso del tiempo. Más tarde, aunque en un papel menos agraciado, se suma con solvencia actoral Rodolfo Bebán.
Pero lo que ha ocurrido con Filosofía de vida es que frente a tantos aciertos sobre las tablas no se le ha prestado la suficiente atención al texto. Y si bien es cierto que Javier Daulte ha escrito una versión propia sobre la obra, la esencia de lo que se ve en escena pertenece en realidad a Juan Villoro, el autor de novelas como El testigo , con la que obtuvo el Premio Herralde, y de Llamadas de Amsterdam . Villoro es, además, un ensayista notable. Basta con leer Efectos personales o De eso se trata , para asomarse a la sutileza de sus argumentos y a la deriva de su prosa. Precisamente es en De eso se trata donde hace un análisis de Hamlet con ideas renovadoras, y en el mismo libro se ocupa de Chéjov y de las Memorias de Casanova.
¿Por qué habrá escrito Filosofía de vida ? Algunas explicaciones hay que buscarlas en su propia biografía. Juan Villoro es hijo de Luis Villoro, un eminente filósofo mexicano, el autor de La idea y el arte en la filosofía de Descartes y de Estudios sobre Husserl . Un pensador, agreguemos, que ha trabajado los vínculos entre el conocimiento y el poder. Y justamente es del conocimiento y del poder que trata Filosofía de vida .
El personaje que interpreta Bebán ha utilizado la filosofía para escalar posiciones, tanto en la academia como en el mundillo social. El que pasa por la piel de Alfredo Alcón encarna lo contrario. A los dos les interesa el poder, pero la diferencia entre uno y otro es abismal. Mientras uno cree que el pensamiento es una máquina de guerra contra la mediocridad y la estupidez, el otro adapta las teorías como le conviene mejor para su ascendente carrera.
El poder de las ideas no tiene nada que ver con el poder de las míseras prebendas que algunas veces están al alcance de la mano. Todos tenemos nuestra filosofía de vida, es cierto. Y la cultura o el saber pueden ser un adorno para lucirse después de la cena, o pueden arraigar en una vida con tanta fuerza que se convierten en una manera de estar en el mundo. Cuando el pensamiento se impone sin ataduras, cuando la cultura nos atraviesa sin concesiones, hay algo que nace naturalmente en la conciencia propia.
Los beneficios de la lucidez no son pocos. Entre otros no es menor el de saber distinguir entre el barniz superficial de cierta cultura de salón y el del saber genuino que suele arrollarnos como un vendaval. Parafraseando al libro de Juan Villoro, de eso se trata, ni más ni menos.
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