China, en el año del dragón
El lunes próximo comienza en China el año del dragón. Este es probablemente el signo más auspicioso del zodíaco chino, a tal punto que se registran más nacimientos en estos años que bajo los otros once signos. El dragón simboliza la fuerza y el poder, razón por la cual es adoptado como el símbolo del poder del emperador. ¿Qué podemos esperar entonces de la República Popular China en 2012? Para responder a este interrogante, dejemos de lado el esoterismo astrológico y pasemos a las tendencias económicas y las dinámicas políticas con las cuales Pekín deberá lidiar este año.
Estructuralmente, observamos que la dimensión interna y la internacional están profundamente integradas y se afectan mutuamente. En el plano económico esto es muy evidente: lo que ocurre dentro del mercado chino tiene un efecto de resonancia cada vez mayor sobre los mercados internacionales. Pero también la marcha de la economía global marca límites al crecimiento del producto chino.
En términos concretos, la desaceleración global expondrá las fallas del modelo de crecimiento chino. Cualquier modelo enfrenta desafíos ante el cambio de ciclo económico. Los de Pekín se derivan de una exitosa respuesta a la crisis de 2008-2009. Un paquete de estímulo de 586.000 millones de dólares fue destinado en gran medida a proyectos de infraestructura. La inversión fija -para aumentar capacidad de producción, como caminos, puertos y maquinaria- se estima en un 50% del producto chino. Esto dejó a gobiernos locales en una situación fiscal de endeudamiento por encima del trillón y medio de dólares y a los bancos chinos expuestos al dilema de sanear sus balances, reconociendo el monto de créditos incobrables, lo que implica el riesgo de una crisis de confianza sobre el sistema financiero chino, que se tornaría global en cuestión de minutos.
Si la economía global no se recupera, los flujos de dinero se contraerán y podrían descubrir fragilidades de bancos y gobiernos. Internamente, los precios de las propiedades están sobrevaluados, entre 15% y 25% según las estimaciones del propio Banco de Agricultura de China. Luego de la experiencia norteamericana, no hace falta explayarse sobre los potenciales efectos nocivos que una burbuja inmobiliaria tiene para el ahorro familiar. El ahorro y el control de la inflación son dos aspectos clave para alcanzar con éxito la transición de un modelo orientado hacia la exportaciones a uno concentrado en el consumo interno. Este es uno de los objetivos del gobierno, ya que lo consideran económicamente más sustentable y socialmente más igualitario.
Pasando de la economía a la sociedad, el contrato social en China entre el Partido Comunista gobernante y el pueblo chino se basa en la mejora sostenida de las condiciones de vida a cambio de gobernabilidad. El éxito de los últimos treinta años lo hizo posible, con tasas de crecimiento del 9% anual promedio y 627 millones de personas retiradas de la pobreza. Pero ya muchos en China no recuerdan los años de miseria y privaciones. ¿Cómo reaccionarían ante la reducción de sus posibilidades materiales o la simple disminución de sus expectativas? El gobierno teme, antes que a un enemigo externo, al estallido de las tensiones sociales. El año pasado, esto se evidenció en las partidas presupuestarias asignadas a seguridad interna, que superaron a las de defensa. Podrían endurecerse los controles a las redes sociales y restringirse los flujos de información no oficial, algo que viene ocurriendo desde la "primavera árabe", un dominó que Pekín contempló con preocupada incomodidad
En lo político, la dupla Hu Jintao-Wen Jiabao, presidente y primer ministro, dejará el poder, y se espera que los reemplace el binomio Xi Jinping-Li Keqiang. La quinta generación de líderes por asumir es más internacional y sofisticada, pero también más asertiva y nacionalista. Son hijos de una China más próspera y admirada que pobre y humillada, en un año que no es para débiles sino de dragones.
La inestabilidad de estas situaciones de transición podría redundar en mayores tensiones y ocasionales enfrentamientos. Ganarse la reputación de nacionalista para contar con el apoyo de los sectores más duros -civiles y militares- es una dinámica propia de la competencia por el poder, independientemente de su formato, desde el electorado de las primarias republicanas norteamericanas hasta el Partido Comunista Chino. En China existen dos líneas partidarias internas bien definidas y hay múltiples actores en juego: locales, provinciales, nacionales y hasta internacionales. Las alianzas se complejizan cada vez más a través de cruces entre Partido, Estado y Fuerzas Armadas. Y la relación entre economía y política marca nuevos vectores de apoyos y oposiciones.
¿Qué hay entonces de las implicancias para el resto del mundo? Para los vecinos no será un año fácil. Habrá en enero elecciones en Taiwan, donde un cambio de signo podría desequilibrar la relación de coexistencia actual con Pekín. Con Corea del Sur atravesando elecciones presidenciales y Corea del Norte en medio de lo que parece ser una sucesión, las tensiones propias del posicionamiento político afectarán a esta zona con especial intensidad.
La situación de Paquistán será clave para la estabilidad de Asia Central, lo mismo que un endurecimiento de la posición internacional frente a Irán. Además de una complicada relación con estos tres socios, China verá complicarse la relación con su socio más importante, Estados Unidos. Ambos serán chivos expiatorios del otro en un año en el que los dos estarán jugando para sus respectivas tribunas políticas internas. Pero los errores de percepción y de cálculo gravitan siempre sobre las relaciones internacionales y pueden descarriar un vínculo con facilidad.
Para países exportadores de materias primas a China, como la Argentina, tener en cuenta estos riesgos, anticiparlos y generar planes de contingencia, diversificación y coordinación entre los sectores público y privado puede brindar espacios para maniobrar cuando haga su movimiento el dragón.
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