Manos limpias
Hace unos cuantos meses, durante una reunión de amigos, estábamos listando nuestras pequeñas obsesiones cotidianas, y, cuando me tocó el turno, comenté que hago lo posible por no tocar manijas, tiradores y picaportes en los lugares públicos. Me miraron con cierta alarma y me preguntaron por qué hacía semejante cosa.
Bueno, la cuestión es que cuando empecé a escribir sobre ciencia aprendí que una de las principales formas en que nos contagiamos el resfrío común es por medio de la autoinoculación. Tocamos algo que tocó alguien que estaba infectado, luego nos llevamos las manos a la cara y, eventualmente, hacemos contacto con alguna mucosa. Dado que tocarse la cara es demasiado automático, intento mantener mis manos libres de patógenos.
Expliqué algunas de mis estrategias para abrir puertas con el pie, el antebrazo o el codo, y conté también que, como nos había enseñado mamá cuando éramos pequeños, lo primero que hago al llegar a casa es lavarme las manos. Salvo un par de personas que confesaron prácticas semejantes, en general me calificaron de exagerado. Es lo de menos. Estos días queda claro que tales precauciones siguen vigentes. Y no solo para el resfrío común.