Breve historia y filosofía de la barba
Abrigo venerable que protege al varón de los rigores del frío y la humedad, evitando así que prosperen enfermedades, la barba está asociada desde tiempos remotos a la idea de la dignidad, la bravura y la sabiduría. Que alguien venga ahora a recordarnos su linaje es una buena cosa. Viene desde el fondo de la historia, y sabemos poco de él: Thomas S. Gowing es autor de La filosofía de las barbas (Ediciones Godot), y escribió este opúsculo en 1854. En la breve historia revisa el lugar que le asignaron a este manto natural los antiguos -egipcios, judíos, asirios, babilonios, persas, árabes, griegos, romanos, celtas y turcos-, y desde luego los "modernos", incluidos en ese recuento los hábitos seguidos en las cortes europeas y en los días de la Revolución Francesa. Uno de esos cuentos refiere la orden impartida por Pedro el Grande en la Rusia del siglo XVII tras ver en Occidente rostros lampiños: sus súbditos debieron rasurarse. Algunos se quitaron sus barbas, pero las preservaron para ser enterrados en sus ataúdes con ellas. Temían que San Nicolás les negase el cielo por ser cristianos imberbes.