A capa y espada
Pamplona, España.- Cine extravagante, provocador, puro derroche de imaginación. Pedro Almodóvar filmó Matador en 1985. Desafiante siempre, lleno de ideas, retrató como nadie la movida madrileña tras los oscuros años del franquismo. Uno de los personajes centrales de esa película es Diego, un extorero y profesor de tauromaquia algo perturbado, digámoslo, que se solaza viendo en el televisor sus viejas faenas en la plaza de toros y escenas de crímenes; mata, además, a las mujeres con las que mantuvo relaciones carnales. Sexo y muerte, en Almodóvar, como lo hay en el cine de Buñuel. La figura del torero sigue concitando interés en buena parte de los españoles y en los turistas, a la vez que promueve olas de reprobación. El cineasta manchego ha observado ese símbolo de España como nadie, y tan solo ver una capa y una espada (esta vez en la plaza de Pamplona) viene a la mente aquella película extraordinaria.