Todo empezó con Joaquina, que nació con tonicidad muscular débil. Sus padres y su abuela paterna, amantes de los caballos, se involucraron personalmente en un tratamiento no convencional, pero en auge en Estados Unidos y Europa: la equinoterapia.
Los progresos en Joaquina (hoy, de 8 años) fueron tan notables que surgió la idea de poner ese instrumento al alcance de muchos. El año pasado fundaron El Granero, una asociación sin fines de lucro que el viernes inauguró su sede, imponente, en un predio de la Universidad Austral, en Pilar. Con un staff multidisciplinario casi totalmente integrado por mujeres, El Granero fue concebido como un centro de rehabilitación de nivel internacional, que podrá atender hasta 400 chicos. La equinoterapia, dicen sus conductoras, "integra la medicina, la psicología, la pedagogía y el deporte, y permite alcanzar metas importantes en poco tiempo, lo que genera en los pacientes un cambio radical". Para la ciencia no resulta una novedad que, por su cadencia, calor corporal y mansedumbre, el caballo es un arma muy eficaz en el tratamiento de una amplia gama de discapacidades.
A la inauguración del viernes no le faltaron emoción ni ilusiones. Tampoco faltó Joaquina, que andaba correteando de acá para allá.