Covid: Miles de muertes no pueden quedar impunes
Desde el 19 de marzo de 2020 estamos encerrados, escuchando que viene el pico, que vienen millones de vacunas, con el Gobierno negándose a comprar vacunas que no sean producidas en países autocráticos como Rusia, China y Cuba, rechazando ayuda del Fondo Covax y hasta despreciando las que regalaban Chile y un generoso exjugador de fútbol. De paso, prohibió que los particulares pudiésemos comprarlas y aplicarlas. En paralelo, hay infames vacunatorios vip, vacunas almacenadas sin aplicar y segundas dosis que nadie sabe si llegarán.
Encima tenemos que soportar faltas de respeto de los responsables de este desmadre sanitario. La casta política no se ocupa de nosotros pero sí de ellos: dejando de lado escandalosos dispendios de nuestros cada vez mayores impuestos, el kirchnerismo postergó las elecciones, ayudado por parte de la oposición que le cree sus promesas y se engaña con “cláusulas cerrojo” pueriles e inconstitucionales. Estamos en institucionalidad cero, donde la negación de nuestras libertades, que no resiste el mínimo análisis de un estudiante de derecho constitucional, solo tiene como respuesta el silencio de los que siguen cobrando sus sueldos.
Casi nadie con poder político dice nada. Los pactos no existen, pero que los hay, los hay. Ese panorama desastroso no parece ser novedad sino más de la misma miasma política que nos sumerge desde hace décadas y nos ha resignado a vivir en un desastre endémico y progresivo en el que mañana será peor que hoy. Cada día exportamos algo que vale infinitamente más que la soja, el oro o la energía: conocimiento, encarnado en jóvenes preparados y pujantes, que no quieren repetir el fracaso de sus padres y abuelos, solo para que se enriquezcan los mismos políticos, empresarios y sindicalistas.
Pero hay algo que empeora la triste realidad a la que estaba habituada mi generación: en más de un año han muerto más de 80.000 argentinos, no solo por causa del Covid, sino por la completa impericia y negligencia al enfrentarlo. Nada indica que esa masacre vaya a detenerse, porque no se testea ni se vacuna como han hecho los países que están volviendo a la normalidad. Cualquiera puede morir en días: sobran ejemplos de jóvenes sin morbilidades, muertos por Covid.
En más de un año han muerto más de 80.000 argentinos, no solo por causa del Covid, sino por la completa impericia y negligencia al enfrentarlo
Casi ningún político poderoso menciona que la Constitución en su art. 53 tiene un remedio para terminar con situaciones desastrosas: el juicio político por mal desempeño o por delito cometido en ejercicio de funciones electivas. También callan que el Código Penal castiga a quien abandona al prójimo en su art. 106, diciendo: “El que pusiere en peligro la vida o la salud de otro, sea colocándolo en situación de desamparo, sea abandonando a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba mantener o cuidar o a la que el mismo autor haya incapacitado, será reprimido con prisión de 2 a 6 años”.
Menos aún se recuerda a la gente que es delito ocasionar desastres: el art. 189 condena a cárcel a quienes por imprudencia o negligencia, por impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los reglamentos u ordenanzas, causen un gran daño material o aun moral. Y si pone en peligro a la gente o causa muertes, la condena puede quintuplicarse. Solo para darnos una idea: este horror supera a todas las muertes que los historiadores calculan para todas nuestras guerras internas y externas, desde las Invasiones Inglesas hasta las Malvinas, pasando por las luchas civiles.
Olvidemos al kirchnerismo, porque su plan bolivariano es evidente: miedo, encierro, pobreza y embrutecimiento facilitan su proyecto autocrático. Pero excepciones aparte ¿la oposición es eficiente? El peronismo ¿ya decidió proteger a los causantes de esta hecatombe sanitaria, que luego irán por ellos? ¿En qué hemos dejado que nos conviertan?
Exconsejero de la Magistratura y Consejero Académico en la Fundación Libertad y Progreso