Milei y la promesa de Alfonsín
“Previa caída de la convertibilidad y el golpe de Estado impulsado por Eduardo Duhalde y Alfonsín, que paradójicamente a Alfonsín lo muestran como el padre de la democracia, siendo que fue partidario de un golpe de Estado”, dijo el presidente Javier Milei como orador central de un evento de la Fundación Mediterránea, en Córdoba, donde expuso ante empresarios, que lo ovacionaron cuando ingresó y se ubicó en el estrado. “En pocos lugares juego tan de local como acá”, agregó feliz.
No es novedad que Milei manifieste su odio visceral contra el expresidente Raúl Alfonsín. En la memoria de todos está su desafortunada frase “practico punching-ball pegándole a una foto de la cara de Alfonsín”. Como en todas sus intervenciones, Milei elige los momentos para agraviar, ayer se cumplían 41 años del retorno de la democracia que llevó a Raúl Alfonsín a la presidencia de la Nación. Su frase frente a la caída de Fernando de la Rúa puede ser una interpretación política personal que varios comparten, pero no está fundamentada en los hechos. Milei, como tantas otras veces y en otros temas, miente. La salida anticipada del gobierno de la Alianza estuvo marcada por errores propios, la desarticulación del espacio político -un año antes había renunciado su vicepresidente Chacho Álvarez- y la infinita acción desestabilizadora del peronismo aprovechándose de una crisis que había creado el último gobierno peronista y que meses después pegó en todos los sectores de la economía.
El mismo embate, o quizás peor, recibió Alfonsín de parte de la oposición liderada por Carlos Menem, ya triunfador de las elecciones del 14 de mayo de 1989, cuando alzaban la voz en cuanto foro internacional y público tenían a su alcance señalando la necesidad de “un dólar alto”. Alfonsín recibió durante su gobierno13 paros generales, todas las acciones desgastantes y casi desestabilizadoras por el rechazo del Plan Primavera de parte de la otrora poderosa CGT, los saqueos producidos en el otoño de 1989. Pero, sobre todas las cosas, era un gobierno que sufrió agresiones que otros no conocieron, como los alzamientos de Semana Santa de 1987 y Monte Caseros meses después, liderados por Aldo Rico, un militar que luego sería intendente de San Miguel aliado al peronismo. Eso por un lado, y porel otro la toma del Regimiento de La Tablada de parte de miembros del desarticulado ERP. Jamás le perdonaron al primer gobierno de la democracia los Juicios y condenas a las Juntas Militares, los juicios y condenas a los responsables de hechos de sangre de organizaciones guerrilleras -Firmenich estaba preso y el resto de los “jefes” se encontraban prófugos- y hasta la detención de José López Rega, jefe de la Triple A, que falleció en la cárcel antes de la asunción de Carlos Menem, quien, una vez en el poder, indultó a todos.
El clima se fue armando desde otros sectores de poder, el 13 de agosto de 1988 Alfonsín recibió una silbatina en el acto de la Sociedad Rural y el presidente no se amilanó y contestó con firmeza improvisando un discurso sin papeles y sin insultos -tan distinto a este período actual-. Fueron pocos minutos que alcanzaron para decir que quienes lo silbaban “son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura. Es una actitud fascista el no escuchar al orador”, luego recordó que estaba la promesa del dólar libre para el sector agropecuario, a cumplirse a fines de 1989; y resaltó que el sector industrial afrontaba mayores costos. “Esfuerzos hacemos todos”, recordó el presidente. No convenció.
El paro del 12 de septiembre siguiente, con incidentes en Plaza de Mayo, llevó a un desgastado gobierno a adelantar las elecciones al 14 de mayo en busca de la paz social, y terminó siendo un error. Las especulaciones de los sectores económicos por llevar la situación a un caos con el fin de poder renacer sobre sus ruinas con reglas de juego propias hicieron el resto. Mientras tanto, el peronismo que respondía a Carlos Menem -a quien Milei hoy destaca como un prócer a imitar y sumó a varios peronistas de ese sector a su gobierno como Rodolfo Barra, Daniel Scioli, Martín Menem; Patricia Bullrich, entre otros- impedía privatizar empresas públicas - recordar el discurso del senador Eduardo Menem tratando de “vendepatrias” a quienes impulsaban una ley para crear una sociedad mixta para Aerolíneas Argentinas- y achicar el estado, con un discurso populista y nacionalista que nada tuvo que ver con la gestión que llevó adelante el peronismo durante los años 90. No solo mintieron en campaña, sino que también, luego de criticar al Alfonsín duramente por la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, lo trataron de “cobarde” a pesar de que ellos estuvieron ausentes en la Conadep y promovieron sostener el decreto de autoamnistía de la Junta Militar y que los abogados defensores de los militares acusados utilizaron en “Decreto de Aniquilamiento” de la subversión, firmado por el último gobierno peronista, para justificar la barbarie por la estaban siendo juzgados y luego condenados.
Alfonsín cometió errores, muchos, políticos y sobre todo económicos. Las demandas corporativas, que habían callado y acompañado con docilidad la destructiva política económica de Martínez de Hoz, fueron rocas en el camino, y esto no le quita responsabilidad al gobierno radical, para nada. Pero errores así cometieron todos los presidentes que lo sucedieron, y ninguno pagó con tanto odio desestabilizador como lo hicieron Alfonsín y el propio De La Rúa, casualmente con la misma oposición. No en vano Mauricio Macri será recordado por ser el primer presidente no peronista que cumplió su mandato desde 1928, pero poner a uno victimario de otro sin repasar todo el contexto histórico es una simple canallada.
Hay pocos argumentos para decir que la presidencia del Alfonsín no fracasó en cuanto a lo económico, la hiperinflación da muestra de ello, pero a los presidentes se los debe juzgar por las posibilidades que tuvieron de hacer frente a la situación y al cumplimiento de su palabra. Raúl Alfonsín hizo campaña prometiendo “democracia y libertad para siempre”. A 41 años de ese hecho histórico hay que destacar muchas cosas: su docencia permanente mientras ejerció el poder, convenciendo a cada argentino que la democracia era el único sistema posible en el que podíamos vivir, su trabajo respetando las instituciones siempre aun recibiendo embates golpistas -es hora de reconocer que Alfonsín fue contra las fieras en modo salvaje y no cazó “elefantes en un zoológico” como se hizo en la primera década del siglo- teniendo el gesto de adelantar la entrega del poder, solo con el fin de pacificar y otorgarle más tiempo a quien había sido electo por la voluntad popular y, sobre todo y no es poco, no llevar consigo ninguna causa ni proceso por corrupción. Años después, dos expresidentes, Carlos Menem y Cristina Kirchner eran condenados por corrupción, y un vicepresidente, Amado Boudou, que fue preso, para dar un simple ejemplo. En cualquier país del mundo y ante esa historia personal a un dirigente político de tal envergadura, se lo enaltecería. Milei elige desfenestrarlo, para construir un relato propio para confundir y fanatizar a los suyos, del mismo modo que hicieron los Kirchner con otros temas.
Vale recordar que cuando Javier Milei era candidato a la presidencia, en una entrevista con la colega Luciana Geuna en la señal de noticias TN, evitó pronunciarse en favor de la democracia. Este fue el diálogo, textual:
-Geuna: ¿Usted cree en la democracia?
-Milei: Digamos, yo creo que la democracia tiene muchísimos errores - contestó Milei, en lo que era el inicio de las vueltas de su discurso para no responder la pregunta.
-Geuna: Pero, ¿usted cree en el sistema democrático? - repreguntó.
-Milei: ¿No conocés el teorema de imposibilidad de Arrow? -advirtió Milei, sin contestar.
Geuna- Yo le hago la pregunta de nuevo porque la que pregunta acá soy yo. ¿Usted cree en el sistema democrático?
Milei -¿Y yo no puedo contestar con una pregunta? -, siguió Milei sin responder.
Geuna- No. Lo que le pregunto puede ser importante. Ahora me lo cuenta el teorema, no lo conozco, pero lo que le digo es importante la pregunta y requiere una respuesta contundente que es ¿cree o no en el sistema democrático? — reiteraba la comunicadora. -Es fácil la pregunta ¿cree o no cree?
Milei- Si vos conocieras el teorema de imposibilidad de Arrow, digamos, o sea, tendrías algunas consideraciones—, dijo Milei, finalmente.
En esa entrevista la periodista entendió que faltaba una definición clara y concisa sobre un sistema al que Milei aspiraba a representar. Le preguntó cuatro veces sobre su postura frente a la democracia. La respuesta debió ser concluyente: o por sí o por no. Y las cuatro veces evitó definirse mencionando a Kenneth Arrow, Premio Nobel de Economía. Es curioso, porque muchos teóricos destacados salieran en su momento al cruce señalando que el llamado «teorema general de la imposibilidad» no afecta la preferibilidad de la democracia por sobre sistemas no democráticos.
Javier Milei desprecia a Raúl Alfonsín, tal como él mismo lo repite cada vez que puede. Y lo puede decir sin reparos porque 41 años después hay democracia y libertad para decir esas cosas y para criticar su gobierno. Pero acusar a Alfonsín de golpista reviste un nivel de desprecio por la verdad y falta de respeto a la institucionalidad, que un presidente constitucional debería honrar. Seguramente Milei no lo sepa o no quiere saberlo, pero si él es presidente legítimo de nuestra democracia, si tiene la libertad para expresar y emitir agravios e insultos que pueden ser reprochables, pero no son censurados, se debe a que pocos hombres, quizás nadie como Raúl Alfonsín, hicieron posible que aquella promesa de campaña de 1983, “vamos a tener democracia para siempre”, se cumpliera.
Ojalá que al final de su mandato Milei pueda jactarse de lo mismo.