Milei y el dilema de la casta dialoguista
Los desafíos que cualquier nuevo gobierno no peronista solía encontrarse en la Argentina no son hasta ahora un problema insuperable para el Gobierno; su dificultad está en conseguir que fuerzas ideológicamente afines no le entorpezcan el programa desde el Congreso
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Los clásicos desafíos con los que cualquier nuevo gobierno no peronista solía encontrarse en la Argentina desde la caída de la convertibilidad no representan, hasta ahora, un problema insuperable para Javier Milei. Al contrario. Podría decirse que el control de la calle, la transitoria tranquilidad cambiaria y la tolerancia social al ajuste vienen siendo su punto fuerte, al que habría que agregarle haber licuado la temible montaña de pasivos remunerados del Banco Central, viejo fantasma de campaña. La dificultad del Gobierno está, en cambio, en lo que a simple vista parecía menos arduo: conseguir que fuerzas ideológicamente afines, como Pro, el PJ no kirchnerista y una parte de la UCR, no le entorpezcan el programa desde el Congreso.
Es como una venganza de la casta dialoguista. De “los imbéciles centristas biempensantes”, apuntaría Milei. Es curioso porque ese espectro vilipendiado coincide con él en tópicos que hasta hace pocos años, durante el kirchnerismo, eran tabú: la emisión sin demanda de dinero es inflacionaria, las tarifas deben actualizarse, cortar la calle es delito, la riqueza se genera desde el sector privado y hay empresas estatales que deben privatizarse. Lo que les impide entenderse no son tanto los adjetivos del Presidente como algo bastante más complejo: cierta incapacidad del oficialismo para presentar una estrategia a partir de la cual negociar acuerdos.
El desenlace de todo está a la vista: hay al menos dos leyes perjudiciales para el equilibrio fiscal que se vinieron encima. La oposición está a 8 votos de conseguir el miércoles los dos tercios de los presentes para ratificar en la Cámara de Diputados la movilidad jubilatoria que el Poder Ejecutivo vetó hace dos semanas. Ya los tiene para el quorum. Y también existe acuerdo para que, al día siguiente, el Senado sancione la ley de financiamiento universitario y obligue al Gobierno a un segundo veto que ya anticipó el jefe de Gabinete. En la agrupación Nuevo Encuentro, que conduce el radical Emiliano Yacobitti, anticipan que en ese caso habrá otra marcha masiva. La esperan casi más que a la ley. La defensa de la universidad pública, única causa convocante que encontró hasta ahora la oposición, tiene desde ayer una nueva fuerza del PJ, la Juventud Universitaria Peronista, que impulsan Juan Manuel Olmos, Federico Mochi y Juan Manuel Valdés y que acaba de imponerse en las elecciones de la Facultad de Farmacia y Bioquímica. ¿Habrá entonces otra multitud en la calle? Es probable. ¿Pudo haberse evitado? Tal vez.
Dicen que Milei está molesto por el trabajo legislativo, en particular con Martín Menem. “No me atajan un penal”, lo oyeron quejarse. Justo en momentos en que la economía parece encaminada hacia cierta estabilidad y con varios sectores en recuperación. “No vendimos un solo dólar”, celebraba anteayer en la intimidad Luis Caputo, al cabo de otra jornada de descenso en el billete. Se percibe además un cambio cultural positivo en la mirada económica de la sociedad. Hacia quienes generan riqueza, por lo pronto, a la vez menos reacios a mostrarse en público. Muchos de ellos son activos en Twitter. El miércoles, en el acto que hizo en el Mercado Central con Milei, Marcos Galperin se llevó más aplausos de sus empleados que el propio Presidente. Hacía tiempo que no se veía. Dicen que Martín Migoya, líder de Globant, lo convenció hace dos sábados en un cumpleaños de sumarse como sponsor del equipo Williams de Fórmula 1, que acaba de incorporar al argentino Franco Colapinto. El próximo fin de semana en Bakú, Azerbaiyán, estará el logo de ambas empresas.
Milei consiguió fuera del Congreso lo que dentro de ambas cámaras parece imposible: la virtual inexistencia de la oposición. Hace más de cuatro meses que no hay cortes de calles. En el peronismo se preparan para hacer ruido el Día de la Lealtad, pero en el fondo admiten que esperan, como Grabois, el momento del hartazgo. El PJ vuelve a soñar con marzo. Pero el problema del Gobierno está en las bancas, desde donde se imparten incluso órdenes contrapuestas. El miércoles, durante la exposición de Francos en la Cámara de Diputados, él y Martín Menem le aceptaron a la radical Karina Banfi que el decreto que modifica los pedidos de acceso a la información pública podría ser revisado. “¿Viste? Estamos para ayudarnos”, llegó a decirle Menem. Momentos después, por teléfono, Santiago Caputo le negó a la diputada esa posibilidad. Discutieron. “Estás proponiendo lo mismo que Maduro”, provocó Banfi. No hubo acuerdo. Por la noche, consultado una vez más, Francos insistía en los cambios. ¿A quién atender? Al triángulo de hierro, diría Milei.
La dispersión preocupa también a los empresarios. Dicen que le quita credibilidad al Gobierno. “Yo preferiría que el triángulo de hierro fuera un octógono de plástico”, dijo uno de ellos. La mayoría tiene buenas perspectivas, pero considera que es pronto para proyectar. Hay señales ambiguas y persiste una incógnita decisiva para cualquier proyecto: la apertura del cepo. No es tan fácil porque parte de la tolerancia al ajuste se sustenta en que afloja la inflación. ¿Ocurriría lo mismo si el proceso se interrumpiera durante dos o tres meses por el fin de las restricciones cambiarias? De esa decisión depende también la política tarifaria, otro rasgo sensible. En el oficialismo admiten que, por primera vez, según varias encuestas, la imagen de Milei empieza a verse afectada por los aumentos en electricidad, gas y transporte. Del sendero de quita de subsidios depende también el equilibrio fiscal.
El Gobierno acaba de acordar con la Capital Federal el traspaso de 31 líneas de colectivos. No le costó demasiado. A diferencia de lo que pasa con Kicillof en la provincia de Buenos Aires, a Jorge Macri no le resulta ventajoso mostrarse públicamente enfrentado con Milei: tienen electorados muy similares. Queda por resolver, con todo, el cumplimiento de la medida cautelar de la Corte que obliga a la Nación a subirle a la Ciudad la coparticipación del 1,4% al 2,95%. Son 100 millones de pesos mensuales que, desde el 2 del mes pasado, el Gobierno le envía por semana al distrito porteño como transferencia discrecional. Macri pretende, sin embargo, que esos fondos sean incluidos el 15 de este mes como coparticipación automática en el presupuesto 2025. En julio, en una de las reuniones en las que discutían el tema, Ritondo condicionó el respaldo legislativo de Pro a lo que el Palacio de Hacienda decidiera sobre ese asunto, y algo parecido le advirtió Macri a Milei en una de las últimas comidas que tuvieron. El Presidente ya anticipó su intención de ir ese día personalmente al Congreso, pero no dio pistas. Incluirlo o no en el texto determinará su rumbo y su modo: si acepta el pedido y suma a una fuerza como aliada o, al contrario, prefiere encarar las próximas elecciones en soledad. La decisión vuelve a poner a prueba su pragmatismo y su dilema: qué hacer con la casta, donde siempre se tropieza.