Milei y CFK, el dúo Pimpinela de la política
Hay una mutua fascinación entre ambos, más allá del abismo ideológico que los separa, cuando se chicanean a la distancia
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Cuando Cristina Kirchner era presidenta tenía devoción por las cadenas nacionales a repetición en horario vespertino, pero una noche tuvo la mala idea de hacerla cuando los argentinos nos sentábamos a cenar. Fue durante la comida que organizó la UIA por el Día de la Industria, en septiembre de 2012. Como a la hora en que ella hablaba todavía no había terminado el partido entre Racing y San Martín, se resolvió emitir sus palabras en diferido más tarde.
Era la cadena nacional N° 16 en lo que iba de ese año. La mandataria defendía el cepo y las restricciones a las importaciones para proteger “el trabajo y la industria nacional”. También se refirió a los mayores recargos a compras en el exterior con el fin de “obtener los dólares para pagar importaciones y deuda externa”.
Respetó a la audiencia futbolera, pero no tuvo la misma consideración hacia las tiras locales de ficción que entonces todavía contaban con gran adhesión popular en la TV abierta. Tal era el caso de Graduados, por Telefé, que protagonizaban Nancy Dupláa y Daniel Hendler. Abruptamente, ellos fueron barridos por la flameante bandera nacional y la enérgica voz de la locutora oficial repitiendo, una vez más, aquello de “transmiten LRA Radio Nacional y LS82 Canal 7″. De inmediato un murmullo metálico in crescendo fue encrespándose en ventanas, balcones y terrazas de la mayoría de los barrios porteños. Estallaba un insólito cacerolazo que, más que expresar disconformidad por los dichos presidenciales, protestaba por el inoportuno horario en que la presidenta se metía de prepo en las casas, privando a la gente de los atractivos programas del prime time televisivo que todos querían ver.
Hasta el momento no sufrió ese tipo de contratiempos Javier Milei con sus inusuales cadenas nocturnas, el 1° de marzo último, para abrir el período ordinario de sesiones legislativas, y en horario de trasnoche, el 9 de julio, desde la Casa Histórica de Tucumán, por la firma del demorado Pacto de Mayo.
Esta noche volverá a hacerlo desde el Congreso en horario central. Algunos legisladores opositores anticiparon que no concurrirán para no prestarse a lo que consideran será un “show mediático” del Presidente, con el agravante de que pueda reiterar insultos como el de “degenerados fiscales” que ya les propinó por sancionar la ley de movilidad jubilatoria, que vetó, y la ley de financiamiento universitario, que anunció que también botará.
La TV abierta ya no es tan convocante como hace doce años cuando CFK se ligó el cacerolazo por interrumpir una programación mucho más competitiva que la actual. De todas maneras, ya hay una primerísima figura damnificada por la intempestiva cadena dominguera: Susana Giménez, que por esta circunstancia se vio obligada a postergar una semana el debut de su promocionado programa. Aun así, la diva se mostró comprensiva. “Por algo será”, dijo, y justificó que es un buen horario para que la gente escuche el mensaje presidencial con tranquilidad. ¿Habría manifestado la misma tolerancia si a Cristina Kirchner se le hubiese ocurrido algo así cuando estaba en lo más alto del poder? Dudoso.
Y ya que hablamos de la triple ex (dos, como presidenta; una, como vice), digamos que tras el abigarrado cruce de la semana anterior entre ella y Milei, el viernes CFK redobló la apuesta e intensificó el debate que le propone al Presidente a la distancia. Ya vimos que, desde la cumbre de empresarios en Mendoza, Milei recogió el guante y le respondió. ¿Volverá a hacerlo este domingo?
Anteayer, desde la Universidad Nacional del Oeste, en la que Cristina Kirchner volvió a dictar una “clase magistral” (su formato preferido de los últimos tiempos), quedó claro que, más allá de ubicarse en las antípodas ideológicas del líder libertario, guarda por él una extraña fascinación.
Nótese la enorme diferencia en el trato y en lo gestual de CFK hacia Mauricio Macri. No solo no le entregó los atributos del mando en 2015, sino que ella misma confesó que durante la asunción como presidente, en 2019, de Alberto Fernández, dudó en darle la mano (cosa que finalmente hizo, pero muy contrariada). Y, por lo general, ella evitó en sus redes sociales hablarle directamente a Macri, sino que prefirió referirse despectivamente al “macrismo”, sin abandonar nunca una seca seriedad, de la que está muy lejos ahora en sus frecuentes y floridos intercambios con Milei. Eso, sin olvidar, por cierto, la jarana en la que se complotaron ambos el 10 de diciembre durante el acto de asunción del máximo dirigente de La Libertad Avanza.
Está claro que ideológicamente son muy distintos, pero eso no quita que se identifiquen y respeten en su condición de plebeyos, en sus modales groseros, como odiadores de la prensa y en el estilo capanga de ejercer el poder. La fascinación es mutua.