Milei, tras los pasos de Bukele
El presidente argentino sueña con repetir la historia de acumulación de poder de su par salvadoreño y con gobernar sin tener que negociar con nadie
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El respiro que los ecos de las desventuras de Alberto Fernández le dieron al gobierno nacional duró poco. Javier Milei acaba de concluir una de las peores semanas para su gestión en términos políticos, con tres traspiés parlamentarios en apenas 72 horas: la pérdida de la presidencia de la Comisión Bicameral de Control de los Organismos de Seguridad e Inteligencia, el rechazo de la Cámara de Diputados al decreto que aumentó los fondos reservados de la SIDE y la sanción por parte del Senado de la ley de movilidad jubilatoria por una abrumadora mayoría de votos que incluyó a cinco senadores de Pro.
Lo ocurrido podría dejarle al menos un par de enseñanzas a un gobierno frecuentemente reacio a las negociaciones con la oposición. La primera es que ni aun en medio de su desgraciada situación se puede subestimar al kirchnerismo, siempre cómodo en la resistencia. La segunda es que el costo del impacto de la diferenciación de Mauricio Macri puede resultar para el Gobierno más alto que el beneficio político de los escándalos de Alberto Fernández.
Sin embargo, Milei no se amilana. Siguiendo los consejos de quienes junto a él integran su “triángulo de hierro”, su hermana Karina y su asesor Santiago Caputo, el Presidente está convencido de que cuanto más lo obstaculice el Congreso, mayor será la paliza electoral que les asestará a sus opositores en los comicios legislativos de 2025.
El Presidente está convencido de que cuanto más lo obstaculice el Congreso, mayor será la paliza electoral que les asestará a sus opositores
El sueño de Milei de legislar sin tener que negociar absolutamente nada con quienes ha calificado originalmente como “la casta” y más tarde como “ratas” y “degenerados fiscales” encuentra un reflejo en el camino que, para acumular poder, siguió el actual mandatario de El Salvador. Nayib Bukele llegó en 2019 a la presidencia de un país devastado por la inseguridad y el crimen, que exhibía el mayor número de homicidios per cápita en el mundo. Accedió al poder tras imponerse en elecciones a los dos grandes partidos que hasta entonces dominaban el escenario político salvadoreño –Arena y el FMLN– y debió lidiar desde el principio con el hecho de tener que gobernar con una franca minoría parlamentaria, situación que derivó en no pocos conflictos, en particular cuando Bukele llegó a ordenar el ingreso de tropas del Ejército a las instalaciones de la Asamblea Legislativa. Pero su exitoso plan de lucha contra la inseguridad, al margen de las acusaciones por cercenar los derechos de los detenidos y la independencia del Poder Judicial– le valió un fuerte apoyo popular, que le permitió ganar en 2021 las elecciones legislativas de mitad de mandato con alrededor del 70% de los sufragios. En los comicios presidenciales de febrero de 2024, fue reelegido presidente con nada menos que el 84,6% de los votos, por lo que las fuerzas opositoras han quedado reducidas a su mínima expresión.
La historia de acumulación de poder de Bukele puede sonar como música para los oídos de los libertarios. Pero la política argentina es mucho más compleja.
Si la clave para la llegada de Bukele a la cima de su poder actual fue la lucha contra el crimen, para Milei la representa el combate contra la inflación. Y no es poco lo que el presidente argentino puede ostentar en esa materia. Haberla bajado desde el 25% en diciembre hasta el 4% en julio es muy meritorio para propios y extraños. El problema es que, de acuerdo con las últimas encuestas de opinión pública, la inflación ya ha dejado de ser la principal inquietud de los argentinos, para dar lugar al desempleo.
El más reciente sondeo de Synopsis Consultores, concluido el 14 de agosto entre 1186 casos en el ámbito nacional, indica que el desempleo es la mayor preocupación que afecta al país, con el 39,2% de las menciones, seguido por la corrupción, con el 27,1%, y por la inflación, con el 17,7%. La inquietud por la desocupación alcanza así nuevos niveles máximos en ocho años.
La misma encuesta parece indicar que las críticas que semanas atrás formuló Mauricio Macri a la gestión de Milei pudieron haber mermado el potencial caudal electoral de La Libertad Avanza. Aun así, la fuerza política libertaria se sigue ubicando a la cabeza de las preferencias de los votantes frente a un hipotético escenario electoral.
Frente a la pregunta “si hoy fueran las elecciones legislativas de 2025 y tuvieras que decidir a quién votar, ¿por qué partido votarías?”, el 30,9% mencionó a La Libertad Avanza; el 22,2%, al PJ no K; el 15,8%, al kirchnerismo; el 9,4%, a Pro, y el 4,7%, a la izquierda, con algo más de un 10% de indecisos.
Un dato relevante es que la intención de voto por La Libertad Avanza cayó del 42,2% en junio al 39,9% en julio y al 30,9% en la actualidad. Según la interpretación de Lucas Romero, director de Synopsis, la explicación de esta caída podría relacionarse con las críticas vertidas por Macri a la gestión y al entorno de Milei. Algo de esto se puede observar cuando se analiza la evolución de la intención de voto en el segmento de votantes de Patricia Bullrich en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023. Si en junio casi dos de cada tres de esos ciudadanos manifestaban su intención de votar a La Libertad Avanza, en agosto ese caudal se retrajo al 36,8%, en tanto que el apoyo a Pro entre ese segmento se duplicó del 15,2% al 30,3%, según el análisis de Romero.
La conclusión sería que así como las desventuras de Alberto Fernández no le agregan apoyos a Milei, los cuestionamientos de Macri pueden restárselos. Algo que probablemente haya percibido el Presidente, a juzgar por la frecuencia de sus encuentros en la quinta de Olivos con Macri, tras un largo período de distanciamiento.
Consciente de que si Pro es garante de la gobernabilidad, el Gobierno debería tratar a esa fuerza política como tal y respetar a sus dirigentes, Macri ha buscado desmarcarse de Milei, aunque no del todo. “Esto no es el cambio”, afirmó frente al decreto que incrementó en 100.000 millones de pesos los gastos reservados de la Secretaría de Inteligencia, avalando su rechazo por la Cámara de Diputados. También se opuso a la propuesta presidencial de designar a Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia. En cambio, respaldó la decisión de Milei de vetar la ley de movilidad jubilatoria, pese a que cinco senadores de Pro apoyaron su sanción.
Hay quienes dentro de su propio partido le endilgan a Macri cierta insensibilidad frente a la situación que viven muchos jubilados, sin advertir que la ley de movilidad jubilatoria sancionada no contempló la inclusión de ninguna disposición que indique cómo se compensaría el impacto fiscal de los aumentos en los haberes. Todo nuevo gasto exige reducir otros gastos, aumentar o crear impuestos, o lisa y llanamente emitir dinero. Esta última opción ha sido la elegida por los gobiernos kirchneristas y colocó a la Argentina al borde de la hiperinflación, al tiempo que terminó incrementando la pobreza que el populismo decía querer combatir.
El gesto de Macri, que de alguna manera podría evitar que la Cámara de Diputados pueda alcanzar los dos tercios de los votos para insistir frente al veto presidencial a la ley de movilidad jubilatoria, no fue debidamente valorado por Milei, quien prefirió atacar indirectamente al expresidente al poner en duda su liderazgo y sugerir que “no maneja a su tropa”. Al mismo tiempo, el expresidente cosechó furibundas críticas de parte de la militancia digital libertaria. Y un diputado provincial cercano a Santiago Caputo, Agustín Romo, lo acusó de “ordenar a sus diputados que voten junto al kirchnerismo y en contra del Gobierno para extorsionar y pedir más cargos”.
Si bien Milei se declara partidario de una coalición electoral con el macrismo el año próximo, en su entorno se ocupan de bajarle el precio a la fuerza conducida por Macri. Los libertarios aspiran a ir absorbiendo de a poco a Pro, comiéndole dirigentes en tajadas. Los macristas conocen esa estrategia. Es probable que a Macri le gustase colaborar con el actual gobierno desde una negociación entre partidos de una coalición, precisamente la idea que desechó frente a la Unión Cívica Radical cuando llegó a la Casa Rosada, en diciembre de 2015. En aquel entonces, les cedió a hombres del radicalismo algunos ministerios sin consultar al comité nacional de ese partido. Milei hizo lo mismo: escogió a dirigentes vinculados a Pro que le gustaban, como Patricia Bullrich y Luis “Toto” Caputo, sin consultar a Macri.
El problema de Milei es que, ante la falta de sistematización de una coalición de gobierno, seguirá necesitando de mínimos y probablemente costosos acuerdos con la oposición en el Congreso si aspira a avanzar en la sanción de leyes necesarias para el éxito de su gestión. La ley de presupuesto 2025 será uno de los próximos tests más importantes. Pero ¿puede el Presidente exigirles algo a legisladores a quienes no duda en calificar como miserables degenerados fiscales? Se trata de una táctica tan absurda como acusar a todos aquellos periodistas que osen cuestionarlo de “ensobrados” o como tildar de “ecochantas” o “comunistas” a economistas cercanos al liberalismo que expresan sus dudas sobre su programa.
Aquel sueño mileísta de gobernar sin tener que dialogar o negociar con nadie está muy lejos de poder cumplirse. Y a la lejanía de ese objetivo se suma una triste realidad del presente, reconocida incluso entre funcionarios del Gobierno: sus bloques de diputados y senadores están plagados de dirigentes impresentables, que ya han dado sobradas muestras de amateurismo y protagonizado no pocos papelones.
Milei tiene un desafío mayúsculo: ordenar la economía del país antes de que se termine de desordenar la política.