Milei, o la misma película con otros actores
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En 1980 y 1990, se llamaba “efecto Orloff” a los intentos casi simultáneos de la Argentina y Brasil de controlar la hiperinflación, todos sin mucho éxito. Curiosamente, la expresión no venía de ningún economista ruso, sino de una publicidad de vodka. En el anuncio, una persona se veía a sí misma en un bar, y ese reflejo le decía: “Soy vos mañana”. Hoy, al recordar la sorpresa que generó en la campaña electoral brasileña de 2018 la aparición de un casi desconocido diputado –que terminó siendo presidente– que se presentaba como la solución ideal al sentimiento antipolítica que reinaba en el país, el “efecto Orloff” vuelve como un déjà vu.
Los electores reaccionaban entonces contra los políticos tradicionales, sus manejos y negociaciones, la corrupción y la incapacidad del Estado para responder a las demandas de grupos sociales que se empobrecían de modo visible. Mucho de lo que vimos en la campaña electoral de 2018 (y lo que se ve ahora en la Argentina) repite el manual de la alt right (derecha alternativa) norteamericana, fenómeno político que se expande desde hace una década. El modelo repite a través de diferentes vías –medios de comunicación y redes sociales– verdades parciales o falsedades totales para aprovechar el resentimiento colectivo. Sus enunciados van desde la normalización de lo inverosímil (la Tierra es plana) hasta el ataque directo a los actores tradicionales por medio del deep state o “la casta”.
Por eso la sensación de déjà vu es inevitable cuando se ve a Javier Milei. La construcción del personaje combina las patillas de San Martín con la melena de Boris Johnson, la teatralidad trumpista y el desbocado estilo bolsonarista. Tal como esos referentes, Milei se muestra como el antipolítico con soluciones inéditas que han sido omitidas por el grupúsculo tradicional, que ahora puede ser finalmente alejado. Es la remake de una película en la que cambian los actores, pero el argumento sigue siendo el mismo. Durante la campaña electoral, estos personajes logran el apoyo de actores respetados de diferentes ámbitos que les hacen llegar propuestas de las reformas necesarias. La élite económica pronostica, incorrectamente, que controlará al personaje. Los políticos tradicionales, amilanados, miran atónitos el insólito fenómeno mediático. El problema principal de esta película es que ya conocemos el final, y no es un final feliz.
La ruptura está fundamentada en el conflicto, para el cual solo hay propuestas simplistas. Una vez que está instalado en la silla del poder, el personaje solo puede mantenerse ahí con la producción de crisis diarias, frases efectistas y la creencia de sus seguidores más fanáticos de que la ruptura no ocurre por el boicot que ejercen las castas. Y entonces, la imposibilidad material o política de implementar sus promesas lleva, inevitablemente, a más ataques al establishment y sus instituciones. En la versión brasileña de esta película, esos ataques llevaron a tomar decisiones trágicas y anticiencia durante la pandemia, que afectaron la salud y la educación de la población: la pérdida de 700.000 vidas y un retraso en la formación, cuyo impacto se sentirá en las próximas décadas, así lo atestiguan.
En la economía, la incapacidad para dialogar e implementar las reformas necesarias dañó el crecimiento durante 4 años. Las consecuencias políticas no fueron menos graves. Al asalto a la institucionalidad –con ejemplos literales como la invasión en Brasilia y en el Capitolio–, se sumó el aislamiento del mundo. ¿El resultado? Sociedades fracturadas, que dependen de la estabilidad de sus poderes judiciales para evitar un conflicto civil de resultados imprevisibles.
Para quien vio esas películas –aun con las peculiaridades nacionales–, las conclusiones son las mismas: no hay salvación institucional fuera de la política; no hay milagros económicos que lleven a la alquimia de monedas; los personajes exóticos sin contenido no logran reformas; las sociedades complejas evolucionan solo con mecanismos que permiten la creación de consensos y no por medio de conflictos permanentes. Ojalá la sociedad argentina pueda comprender estas lecciones y evitar así la segura resaca del día después.
Doctor en Derecho Internacional, exsecretario de comercio exterior de Brasil