Milei, la larga marcha de nerd a rosquero argento
Un político que estudió con Javier Milei en su juventud y que frecuentaba su casa familiar lo describe como un nerd. En aquella época, lo mismo pensaba el padre del Presidente, aunque tal vez sin ponerle esa palabra tan sofisticada. Digamos que ninguneaba al hijo y se resignaba a su perfil encerrado, obsesionado con los libros y de escasas habilidades sociales. Padre e hijo nunca se llevaron bien. Pero el tiempo pasó y el nerd devino en un rockstar libertario que, eso sí, seguía odiando la rosca.
“Lo bueno es que a Kari le encanta”, solía decir el Milei candidato, durante la campaña. Se refería, claro, a las habilidades políticas de su inseparable hermanísima Karina Milei. Pero un día, ya en el poder, Milei se chocó de frente con la despreciable casta que le mostró su propio scrum: una mayoría de dos tercios en el Congreso. Peligrosa mayoría para un hipotético juicio político, tal como viene amenazando el kirchnerismo en la eventualidad de que a Milei se le apagara el romance con la sociedad.
Como dice el politólogo Federico Zapata, de la consultora Escenarios: “Milei había elegido a unos enemigos perfectos, los políticos del Congreso y la Justicia, ambos sectores con pésima imagen; el problema es que subestimó su poder”. Luego, recalculó.
Fue el viernes 30 de agosto cuando, de pronto, despertó su rosquero interior: ese día, por primera vez, recibió a los jefes de los bloques aliados. Le seguirían varias reuniones más con senadores y diputados afines, y, anteayer, la frutilla del postre: un asado a lo Menem en el mítico quincho de Olivos, donde mimó a los “87 héroes”, fruto de la rosca, que blindaron el veto presidencial al aumento de las jubilaciones. Los convocó a formar un “scrum” oficialista capaz de bloquear la desestabilización económica promovida por los “degenerados fiscales”. Un gesto para el círculo rojo.
Hace poco más de un mes, en la Casa Rosada, mientras Milei almorzaba panchos con mostaza con Demian Reidel, un economista de perfil bajo e influencia alta, un funcionario destacó lo afortunado que era por carecer de una oposición sólida. Milei recibió el comentario casi ofendido y, en cambio, ensalzó su propia rosca: “Algo habremos hecho nosotros para quebrarlos”, le enrostró.
Un libertario de la primera hora asegura que ahora compiten entre los hermanos por la rosca. Al parecer, Karina no quiere perder protagonismo ni poder: esa sería una de las razones por las cuales no quiere una fusión con Mauricio Macri, que la llama despectivamente “la vendedora de tortas”.
Algunos diputados aliados cuentan que Karina los reta cuando le envían un mensaje directamente a su hermano por WhatsApp sin antes consultar con ella. ¿Nace un nuevo doble comando entre los hermanos Milei?
Otro síntoma de que la rosca evoluciona fue la foto de esta semana –idea del cada vez más influyente Lisandro Catalán, mano derecha de Guillermo Francos– que muestra a Karina, Santiago Caputo y al propio Francos en una forzada armonía.
La foto del trío expone más el conflicto que la unidad ficcionada. Después de sentirse desautorizado por Caputo en algunos de sus anuncios en su informe de gestión frente al Congreso, por primera vez Francos se plantó. ¿Amagó con irse? No, pero casi. Los hermanos Milei se asustaron. Francos es la esencia de la rosca. Y de la más clásica y, por ahora, no tendría reemplazo en el universo mileísta.
Un dato de color, aunque con significado político. En la foto posteada por Catalán destaca el pelo de Santiago Caputo. El monje negro de Milei aparece, informal, con una camisa rosa fuera del pantalón y el pelo enloquecido. Como se preguntaba The Guardian en un recordado artículo de 2023, ¿el populismo de derecha es una cuestión de pelo? El popular periódico inglés marcaba la coincidencia entre las frondosas cabelleras de los actuales líderes mundiales de derecha, entre los que incluía a Trump y, por supuesto, a Milei, entre otros.
Es cierto que a Milei se le alinearon los planetas: el sistema tradicional de partidos –el viejo orden, digamos– está destruido. Salvando las distancias, Zapata lo compara con la implosión de la Unión Soviética. Y en esa caída es crucial la destrucción total de Juntos por el Cambio. La consultora Fixer tiene a todos los políticos con mayor imagen negativa que positiva y al propio Milei con una leve baja en su buena imagen. Lo mismo registran otras consultoras.
Sin embargo, ninguna fuerza política es capaz de capitalizar esa caída. El kirchnerismo, devenido en partido vecinal de la tercera sección electoral del conurbano, registra una novedad: la vicepresidenta Victoria Villarruel mide mejor que Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Incluso a nivel nacional está por encima del propio Milei. Más motivos para acelerar la rosca.
Y es por ese derrumbe del viejo orden que los trolls libertarios se dedican a atacar a otro engranaje crucial: el sistema tradicional de medios. La idea no es novedosa. En su momento lo intentó La Cámpora y, más tarde, Marcos Peña como monje negro de Macri, ninguneó, subestimó a los medios tradicionales privilegiando a los recursos tecnológicos a través de videos en redes. La diferencia es que nunca fueron tan a fondo como ahora. De allí que algunos analistas crean que estrellas del streaming peronista como Tomás Rebord o famosos tuiteros libertarios como el Gordo Dan –cuyo nombre real es Daniel Parisini– podrían ser candidatos en 2025 como postulantes absolutamente fuera de la caja.
Claro que, como ocurre en las parejas monogámicas, nadie entra a un corazón ocupado. Es decir: ningún tercero destruye algo que no haya estado previamente roto o, al menos, seriamente resquebrajado. De allí el éxito del incipiente perfil rosquero de Milei. La estrategia es perforar a la UCR, a Pro y al peronismo en su guerra sucesoria y llevarse pedacitos de todos ellos. ¿Su objetivo? Es claro: crear una nueva coalición liderada por los libertarios de cara a 2025.
El dilema de la oposición política es que devino en un fragmentado reino de corazones rotos y que allí donde debería haber liderazgos claros hay desorientación. Hasta Cristina parece perdida: ahora, hasta le preocupa el déficit fiscal.
Hoy por hoy la UCR, partida virtualmente en cuatro sectores, también quedó al borde de la implosión. Como dice un legendario dirigente radical, furiosamente enfrentado al presidente de la UCR, Martín Lousteau. “El problema de los cinco diputados radicales que blindaron el veto de Milei (cuatro de ellos fueron sancionados) no es que hayan votado diferente de su bloque, sino la foto en Olivos. Ellos no son la infección; son la fiebre. La verdadera infección es el estilo personalista, concentrado, porteñista y egocéntrico de un presidente (de la UCR) sin liderazgo”.
Lousteau responde al tropel de críticos de su propio partido replicando la narrativa de su antigua jefa Cristina Kirchner, de la que cada vez está más cerca: los radicales que votaron con Milei, dice, recibieron prebendas. Pero ¿qué piensan esos radicales con peluca?
Con su partido roto y un mileísmo sin estructura, creen que podrían ser ungidos candidatos a gobernadores por LLA en sus distritos. Los radicales orgánicos los tildan de “ingenuos” por esa ilusión. El tucumano Mariano Campero parece el más atrevido en la jugada: fue el único comensal, entre los cinco rebeldes de la UCR, que el martes asistió a Olivos.
Mientras ensaya su nuevo rol de rosquero argento, Milei parece cómodo gobernando el caos.