Milei, ¿irresponsabilidad o estrategia?
La comparación que hizo Javier Milei entre el peso y un excremento atizó el fuego del mercado y propulsó el dólar no oficial-ese alterador anímico de los argentinos- como un cohete que logró perforar la barrera simbólica de los mil pesos. El presidente despertó ayer y denunció al libertario por “intimidación pública”, mientras uno de los líderes de La Cámpora redireccionaba el misil del excremento hacia los “cipayos” destructores de la moneda nacional. Como barrabravas, cada uno le haba a su tribu buscando exhibir la cabeza de su simbólico enemigo. El debate electoral argentino ha descendido a un subsuelo escatológico.
Mientras tanto -y esto es lo increíble- Sergio Massa, el auténtico responsable de una emisión descontrolada que duplicó la inflación y la pobreza, se frota las manos y se dedica a cantar en los programas juveniles del streaming. Le canta a su propia tribu informándoles, por si no lo sabían, que él es argento. Es decir, un argentino muy familiarizado con el personaje del vivillo. En el fondo, está tranquilo: por fin encontró un culpable verosímil. Si el dólar sube; si la inflación se acelera, no es su culpa: es Milei, con su lengua indomable, quien lo promueve. “Es un buen deal”, deduce un importante hombre de negocios, representante del mundo de los bancos.
¿Milei le disparó a propósito al peso o su frase bomba es parte de una estrategia bien pensada para ganar en primera vuelta? A veces los astros se alinean, para bien o para mal, y una cosa no quita a la otra.
Los libertarios aseguran que Milei dice lo mismo desde hace años. Es cierto. Como también lo es que el libertario ya no es un panelista de televisión sino un candidato con chances reales de llegar a la Casa Rosada. Esta semana, el corresponsal local de The New York Times lo acusó de provocar un shock financiero. Como dice el economista radical Martín Tetaz: Massa causa el incendio y Milei le echa nafta. El propio líder de LLA ha dicho, frente a empresarios, que cuanto más alto esté el dólar más fácil será dolarizar la economía, el proyecto que tanta popularidad le ha traído entre sus jóvenes votantes.
El propio Tetaz reflotó esta semana un tuit del libertario, escrito días después de las PASO de 2019, en las que ganó ampliamente Alberto Fernández. Dice el Milei del 19: “bonos y acciones se destruyen en el premarket en NY cayendo 20% y el dólar ya supera los $50. Postales de la crisis que se avecina. El único que puede parar esto es Alberto Fernández anunciando un equipo económico sólido. Sin embargo, ello conspira contra su objetivo electoral”. El Alberto Fernández de 2019 ahora se llama Milei, interpreta el propio Tetaz.
Después del fogonazo verbal, las asociaciones bancarias más grandes del país instaron a los candidatos a mostrar “responsabilidad” en sus palabras. Teléfono para Milei. Pero los libertarios contraatacan: acusan a los bancos de ser socios de Massa; de hacer negocios prestándoles dinero al Estado y de, incluso, fijar juntos la tasa de interés. “Con Javier, este curro se acaba. Los bancos van a volver a hacer lo que siempre hicieron: prestarle plata a la gente”, apunta un economista que interpreta bien el pensamiento del libertario.
En el seno del mundo libertario hay un plan A y B. El A contempla ganar en primera vuelta por 40 puntos por sobre una Bullrich con una performance del 30. El B busca derrotar a Massa en un ballotage de un modo rotundo para quitarle poder de fuego (y de alianzas), ante un eventual gobierno de Milei. Especulaciones prematuras.
No son pocos quienes ven a un Milei menemizado y a Luis Barrionuevo como la llave de ingreso a esa etapa superior del menemismo libertario. “La reconfiguración del poder está vinculada a la territorialidad”, suelta, enigmática, una candidata de LLA, sugiriendo un esquema de gobernabilidad en alianza con la oposición que gobierne.
El sociólogo Juan Carlos Torre describe la existencia de dos peronismos: el permanente y el contingente. El permanente es el clásico, el peronismo de Perón (sindicatos, punteros, gobernadores) y el contingente es el coyuntural: kirchnerismo, duhaldismo, menemismo.
¿Barrionuevo, los gordos y el peronismo clásico podrían ofrecerle una alianza de gobernabilidad a Milei, tal como lo hicieron con Menem?
El peronismo -incluido su sindicalismo- persigue el poder por supervivencia, de ahí la “flexibilidad” para pactar con cualquiera que le ofrezca estabilidad estatal: territorialidad, autos, cargos, secretarias. Privilegios, en fin, de una burocracia que en el mundo privado cuesta mucho más ganar y, sobre todo, mantener. Como afirma un empresario de los que compiten: “el peronismo vale en el Estado”.
La decadencia parece haber convertido a la Argentina en un gran manicomio, en el que cada postulante le habla a su propio circo, mientras la inflación nos va robando, de a dolorosas tajadas, porciones cada vez más grandes de calidad de vida.