Milei, frente al adversario omnipresente
El Presidente empezó a exponer en público al líder del Frente Renovador, al que responsabiliza de la crisis; hubo tiempos en que casi no lo mencionaba; es un viraje sutil, pero notorio
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El relevo más importante de esta semana en el Gobierno, la designación de María Tettamanti como secretaria de Energía en reemplazo de Eduardo Rodríguez Chirillo, fue celebrado en Pro como la primera gran retribución de Milei a Macri por el respaldo en el balotaje. “Nos han pedido colaboración”, dijo Macri anteayer en Mar del Plata, al salir de una reunión con empresarios del Coloquio de IDEA. Pero esa evaluación puede ser engañosa o insuficiente. Primero porque, aunque es cierto que viene de la Fundación Pensar, Tettamanti casi no conoce a Macri: trabajó con Patricia Bullrich, que ya no pertenece a ese espacio. Pero además porque habría que considerar el recambio como parte de una pretensión más abarcadora del Presidente: terminar de completar un elenco técnico propio y, de paso, como efecto natural, tal vez empezar a tomar distancia, al menos en las áreas visibles, de todo lo que se parece a Sergio Massa y trae de la campaña pasada. ¿Podrá?
Rodríguez Chirillo es un técnico respetado y recibió ya el agradecimiento de todo el oficialismo, incluidos Milei y Luis Caputo, ministro de Economía. Venía trabajando desde antes de las elecciones en el proyecto, al que llegó apuntalado por Carlos Bastos, demiurgo de la privatización eléctrica de los 90 y director de empresas vinculadas con el grupo Vila-Manzano, de inmejorable relación con Massa.
Hay al respecto una novedad más o menos reciente: el Presidente ha empezado últimamente a exponer en público al ex intendente de Tigre, a quien responsabiliza de la crisis. Hubo tiempos en que casi no lo mencionaba. Es un viraje sutil, pero notorio, en su relación con un espacio con el que llegó a convivir sin problemas: del Frente Renovador vienen no solo funcionarios que siguen ocupando cargos en áreas vitales del Estado, como la Aduana o los ferrocarriles, sino muchos diputados, principalmente de la provincia de Buenos Aires, que se incorporaron a La Libertad Avanza antes del cierre de listas, cuando el PJ pensaba todavía que el adversario por vencer sería Juntos por el Cambio.
Esa suposición errónea derivó en respaldo a Milei. “Le cuidamos los votos y nos pasamos de rosca”, llegaron a admitir en el Instituto Patria el año pasado, no bien se consumó la sorpresa de La Libertad Avanza en las primarias. Cuando se lo preguntan en confianza, ni siquiera Santiago Caputo niega aquel apoyo, aunque agrega dos explicaciones: Massa lo hizo porque en su momento le venía bien a él, y ya no se le debe nada.
Estos indicios de despegue parten además de palabras y hechos coincidentes. El martes, en una entrevista con Antonio Laje en LN+, Milei se quejó de la “campaña del miedo” que, dijo, le “armó Massa fogoneada por los brasileños”. Se refería al equipo de propaganda que encabezaba entonces Edinho Silva y a la consultora Macaco Gordo, del director de cine Chico Kertész. Al día siguiente, a través del vocero presidencial, el Gobierno anunció sus intenciones de privatizar Corredores Viales y AySA, empresa sobre la que dice haber encontrado además gastos innecesarios de 4800 millones de dólares. “Fue una plataforma de campaña para los funcionarios de turno”, precisó Manuel Adorni.
Milei tiene entonces, desde hace tiempo, múltiples reproches para Massa. Le atribuye, con razón o no, hasta la corrida cambiaria de julio. Cada tanto recuerda en la intimidad aquel lunes en que, mientras el ministro de Economía acordaba con los bancos el traslado de la deuda que tenían con el Banco Central al Tesoro, el Macro ejecutaba un importante volumen de puts, la opción de venta que el sector recibió de la administración anterior: les daba como tenedores de bonos en pesos el derecho a que el Estado se los comprara si estos caían por debajo de una paridad predeterminada. Al cierre de aquella jornada, las acciones argentinas en Nueva York desbarrancaron hasta 10%, el dólar superó los 1400 pesos y el riesgo país tocaba ya los 1506 puntos.
Una administración que ha hecho de la baja del IPC su piedra angular no tiene margen para demasiadas ruedas así. En el Palacio de Hacienda lo saben. Por eso esta tranquilidad cambiaria no solo los envalentona, sino que contagia también a empresarios que parecen decididos a respaldar incluso de un modo más explícito que en los tiempos de Macri. En el sector energético todavía molesta el entusiasmo que llevó a Marcelo Mindlin, dueño de TGS, a decirle a LA NACION en Nueva York que podría tolerar un tiempo sin ajuste de tarifas a cambio de que bajara más rápido la inflación. Un canto a la justicia social. “Te falta ser candidato a concejal”, le dijo en broma un amigo a Mindlin.
Cuanto mejores sean los resultados, más recursos tendrá el Gobierno para confrontar con la oposición. O al menos, como le pide Macri, para cambiar de aliado. ¿Por qué le da cargos al Frente Renovador, que obtura sus iniciativas en el Congreso, y no a Pro, que vota a favor incluso en los proyectos impopulares?, se pregunta el expresidente. Su último encuentro con Santiago Caputo volvió a ser malo. Es entendible: el superasesor de Milei considera que la pretensión del ingeniero es un exceso. En realidad Macri tiene un mejor diálogo con Sandra Pettovello, adversaria interna, con quien volvió a hablar durante el fin de semana: la ministra de Capital Humano acaba de desplazar a su jefa de Legales, Leila Gianni, y busca alguien para ese lugar.
Pero el reclamo de Macri cobra sentido en la medida en que, por ejemplo, crezcan las posibilidades del proyecto que la oposición tiene para limitar los DNU. ¿Alguien duda de cómo votará el Frente Renovador? Pero la prudencia libertaria reside en que una alianza incondicional con Pro atará de manos al Gobierno también para decisiones cuyo contenido no comparte, pero que necesita tomar a los efectos de mantener la gobernabilidad. El rechazo a la eliminación del aporte obligatorio de los trabajadores a los sindicatos, por ejemplo, incluido en el proyecto de Martín Tetaz que acaba de sucumbir por falta de respaldo para el dictamen. Son opciones de gobierno. Sapos típicos del poder. ¿Volverá a ocurrir con el proyecto de Marcela Pagano, que propone algo similar para el aporte que las empresas les hacen a las cámaras y cayó en la misma comisión, presidida por Tetaz? El lobbying corpo-parlamentario ya se activó. Anteayer, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) se reunió con Sergio Palazzo, líder de La Bancaria, diputado de Unión por la Patria y vicepresidente de esa comisión, para intentar frenarlo. Está en juego, por ejemplo, el Instituto Argentino de Capacitación Profesional y Tecnológica para el Comercio (Inacap), una suma de unos 4000 pesos por empleado que las empresas del sector les pagan a la CAME y a la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
La postura con el proyecto no termina en el Parlamento. Los empresarios golpearon hasta la puerta de Guillermo Francos o Karina Milei. Todo un desafío para Federico Sturzenegger, partidario de estas iniciativas, que ayer anticipó en Mar del Plata la etapa de la “motosierra deep”. El ministro de Desregulación deberá convencer a unos cuantos que no estaban en esa platea. A Eduardo Eurnekian, por ejemplo, hombre fuerte de la CAC. La semana pasada, convocado por la CAME, Sturzenegger abordaba por enésima vez el tema y se topó con una pregunta incómoda de Víctor Palpacelli, presidente de la Cámara Argentina de Supermercados de Córdoba: “¿Y si también sacan la obligación de tener La Estrella?”. Es el seguro que el convenio las obliga a contratar y que tiene dueños identificados con el Gobierno: los Werthein. Como la filantropía de Mindlin, la estocada todavía se discute en las cámaras. “No era el momento para una ironía así”, dijeron en una de ellas. Dentro o fuera del Estado, enfrentarse a la casta parece siempre inoportuno y riesgoso. Como a Massa.