Milei: entre la esperanza y el salto al vacío
“Hoy estamos en la campaña 2023, con un modelo de país que lo que plantea son reformas de primera generación, segunda y tercera generación”, aclaró esta semana Ramiro Marra, candidato a Jefe de Gobierno porteño por La Libertad Avanza. Marra es consecuente con el nuevo discurso que adoptaron los candidatos de ese espacio liderados por Javier Milei, que es poner “en pausa las propuestas más disruptivas que llevaron adelante en la campaña que les permitieron ganar las primarias, como la dolarización, los vouchers educativos, la eliminación de los planes sociales, la reforma previsional, entre otras.
La variedad de propuestas para el caballito de batalla libertario, la dolarización, las expuso días atrás el economista Lucas Llach en su cuenta de Twitter. Allí citó a la prestigiosa Diana Mondino, que al hablar de dolarización, sugiere comenzar con apertura comercial sin dolarización, incluso con abrir la posibilidad de pagar impuestos en dólares, aunque hoy parezca una película de Disney imaginar que un contribuyente que tiene ingresos en pesos pague sus obligaciones fiscales con dólares al estado. Darío Epstein, al contrario, plantea una dolarización sin apertura. Emilio Ocampo, uno de los teóricos de la dolarización, propone conseguir en el mundo préstamos al 7% de tasa 40 billones de dólares para dolarizar rápido, mientras que el exfuncionario menemista, Carlos Rodríguez, propone una “despesificación” rápida sin dólares estatales.
Ahora, después de las PASO y ante la posibilidad concreta de obtener un triunfo en octubre, el discurso libertario baja las expectativas, los tiempos y se unifica como propuesta electoral, señalando que la decisión la tomarían cuando “asuman y vean con qué se encuentran y luego de las reformas necesarias”.
Si bien la ironía que anida en las redes sociales simplificó esta situación llamando al candidato con el seudónimo de “Javier Delay” porque lo que planteaba como urgente ahora sufriría un retraso o una ejecución de la propuesta después de lo que se planteaba, la noticia política de la semana es la aparición de este verdadero “sincericidio”, necesario sí, pero que puede resultar peligroso en cuanto a la ansiedad de un electorado que los votó con muchas expectativas.
Javier Milei encarna una de las esperanzas electorales más genuinas que hayan aparecido en los últimos tiempos en la política local, desde el oficialismo y en Juntos por el Cambio le señalan su mayor debilidad, que debería afrontar una hipotética gestión de gobierno sin los suficientes diputados y senadores para sostener cambios en el Parlamento, sin gobernadores e intendentes que defiendan territorialmente sus políticas, algo que es tan cierto como que nada dice la Constitución Nacional sobre un presidente que necesite para asumir esos resortes corporativos. Si llegara a ser el candidato más votado, tendrá que gobernar con todo el derecho que le asiste la ley y la democracia. De Milei y su gobierno dependerá como hacerlo, pero es un error vetarlo a cuenta por la falta de apoyo institucional previo.
Su propuesta apunta radicalmente a dar vueltas la administración pública, con un estado que ya cansó a todo ciudadano que no se sirve de él y que le hace sentir a la sociedad que está imposibilitado de garantizar estándares de calidad de vida mínimos, como la economía, la salud, la seguridad y la educación. Pero para cambiar y conseguir ese giro que llaman de “540 grados”, porque proponen un giro de 360° más 180° para completar una transformación profunda del país, necesitará de nuevas leyes y normas, y hasta una posible reforma constitucional. Para ello, claramente hay algo con lo que el libertario no contará: los mencionados legisladores y gobernadores. Pero, principalmente, necesitará de una capacidad extrema de negociación política que, a priori, Milei tampoco exhibe. Es más, en su espacio se dice que “negociar con la casta” es mala palabra. Esta postura -que según sostienen es irrenunciable- hace que su propuesta, que puede estar cargada de buenas intenciones, se vuelva posible solo a través de una vía autoritaria y suene más a la necesidad de una imposición a que se obtenga a través de acuerdos políticos, donde se consiguen objetivos solo cediendo otros. Ese será uno de los grandes dilemas que presentará un eventual gobierno libertario. Hasta ahora solo demostraron tener un acuerdo implícito con Sergio Massa y Unión por la Patria, con el cual se agreden poco para sostener una estrategia de polarización con el fin de dejar afuera del ballotage a Patricia Bullrich, que con su equipo de campaña no dudan en asegurar que ese acuerdo es tan profundo que “en las PASO el kirchnerismo les fiscalizó los votos a Milei”.
En este escenario de incertidumbres y esperanzas votaremos en octubre. Las nuevas ilusiones de un sector importante de la sociedad están puestas en un triunfo libertario, la incógnita en cuanto a recuperar la confianza del electorado la tiene Juntos por el Cambio, mientras que el “más de lo mismo” lo representa claramente Sergio Massa, que viene de relanzar su campaña con anuncios económicos de tono electoralista, pero gastando a cuenta la plata de otros: empresas, gobiernos provinciales y municipales que ya pusieron el grito en el cielo y que no fueron consultados. Que un puñado de provincias peronistas desautoricen públicamente los anuncios reconociendo que no pueden afrontar el bono salarial anunciado es una clara señal de que la candidatura del ministro de Economía no encarna en lo más profundo del peronismo territorial. En definitiva, la jugada apunta a conseguir un pleno a la provincia de Buenos Aires, premio para Cristina Kirchner y La Cámpora, y entrar al ballotage. Esto le hace pensar a Sergio Massa que podría ser a partir de diciembre jefe de la oposición.
Los antecedentes electorales nos dicen que desde 2013 los oficialismos perdieron todas las elecciones de término medio, a excepción del triunfo de Cambiemos en 2017. Eso muestra un electorado que tiene el mismo grado de tolerancia y entusiasmo tanto con la esperanza como con la desilusión, si estos cambios no se dan tan rápido como fueron presentados. El problema es más grave aun cuando sentimos que el sistema político -que se supo mantener fuerte a pesar de que convive en un modelo económico que no crece hace 12 años y frustra cualquier atisbo de resurgimiento- profundice la crisis de representatividad que asomó en la abstención y el voto en blanco en las últimas primarias, tanto porque el menú electoral ofrece propuestas que reiteran recetas que fracasaron o porque proponen políticas inaplicables e inviables, como la que hizo ganar las PASO a Javier Milei. Aunque ahora comiencen a darse cuenta de que su oferta testimonial y de asentamiento de ideas para el futuro que llevaron adelante en las primarias se convirtieron en la opción con mayores chances de gobernar en diciembre.
Esa posibilidad de acceder al poder y de tener que poner en práctica la teoría que tanto resultado mediático le dio a La Libertad Avanza hizo que desde esa agrupación salgan a aclarar que en realidad “no es tan así, que se necesita más de un gobierno para conseguir las metas anunciadas como mágicas”.
Este cambio no es gratis. La sociedad, como nunca antes, está prestando atención, lo que sugiere comenzar a medir las palabras, a poner en tiempo y espacio cada propuesta electoral, porque esa relación efímera con la esperanza puede caer de modo estrepitoso transformada en desencanto. Y advertir que esa virtud de lograr encontrar un camino para alcanzar un convencimiento popular bastante importante, que genuinamente se ganaron Milei y los suyos, peligrosamente pueda terminar resultando un ominoso salto al vacío.