Milei: el león que solo ruge para la tribuna
“Me van a tener que sacar muerto de la Casa Rosada para lograr quebrar el déficit fiscal”, aseguró el presidente Javier Milei mientras acusaba de “destituyentes” a los legisladores que votaron la reforma de la movilidad jubilatoria. Así se maneja Milei en los escenarios públicos y privados, es a “todo o nada”, algo tan característico de los líderes populistas que los argentinos conocemos muy bien porque quien administró el poder durante casi dos décadas, Cristina Kirchner, también nos saturaba, por cadena nacional y en discursos de barricada, sobre la necesidad de “ir por todo” porque “la patria está en peligro”. Sin embargo, la corrupción, un signo de esa época, jamás se alteró por tamaño compromiso.
El caso de Milei se asemeja y preocupa por el modo de exageración, no es necesario que amenace con dejar su vida a cambio de “quebrar el déficit fiscal”, nadie le pide tanto, pero después de seis meses de gestión, y con todo el reconocimiento público que conquistó durante la campaña es impensado creer que vaya a cambiar, porque Milei es un presidente con alma de showman, como lo vimos en la presentación de su libro en el Luna Park, con una impronta marcada, adquirida como panelista escandaloso de televisión. Así llegó al poder, así se manejará en el mismo.
Los anuncios estruendosos del Presidente, sus amenazas públicas de autoflagelarse antes que dar un paso atrás y sus posturas inflexibles contra todo lo que lo corra de su hoja de ruta para la misión cuasi mística que promete cumplir, no tienen relación con lo que realmente sucede en su gobierno.
Desde que equivocó el camino apenas asumió, cuando armó un proyecto de Ley de Bases que era tan abarcativo como inexplicable y que ningún legislador serio podía aprobar, porque se trataba de un paquete que iba desde la reforma previsional hasta la privatización de los clubes de fútbol, propuso un “todo o nada”, era por sí o por no. Tuvo “nada” porque era imposible legislar con seriedad ante tremendo desafío que incursionaba en lo inconstitucional. Tuvo que barajar y dar de nuevo.
A partir del momento que retiró el proyecto inicial el Gobierno, con el DNU 70/23 aún vigente, comenzó a entender que ser o mostrarse inflexible solo era útil para la “tribuna”, que la realidad política desanda un camino distinto al de los sueños libertarios. Al menos por ahora, debieron entender que son el gobierno del 30%, eso es lo que sumaron cuando existieron otras opciones electorales en el primer turno electoral donde consiguieron los diputados y senadores acordes a ese porcentaje. El gobierno del 56% es el apoyo que consiguieron para frenar la continuidad del kirchnerismo, y para refrendar el comienzo de su gestión. Pero, al menos hasta las próximas elecciones de medio termino, el verdadero poder político es el de la segunda minoría.
La demostración más cabal de que no existe relación entre su discurso heroico y su gestión se ha visto en la negociación de la aprobación de la Ley de Bases, entendiendo su realidad, victimizándose en público, pero negociando en privado, tuvieron que entregar banderas que supuestamente eran intocables. No habrá privatización para Aerolíneas Argentinas, Correo, medios públicos; tampoco se dará por cerrada la moratoria previsional, con cambios significativos en el paquete fiscal (sin cuarta categoría para el Impuesto a las Ganancias) y otros temas sensibles, como el “blanqueo de capitales” y, el más importante para Milei, la “delegación de poderes”, el RIGI. Cambios donde el gobierno concede sin la necesidad de sacrificar a nadie, como debe ser en cualquier sistema democrático.
Pero hay más, la permanente salida de funcionarios del Gobierno muestra la fragilidad política interna que se puede esconder un ratito detrás de los gritos y las metáforas épicas, porque se fueron algunos funcionarios designados a los apuros, que no resistieron la responsabilidad, otros por demostrar una incapacidad asombrosa para la gestión, y los casos más curiosos: los señalados injustamente por las venganzas internas que se manejan en la mesa familiar donde manda “el Jefe”, Karina Milei. Todo esto demuestra que no existe una línea rigurosa para darle rumbo a una gestión que, vale recordar, en muchas áreas es inexistente. En ese sentido se destacan Educación, Salud, Trabajo, Niñez, Mujer, entre otras, para nombrar las más sensibles. Solo importa el déficit cero, que para muchos economistas es mentiroso porque esconde “basura debajo de la alfombra” afrontando deudas con bonos, posponiendo pagos y tercerizando contratos.
A todo esto se le suma ese sesgo “inmaculado” que intentan darle a todo lo que hace o dice el Gobierno para destacar que ellos no son la “casta”, no son “la política”, son algo distinto de lo que nos trajo hasta acá. Algo de eso hay, no se puede soslayar que la gente eligió ese cambio, pero al mismo tiempo con Daniel Scioli en el Gobierno y, al menos, con unos 60 funcionarios kirchneristas que mantienen continuidad en cargos estratégicos, a lo que se suma el hombre del volumen político, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; funcionario de todos los gobiernos kirchneristas, es una manera de esforzarse para desmentirse todos los días solo exhibiendo a los protagonistas del supuesto “cambio”.
No se deben olvidar las trapisondas atravesadas por los servicios de inteligencia con espionaje interno, que el Gobierno no se esforzó en explicar a pesar de que la información tomó estado público de la mano de los mismos funcionarios que, como suele pasar, encuentran en el periodismo una forma de conseguir ayuda haciendo público lo que no puede hablar puertas adentro. La denuncia, jamás formalizada, de la ministra Sandra Pettovello sobre una intromisión en su domicilio que jamás existió, pero mostrarla en público como si se tratase de un mensaje mafioso contra ella es más que una irresponsabilidad, es certificar la pertenencia a la “casta” que tanto detestan compartiendo sus modos oscuros de manejarse ante la opinión pública.
Todo en medio de un mar de versiones sobre las negociaciones para sancionar la Ley de Bases; un senador lo describió así: “todos se iban con algo luego de reunirse con los enviados de Francos”, pero la frutilla del postre es la designación como embajadora ante la Unesco en París de la senadora neuquina Lucía Crexell, que terminó en un caso de sospecha, sobre todo porque la misma senadora reconoció: “Sí, es verdad. Hubo una oferta y hubo una aceptación”, pero dijo que nada tenía que ver eso con su voto a favor de la ley. De todos modos, Crexell fue denunciada por el delito de “cohecho”, para que se investigue si aceptó ese cargo en la Unesco a cambio de votar a favor la Ley Bases en el Senado. Un antecedente: en abril, la misma senadora había votado en contra del DNU 70/2023.
La causa cayó en el juzgado de Ariel Lijo, el candidato a la Corte Suprema de Justicia del gobierno libertario, que generó un sinfín de objeciones, al punto de que su sola designación borra todo atisbo de transparencia de parte de este gobierno. Sin olvidar que en estos meses las denuncias que abrieron causas en la justicia ligadas al oficialismo, como la que afecta a la jefa de la Aduana, Rossana Lodovico, por recibir un sospechoso crédito de manos de una empresa ligada al contrabando, la denuncia por el lobby en favor de las privatizaciones contra el exjefe de gabinete Nicolás Posse y Martín Masteu, el viaje a España del propio Presidente denunciado por “malversación de fondos públicos”, las sospechas de corrupción en el Ministerio de Capital Humano y hasta la denuncia de Jorge Lanata contra Milei por “calumnias e injurias”, todas cayeron en el Juzgado de Lijo.
Es lógico que un gobernante tenga palabras para fidelizar a su público y sostener a sus votantes y seguidores, Milei lo hace muy bien, pero quedarse con solo esa parte de la historia es aceptar el relato como lo único importante en la gestión. Ya tuvimos bastante de eso, podríamos decir que “así nos fue”. Por eso vale destacar que, aunque duela y frustre esperanzas, como un cuento sin final feliz, el “León” que ruge para la tribuna contra la política y la “casta”, hasta ahora, gestiona como un conspicuo representante de la “nueva vieja política”. Y no parece que vaya a cambiar.