Milei, el inesperado fantasma para Juntos por el Cambio
Recientes encuestas explican por qué el crecimiento del líder libertario inquieta a la principal coalición opositora e ilusiona al cristicamporismo, mientras Mauricio Macri siembra misterio sobre su futuro
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El kirchnerismo acaba de sumar a sus consabidos relatos una nueva fantasía: la posibilidad de que el líder libertario Javier Milei se convierta en un inesperado aliado táctico de cara a las elecciones de 2023. Su apuesta al papel que pueda desempeñar el virtual candidato presidencial de La Libertad Avanza debilitando la base electoral de Juntos por el Cambio no deja de transmitir la fragilidad de una coalición oficialista en descomposición y donde la noticia más llamativa de la última semana estuvo dada por los dirigentes del cristicamporismo haciendo fila para pedir la cabeza del ministro de Economía, Martín Guzmán. Sin embargo, el riesgo de que una atomización de la oposición pueda favorecer las chances electorales del Frente de Todos no debería ser desechado así nomás.
Al margen de que la mejor performance electoral de Milei en los comicios legislativos del año pasado se registró en algunos de los barrios más pobres de la ciudad de Buenos Aires, recientes encuestas determinan que los votos que hoy sumaría el dirigente libertario provendrían mayormente de electores macristas.
Un estudio de la consultora D’Alessio Irol-Berensztein confirma que, en el orden nacional, seis de cada diez votantes de Juntos por el Cambio en 2021 se hallan identificados con el fenómeno libertario. Describe también que, si bien a nivel general la imagen positiva que ostenta Milei en la opinión pública ronda el 39%, esta asciende al 50% entre los votantes de la coalición formada por Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica, en tanto que desciende al 16% entre quienes apoyaron electoralmente al Frente de Todos.
Según el mismo relevamiento, un tercio de las personas consultadas podría votar a Milei si se postulara a la presidencia de la Nación: el 10% lo haría con seguridad y el 23% restante indica que probablemente lo votaría. Pero el dato más alarmante para Juntos por el Cambio reside en que cuatro de cada diez de sus votantes afirman que podrían sufragar por Milei, aunque solo el 8% dice que seguramente lo hará, en tanto que el 31% indica que probablemente lo haría.
Las huestes de Cristina Kirchner también se ilusionan con la posibilidad de que Milei obstruya el crecimiento de Juntos en la provincia de Buenos Aires, donde el cristinismo espera encontrar un refugio frente a una hipotética hecatombe electoral nacional. En ese distrito, donde no hay ballottage para elegir al gobernador y se gana por simple mayoría de sufragios, estiman que los votos que el candidato de Milei le pueda restar a Diego Santilli favorecerían indirectamente al potencial postulante kirchnerista a ocupar la gobernación.
Una megaencuesta de CB Consultora, efectuada entre el 17 y el 18 de abril entre 17.152 casos relevados en los principales municipios del Gran Buenos Aires, detalla que Milei exhibe los mejores niveles de imagen positiva en Vicente López (63,3%) y San Isidro (62,8%), dos distritos gobernados por Juntos. La imagen positiva más baja la cosecha en Almirante Brown (47,3%), en tanto que en el populoso municipio de La Matanza –donde Milei ya está proyectando una multitudinaria clase pública como la que ofreció días atrás en Mendoza– tiene una imagen favorable del 48,2%, superior a la de cualquier dirigente de la principal coalición opositora.
El fenómeno Milei ya produjo el primer cimbronazo en la mesa nacional de Juntos por el Cambio, cuando, a instancias del radicalismo, se logró un consenso mayoritario para cerrarle la puerta de la coalición al líder de los libertarios. Tanto Mauricio Macri como Patricia Bullrich se distanciaron de esa medida, que consideraron una equivocación que solo le dio más entidad y visibilidad al economista de La Libertad Avanza. “No tiene sentido cerrarle la puerta a alguien que nunca nos pidió permiso para venir”, reflexionó Patricia Bullrich, la titular de Pro.
Dentro de la coalición que en 2015 llevó a Macri a la Casa Rosada parecería haber coincidencia en que, frente a una hipotética segunda vuelta presidencial en 2023 entre un candidato de Juntos y otro del Frente de Todos, la mayoría de los votantes de Milei difícilmente termine apoyando al kirchnerismo. La pregunta, entonces, es por qué maltratar a Milei. La respuesta tal vez pase por las desconfianzas mutuas que caracterizan a dirigentes de las distintas vertientes de la alianza. Empezando por las sospechas de los radicales sobre los vínculos del líder libertario con Macri y Patricia Bullrich, pasando por la tensa relación entre esta última y Horacio Rodríguez Larreta, y terminando con las dudas que dentro de Pro despierta la amistad del titular de la UCR, Gerardo Morales, con Sergio Massa.
Milei no dejó pasar la oportunidad para sacar provecho de la apresurada decisión de la conducción de Juntos. Hizo una particular divisoria de aguas entre los dirigentes de esa coalición. Sostuvo que de un lado estaban los “colectivistas” y las “palomas tibias”, entre quienes incluyó a radicales, a dirigentes de la Coalición Cívica, a Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal. Del otro lado, ubicó a los “halcones” del Pro, como Macri y Patricia Bullrich, con quienes, al igual que con los representantes del peronismo republicano y del menemismo residual, admitió que podría llegar a tener acuerdos. Más concretamente, ofreció abrir su espacio político para que estos últimos dirigentes compitan con él por la candidatura presidencial. Algo que hoy parece impensable.
“A Mauricio Macri le molesta tanto que lo quieran imponer encabezando una fórmula como que pretendan sacarlo de la cancha”
La posibilidad de que Macri se sume a los potenciales precandidatos presidenciales en danza (Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta, Morales, Alfredo Cornejo, Facundo Manes y eventualmente Martín Lousteau) provocó no menos conmoción. El expresidente de la Nación se niega a confirmar o a desmentir su candidatura, y se limita a señalar que trabajará incesantemente por la unidad de Juntos por el Cambio y por el retorno de la coalición al poder.
En el entorno de Macri se explica el mayor protagonismo que asumió en los últimos días por distintas razones. En primer lugar, porque “asistimos al peor gobierno de la Argentina en décadas”, según afirma un dirigente que acompañó a Macri a lo largo de toda su gestión presidencial; “a tal punto –acota– que prometieron asado y hoy ni para polenta alcanza, y subestimamos lo malos que eran”. En segundo término, porque no se ha consolidado ningún nuevo liderazgo en Juntos, al tiempo que, en las encuestas, Macri viene subiendo la cuesta luego de llegar a tener una imagen positiva inferior a los veinte puntos. “Ningún precandidato se cortó solo adelante. Horacio (por Rodríguez Larreta) tenía cierta luz de ventaja, pero ya no. Y hoy Mauricio les ganaría a todos en una PASO”, señalan voceros macristas. Por último, apuntan que su ausencia en las listas en las últimas elecciones legislativas ayudó a desinflamar el enojo de buena parte de la sociedad con él.
Allegados al expresidente responden con cierta ambigüedad cuando se los consulta sobre su eventual postulación a dirigir de nuevo los destinos de la Argentina. “Hoy no está pensando en postularse. Pero no va a salir a desmentir su candidatura para no aparecer faltando a su palabra si en marzo decidiera otra cosa. Le molesta tanto que lo quieran imponer encabezando una fórmula como que pretendan sacarlo de la cancha”. Sabe bien esto último Patricia Bullrich, quien semanas atrás recibió reproches por sostener que Macri no iba a ser candidato presidencial. Trascendió que el expresidente efectivamente le transmitió que no se postularía nuevamente: de ser esto cierto, o se trató de una mentira piadosa de Macri o bien no quiere que se deseche la alternativa de su candidatura para no perder centralidad.
Macri cree que la competencia haría mejores a Patricia Bullrich y a Rodríguez Larreta, pero no descarta a María Eugenia Vidal, de quien fuentes cercanas al expresidente destacan que está creciendo en el interior del país y está consolidada en el interior de la provincia de Buenos Aires, aunque haya perdido terreno en el conurbano. Imagina una PASO con no más de dos precandidatos del Pro –una sería Patricia Bullrich y el restante, Rodríguez Larreta o María Eugenia Vidal– junto a quienes representen al radicalismo. Pero también presume de que si él decide ser finalmente candidato no tendría competidores dentro de Pro, algo con lo que el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires no está de acuerdo.
Por momentos, Macri se comporta como una suerte de director técnico de un plantel de fútbol profesional, abocándose a sacar lo mejor de cada uno de sus jugadores antes de definir quién saldrá a la cancha. A veces, sin embargo, parece sentir la necesidad de ser él mismo quien se ponga la cinta de capitán, el número 10 en la espalda y salga a jugar. Quizás, porque percibe aires de rebeldía en ciertos integrantes de su equipo.
En la visión de Macri hubo errores en la estrategia original del jefe de gobierno porteño. El expresidente y fundador de Pro sostendría, según colaboradores íntimos, que Rodríguez Larreta debió haberse despegado antes de sus fotos con Alberto Fernández y Axel Kicillof correspondientes a los primeros tiempos de la pandemia de Covid, aunque reconoce que ahora ha cambiado su actitud. Estrechos allegados al alcalde de la ciudad de Buenos Aires aseguran que “la relación entre Horacio y Mauricio es mucho mejor de lo que se cree, que no hay un él y un nosotros, y que ambos comulgan con la idea de que la ciudadanía espera un diagnóstico y un enfoque realista”, diferente al apotegma de Carlos Menem, quien admitió alguna vez que si en la campaña electoral decía todo lo que iba a hacer nadie lo hubiera votado.
De lo que Macri está convencido es de que, en un segundo tiempo, puede ayudar a conseguir lo que no pudo lograr en su primer mandato presidencial. Quiere una revancha, percibe que hay una sociedad más permeable a entender la necesidad de reformas estructurales, como la laboral, la monetaria y la fiscal, que deberían hacerse en los primeros tres meses de la nueva gestión, y lo obsesiona la idea de desterrar el populismo, una categoría en la cual incluye hasta a Joe Biden “por pagarles a millones de personas para no ir a trabajar, haciendo que no se consiga mano de obra”.
Es cierto que dirigentes del radicalismo sienten cierta irritación cada vez que Macri habla acerca de la necesidad de dejar la “corrección” de los discursos políticos de lado y hacer los ajustes que haya que hacer en el Estado. Ese escozor creció cuando vieron la reciente foto del fundador de Pro con Donald Trump.
En definitiva, es bastante factible que las apetencias personales y las luchas por las candidaturas puedan ser dirimidas mediante el voto de la gente. La duda que subsistirá es si las distintas partes de la principal coalición opositora coincidirán sobre el futuro papel del Estado en la economía y sobre cuál debe ser el mejor plan de gobierno para dejar atrás la grave crisis presente.