Milei despierta a la oposición y le da una razón de ser
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“Nos acusan de decir cosas que no dijimos”, dijo el jueves pasado el presidente Javier Milei frente a un grupo de empresarios. Milei intentó “bajar un cambio” luego de su discurso en la cumbre de Davos, el mayor foro económico mundial, donde en lugar de hablar de economía el libertario optó por centrar su verba contra la “nefastas ideología de género”- así la llamó- y asoció con un ejemplo de un caso en Estados Unidos a la comunidad gay con la pedofilia. Apuntando de fondo hacia su enemigo: el wokismo, que, según Milei, es responsable en gran parte de todos los males que atraviesa el mundo.
La pedofilia es un delito aberrante que lamentablemente puede ocurrir en muchos ámbitos. Estadísticamente cuando se trata de abusos intrafamiliares suceden casi en su totalidad en familias de parejas heterosexuales, también cuando la situación se presta para que exista una imposición y control de un adulto sobre un niño cuando la relación está basada en la autoridad de uno sobre otro. La historia ocultó muchos de esos abusos, pero desde que se dieron a conocer tomamos conciencia de que hay miles de casos en iglesias, internados, clubes, ámbitos de convivencia de adultos con menores como docentes, entrenadores deportivos, tutores, entre otros. Esto no es novedad, pero, para denunciar la pedofilia, algo siempre necesario, Milei puso como ejemplo un caso ocurrido en una familia homoparental, no habló del delito del abuso en sí ni en los ámbitos donde suceden mayoritariamente -esta semana Unicef lo desmintió- sino que destacó solo un caso y puso la lupa en las parejas homosexuales. Tendrá el Presidente sus razones o sus ideas al respecto, pero es una acusación por demás injusta que genera rechazo en gran parte de la sociedad. Esto cobra más peso sabiendo que su biógrafo, Nicolás Márquez, hizo polémicas declaraciones en contra de esta comunidad.
Más allá de su aclaración, el Presidente dijo lo que dijo -o quizás lo dijo mal- pero está claro que despertó con estas proclamas un común denominador en todos aquellos que se consideran oposición a su gobierno pero que tienen entre sí muchos temas donde las miradas son enconadas. Incluso, hay votantes de Milei que no aprueban la propuesta de Milei de terminar, por ejemplo, con la figura de femicidio o de cupos porque, según la mirada oficialista, genera desigualdad. ¿Sabrá Milei que en la Argentina ocurre un asesinato de un hombre hacia una mujer, en general parejas, cada 28 horas? Esto no ocurre al revés, es decir, una mujer no asesina a su pareja hombre cada 28 horas. Por esas razones nació la figura de femicidio, para castigar con una pena mayor a quienes cometan ese delito. Seguramente los femicidios no disminuyeron como se esperaba, pero todos sabemos, y en especial los más jóvenes, que se trata de un hecho de violencia que será castigado con mayor severidad y eso es bueno. Las conductas sociales y los cambios culturales necesitan de normas, pero sobre todo de tiempo: 10 o 20 años es solo un comienzo para darle a la sociedad la posibilidad de modificar conductas, antes socialmente toleradas, como la violencia de género. No sería, por lo tanto, una excusa válida la no baja de femicidios. Vale aclarar que excepto Cuba y Haití, el resto de los países latinoamericanos tienen legislada la figura de femicidio.
Sobre estos temas hay especialistas que pueden aportar sus conocimientos al debate social, también actores, protagonistas de estos cambios e incluso juristas para determinar si los cambios en las figuras penales suman o no, pero el gobierno no da ese debate, impone una determinada postura y en ese sentido genera aún más rechazo. Muchos creen que Milei tiene una estrategia detrás de todo esto, al colocar temas en la discusión que en cierta medida relegan a otros también relevantes. Fue tal el desgaste que sufrimos discursivamente con el gobierno anterior que eso juega a favor de la actual gestión. Pero cuando el poder siente que domina la situación solo porque la imagen de su líder es alta, comienza a notar que la manta es demasiado corta como para jugar tan al límite. Estas apuestas discursivas de Milei, con el acompañamiento de todo el espacio libertario -donde se expresan como exégetas del poder algunos filósofos, escritores e influencers de extrema derecha, convertidos en nuevos protagonistas de la fauna política doméstica- han despertado en la sociedad un contra discurso, de manera de balancear la conversación pública, con una arenga que está en las antípodas del pensamiento de Milei en cuanto a estos temas y que está logrando reunir a una oposición atomizada y sin reacción.
Con la CGT durmiendo “el sueño de los elefantes”, las organizaciones sociales -otrora kirchneristas- pagando sus años de abuso con desprestigio social, con el peronismo atado a la figura de Cristina Kirchner sin nadie que se anime a discutirle seriamente el liderazgo del partido, con el Pro dividido entre los fascinados con Milei y los que se sienten más cómodos con otros partidos políticos de ideas más afines, con un Mauricio Macri que va y viene, a veces sin saber hacia dónde quiere ir o venir, con la UCR que sufre de un éxodo parcial de quienes pretenden ser los representantes del gobierno en sus tierras con el fin de retener o conquistar poder local -vale decir que la Coalición Cívica no forma parte de esta confusión porque se mantiene en sus convicciones, le vaya bien o mal- es muy difícil encontrar una representación política para aquellos que buscan una oposición al modelo libertario.
Pero, así como en abril del año pasado la FUA se manifestó en defensa de la universidad pública, hoy la comunidad gay y los movimientos por los derechos de la mujer, como el “Ni una menos”, están tomando la posta para encabezar el próximo sábado una marcha para defender y no perder derechos conquistados. Con un dato político que se destaca con seguridad: los que marcharán con ellos no serán solamente los que adhieren o pertenecen a esos movimientos que tienen reclamos pero no encuentran ni en su sindicato, ni en la CGT, ni en los partidos políticos una representación real a sus reclamos. Marcharán por las consignas que fueron convocados, pero también, y en esto tiene razón el gobierno, porque indefectiblemente se transformará en una marcha opositora. La política es así.
Algunos de los convocantes dicen “también marchamos contra el fascismo”. Error, no hay demostración empírica de que este sea un gobierno fascista tal cual la historia de la humanidad interpreta al clásico fascismo, no hay libertades interrumpidas, ni acciones de violencia o persecución contra opositores. Sí hay un discurso que se emparenta con esas ideas. Decir “Zurdos hijos de p…los vamos a ir a buscar” o “es nuestro objetivo eliminar toda ideología de izquierda” y quien lo dice sea el presidente o su vocero, no es una proclama liberal, demócrata y republicana, sino una consigna absolutamente autoritaria.
Es ese discurso, el que caracteriza la llamada “batalla cultural”, es el que hoy acomoda a la oposición, le da una razón de ser, un “leitmotiv” para ganar la calle, ya que el dólar barato y la baja de la inflación ha mostrado señales –aún por confirmarse- de estabilidad económica y de alguna manera adormeció a los actores que naturalmente deberían estar activos contra el modelo que propone el gobierno.
Milei podrá imponer sus ideas de la mano de una posible recuperación económica, ganará adhesión y su figura se expandirá, algunos analistas comienzan a creer que su narcisismo es tan fuerte que le preocupa más su posición frente al mundo que solucionar los problemas del país, pero en este país, con esta democracia aún viva, su discurso y propuestas sociales y culturales ya lograron que un vasto sector de la sociedad elija darle la espalda y no cambiarán por gracia de una coyuntural apreciación de la moneda. Son aquellos que temen, y por lo tanto no permitirán, que la democracia se vuelva autoritaria apuntalada en el consentimiento popular.
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