Milei: ante el mito de la eterna encerrona, una jugada arriesgada
Sin estar del todo convencidos, el mercado y el establishment político esperan nuevos indicios para creer en lo que será la segunda etapa del programa libertario
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Todas las fortalezas, los puntos débiles y dilemas del momento económico de la Argentina caben perfectamente en un pequeño gráfico: la curva que muestra el recorrido que tuvo en los últimos 7 meses el Bonar 2030, uno de los bonos del canje de Guzmán. Ese instrumento, que llegó a costar 22 dólares en noviembre durante la semana del triunfo de Massa en la primera vuelta, repuntó desde entonces un 145% empujado por la euforia del gobierno de Milei hasta abril, mes a partir del cual quedó estancado en los 55 dólares, y de ahí no se mueve desde hace 60 días. Es una foto perfecta de la Argentina: sin estar del todo convencidos, el mercado y el establishment político esperan nuevos indicios para creer en lo que será la segunda etapa del arriesgado programa libertario, que Caputo y Bausili anunciaron ayer.
No es sencillo, porque hay que acumular reservas, crecer, combatir la inflación y reacomodar precios relativos al mismo tiempo. Un tuitero anónimo, @chinowz, tomó el ejemplo del Bonar 2030 para trazar el contraste entre aquel entusiasmo que el mercado tuvo inicialmente con la derrota del kirchnerismo y esta incertidumbre de hoy. “Parece lógico e incluso sano. Buen momento para que se bajen quienes venían por un trade de ‘no vamos a ser Venezuela’ y que se suban los que creen que ‘podríamos llegar a ser Irlanda’”, publicó. Ayer, en una entrevista con Antonio Laje en LN+, Milei volvió a proponer al país europeo como destino para la Argentina. Hay, con todo, un detalle: triplicar su PBI hasta convertirlo en el cuarto más alto per cápita del mundo le llevó a Irlanda unos 30 años.
La Argentina parece en cambio tener otros tiempos: una sociedad urgida por corregir en un invierno varias décadas de desequilibrios acumulados y en medio de un estancamiento que empezó al menos en 2011, justo cuando Kicillof inauguró la primera restricción cambiaria, ese mismo cepo que ahora cuesta tanto remover.
Milei está desde hace dos meses frente a una encerrona. El pago de importaciones, la caída en el precio de la soja y la menor liquidación del sector energético como consecuencia del frío le dificultan últimamente sumar reservas y volver a crecer, algo que tampoco puede resolver devaluando de un modo abrupto porque ese salto interrumpiría el proceso de baja de inflación. “Se desploman todas las ventas, hasta el consumo de Manaos”, se lamentaron esta semana en la cámara alimentaria Copal.
Contra lo que probablemente les ocurra a algunos funcionarios, el Presidente no parece perturbado al respecto. “No me preocupa el valor del dólar, no vamos a devaluar”, dijo ayer. Pero está obligado a resolverlo con creatividad. De lo contrario seguirán las dudas, como lo muestran la alta tasa de riesgo país y la inquietud cambiaria. En algún momento de esta semana, en el Banco Central llegaron incluso a ver fantasmas. A sospechar, por ejemplo, de alguna picardía de Massa en la cotización del billete a través de agentes afines. Es cierto que algunos movimientos no terminaban de explicarse. “Hoy no tengo un solo cliente que compre, salvo dos grandes: es raro”, dijeron a este diario en una “cueva”. Dado el escaso volumen en cuestión, no parecería difícil hacer presionar al billete apenas con un par de operaciones.
Pero en esta atmósfera de escasas noticias por celebrar inciden también otros factores, como la actitud de la oposición y la viabilidad de las propuestas del Gobierno. Milei dice que eliminar la inflación le llevará un año y medio y que sería ilógico que todo ese camino no se diera “en serrucho”, con avances y retrocesos. La incógnita es cuánto IPC está dispuesto a resignar su ministro de Economía, Luis Caputo, que esta semana volvió a postergar aumentos en las tarifas y en los combustibles y que deberá convivir desde la semana próxima con un nuevo integrante del gabinete, Federico Sturzenegger, con quien ya tuvo alguna fricción. Los objetores internos de Caputo vienen en realidad de antes, desde los tiempos en que Milei pensaba aplicar otro programa. Aunque ahora le reconocen en silencio el logro de la inflación, de vez en cuando recuerdan que el ministro llegó al Palacio de Hacienda con la convicción de que podría conseguir 30.000 millones de dólares, todavía pendientes: unos 15.000 millones del FMI, otros 12.000 millones de Wall Street y 5000 millones de la Anses. Ideal para salir del cepo.
La etapa que viene incluye de todos modos algunas ventajas para el Gobierno. A diferencia de lo que ocurría hasta anteayer, la Ley Bases y el paquete impositivo harán más creíble y sostenible el cumplimiento del equilibrio fiscal. Hay algo que cambió drásticamente en favor de Milei: ya casi nadie discute la necesidad de tener las cuentas en orden. Y los gobernadores tampoco reclaman tanto. Hasta Kicillof, que llegó en su momento a convocar a una movilización en contra de ambos proyectos antes del debate en el Senado, tiene un doble juego: mientras cuestiona, se muestra al mismo tiempo interesado en los proyectos del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Por ejemplo, para la planta de gas natural licuado que proyecta construir YPF con Petronas y otras compañías y que todavía no tiene lugar de edificación. ¿Será en Punta Colorada, como piden los gobernadores Alberto Weretilnek (Río Negro) y Rolando Figueroa (Neuquén)? ¿O en Bahía Blanca, sede para la que trabaja el PJ bonaerense? “Sin RIGI no hay planta”, avisó hace dos lunes Horacio Marín, presidente de YPF, en una entrevista con Carlos Pagni.
Si pretende que el proyecto se haga en Bahía Blanca, Kicillof debe enviarle a la Legislatura la adhesión al RIGI. En el PJ bahiense casi no se habla de otra cosa. Álvaro Díaz, jefe del bloque peronista de concejales y muy cercano al intendente Federico Susbielles, se lo recordó esta semana en público. “Confiamos ciegamente en el gobernador Kicillof para que el RIGI tenga impacto positivo en la ciudad”, declaró al diario La Nueva. Dicen que es una estrategia acordada: que la adhesión al programa oficial pase con el menor costo posible para Kicillof.
El interés no reside solo en la planta de GNL. Frente a las costas de Mar del Plata, por ejemplo, ya hay perforaciones de la estatal noruega Equinor, que trabaja en sociedad con YPF y Shell, y con CGC, de Eduardo Eurnekian. La explotación de esa área, considerada por algunos petroleros más atractiva que Vaca Muerta, reactivó alquileres de varias oficinas en la ciudad. Son proyecciones casi tan optimistas como las que las mineras Lundin, Quantum, Glencore y McEwen tienen para el cobre en Catamarca, Tucumán, Salta, San Juan y Jujuy. Geólogos y economistas calculan ahí una inversión total superior a los 20.000 millones de dólares. Un sueño minero. Ahora se entiende el interés de los gobernadores Jalil, Jaldo, Sáenz, Orrego y Sadir por la Ley Bases. Que no alcanzó para contagiar también al senador Sergio Uñac, tan entusiasta por la minería durante sus años al frente de la provincia. Uñac votó en el Senado contra el RIGI, al que definió como “una gran amenaza contra nuestras industrias”. ¿No la ve o la vio tarde?
La política juega, pero con gran parte de sus liderazgos en transición. Ya casi nadie fantasea, por ejemplo, con la idea de que Cristina Kirchner conduzca el PJ nacional. El fervor militante da a lo sumo para la jefatura del partido bonaerense. Molesta por la interna entre Máximo y Kicillof, ella les habría pedido a ambos no poner en riesgo el único distrito fuerte del espacio. Y, como la tregua fue acatada, es probable que termine afectando a los intendentes más leales al gobernador. Jorge Ferraresi, Mario Secco. La propuesta es entonces cantada: recluirse en la provincia y aguardar una oportunidad que, esperan, siempre llega. Parte del comportamiento del Bonar 2030 depende de cómo salga esta jugada. Hasta ahora venía dando resultado.