Miguel Bazze, un armador clave en el equipo de Alfonsín
Hombre de la mayor confianza del candidato radical, miembro de su mesa chica de estrategia electoral, el titular del comité bonaerense de la UCR enfrenta el desafío de tejer alianzas con peronistas y socialistas, y unir, en un mismo espacio, aquello que las ideas políticas han separadoLaura SerraLa Nación
Cuenta la anécdota que aquella tarde de abril de 2009, a sólo dos semanas de la muerte de su padre, Raúl Alfonsín, Ricardo repasaba nervioso el discurso que debía brindar nada menos que ante la convención nacional de su partido, la plana mayor del Partido Socialista y la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Eran aquellas épocas de concordia y de unidad política en las vísperas de la elección legislativa en la que, a la postre, el kirchnerismo resultaría derrotado.
Al subir al atril, Ricardo Alfonsín se percató de que había olvidado los papeles de su discurso. "Improvisá", lo instó desde abajo del escenario su más que amigo, su hermano del alma por no compartir la misma sangre y el hombre devenido en uno de sus consejeros políticos de mayor confianza, Miguel Bazze.
El ahora presidente del comité de la UCR bonaerense recuerda con una sonrisa el episodio que tendrá, anticipa, un epílogo inesperado. Alfonsín, rememora, se olvidó de los nervios y desplegó el don de oratoria heredado de su padre. Allí llamó "a poblar de voces radicales el Congreso" y anticipó que ocuparía el segundo lugar, no el primero, en la lista de diputados nacionales, detrás de Margarita Stolbizer (GEN). "No pondremos en riesgo la construcción de este frente por cuestiones mezquinas", exaltó Alfonsín.
El público aplaudía de pie pero Bazze quedó petrificado. "Nos sorprendió a todos al relegarse al segundo lugar. No tenía por qué decir eso", recuerda. Apenas si podía disimular su desilusión; se esperaba el lugar estelar para su amigo en la pelea bonaerense. Pero su desencanto se disipó en el mismo instante en que un viejo correligionario y ladero de Alfonsín padre, Mario Yrigoyen, se le acercó al finalizar el acto y le susurró al oído: "Ya tenemos candidato a presidente".
Aquel acto, pero en particular esa frase, marcó un momento bisagra en las vidas de Alfonsín y de Bazze. Este supo entonces que a partir de ahí empezaría a rodarse una nueva película, la de Ricardo Alfonsín Presidente, en la que él sería uno de sus directores y su amigo, ahora sí, el protagonista excluyente.
Alfonsín y Bazze se conocieron en el crepúsculo de la última dictadura militar, en los albores de una democracia que, a fuerza de militancia clandestina, pugnaba por nacer. Bazze, por entonces un joven estudiante de ingeniería civil en la universidad de La Plata, se había enrolado en la agrupación juvenil radical Franja Morada, que lo fue conduciendo por un sendero muy alejado de la vida profesional que había proyectado. Claro que la política no era nueva para él, admite, menos aún cuando se es hijo de militantes radicales. Aún recuerda cuando en una fría mañana sus ojos escolares se deslumbraron al ver la figura de un hombre cano que, por su visita, causaba revuelo en el patio de su escuela. Era Arturo Illia, el primero que como presidente pisaba su Roca natal, en Río Negro. Su admiración por él no perdió fuerza desde entonces.
A tan solo un año de finalizar su carrera, abandonó los estudios y decidió volcarse a su nueva pasión, aunque procuró no descuidar su empresa familiar, una imprenta que heredó del padre y que afincó en La Plata, donde vive con su esposa y sus cinco hijos varones.
En aquellos años de estudiantina cruzó su camino con el del también joven Ricardo Alfonsín. La comunión fue instantánea; desde ese momento Bazze no se despegó del hijo del entonces presidente radical. En seguida se sintió atraído por su personalidad sencilla y cálida, su pasión por la lectura y el estudio, describe. "A veces nos quedamos horas conversando. Y no faltaron vacaciones en que nos íbamos a militar juntos a los pueblos, para desgracia de nuestras esposas", se ríe. No sólo se convirtió en su compañero de correrías políticas; fue tal la intimidad que gestaron en su amistad que resulta difícil disociar su vida de la de Alfonsín. Bazze mismo lo admite: le cuesta mucho hablar de sí mismo sin que su amigo ocupe buena parte de su relato.
Esta cercanía con el ahora candidato presidencial de la UCR le vale a Bazze el encono de algunos de sus correligionarios que conocen de cerca su historia.
"Es un tipo cuyo único mérito fue ser el amigo de Ricardito. No tiene estatura intelectual ni profesional y, menos aún, capacidad de planificar estrategias. Es muy limitado: ha sido siempre el ?mandadero' de Alfonsín y, sólo por esa intimidad con la familia, llegó a donde está ahora", son las críticas solapadas que se escuchan en las filas radicales.
Rivalidades e internas
Militar en política no es fácil y, menos aún, en el centenario partido de las boinas blancas, uno de los más fértiles para las reyertas internas y los odios personales. Bazze enseguida se ganó rivales cuando acompañó a Alfonsín en su cruzada para renovar el partido en Buenos Aires, un reinado que dominaban Federico Storani y Leopoldo Moreau.
"Bazze fue el primero en caminar con Alfonsín la provincia. Es de los amigos personales de Ricardo, es un tipo franco y honesto, por eso no cuadra con el aparato bonaerense tradicional. Tiene, además, una visión aguda y objetiva de la política y en justa ley se ganó su lugar en la intimidad de la construcción electoral del partido", lo define Mario Negri, dirigente cordobés también muy cercano a Alfonsín.
El primer encontronazo con la estructura partidaria de la provincia sucedió en 1999, cuando Alfonsín se atrevió a desafiarlos desde la quinta sección electoral, donde estaba afincado su bastión, Chascomús.
Fue la primera incursión política que protagonizó el hijo del ex presidente. Bazze se decidió a acompañarlo, ya desvinculado de Storani y su "Corriente de Opinión", donde había dado sus primeros pasos de militante. Ricardo Alfonsín perdió aquella interna, pero obtuvo dos cosas: un 48 por ciento de los votos, que lo motivó a fundar una nueva línea interna, Radicales para el Cambio (Rapaca), y un nuevo amigo de la política y también de la vida, Guillermo "Willy" Hoerth, un militante porteño que lo acompañó en la aventura. Como Bazze, Hoerth es uno de los pocos que integran el círculo de íntima confianza de Alfonsín.
El hijo del ex presidente tenía como obsesión cambiarle la cara y repuntar el radicalismo bonaerense, caído en desgracia con el desplome de la Alianza. En 2007, cuando la UCR todavía navegaba sin rumbo, hasta tal punto que debió buscar refugio en la candidatura presidencial del peronista Roberto Lavagna, Alfonsín aceptó la candidatura a gobernador de la provincia, a sabiendas de que iría a la derrota, pero confiado en que salvaría a su partido de lo que ellos consideraban una deshonra: votar al peronismo provincial. A su lado estuvieron Bazze y Hoerth; tres años después, el trío, siempre unido, decidió enfrentar al inexpugnable aparato radical que encarnaban Storani y Moreau, ambos bendecidos por el entonces ascendente Julio Cobos, vicepresidente y entonces potencial candidato a presidente por la UCR.
El final de la historia es ya conocida. La sorpresa la dio Alfonsín con su triunfo que lo catapultó casi automáticamente a la carrera presidencial y que marcó el principio del fin de Cobos. Bazze se entronizó como presidente de la UCR bonaerense y, como tal, se convirtió en uno de los actores principales en la estrategia de alianzas del radicalismo con vistas a las elecciones de octubre.
El círculo áulico del que sólo participaban Bazze, Hoerth y un puñado más de dirigentes bonaerenses se fue ampliando conforme crecían las posibilidades electorales nacionales de Alfonsín. El equipo de campaña ahora lo conforman el senador Gerardo Morales, presidente del bloque de diputados radicales; el jefe del partido, Angel Rozas; el diputado Ricardo Gil Lavedra, presidente del bloque en la Cámara baja, y el cordobés Mario Negri, con quien Alfonsín fundó la línea interna nacional Morena. Son ellos quienes asesoran de manera directa al candidato, quienes recorren con él los pueblos más recónditos del país en esta aventura de llegar al poder.
Bazze dice enfrentar ahora uno de los desafíos más complicados de su vida política: aunar en un mismo espacio bonaerense a Margarita Stolbizer, líder de GEN, al socialismo y al candidato a gobernador del Peronismo Federal, Francisco De Narváez. Al principio Bazze no creía apropiado entremezclar al radicalismo con sus sempiternos rivales, los peronistas, pero la idea fue cobrando cuerpo a medida que los avatares, siempre impredecibles en la política, fueron confluyendo hacia esa estrategia.
El que marcó el rumbo fue Alfonsín, quien, como su padre, nunca fue refractario a la idea de una convivencia política entre el radicalismo y un sector del peronismo. La decisión se tomó en una bucólica quinta de Pilar, hace poco más de un mes. Bazze ya había tenido contactos con uno de los lugartenientes de De Narváez, el también platense Alfredo Atanasof, ex jefe de gabinete de Eduardo Duhalde. Morales y Gil Lavedra también habían tenido sus conversaciones con Gustavo Ferrari, mano derecha del colombiano. Allí reunidos, los alfonsinistas decidieron avanzar. Su determinación ya no era sólo competir en la carrera presidencial: era, y es, intentar ganarle al kirchnerismo. Es la aventura mayor que a Alfonsín y a su fiel ladero Bazze les toca ahora enfrentar.
QUIEN ES
Nombre y apellido: Miguel Bazze
Edad: 56
Origen radical: Nació en la localidad rionegrina de General Roca, en el seno de una familia de militantes radicales. En 1973 se trasladó a La Plata para estudiar ingeniería civil, pero dejó los estudios y se dedicó a la política.
Alfonsinista bonaerense: Conoció a Ricardo Alfonsín en 1982, cuando militaba en la agrupación Franja Morada, dentro de la línea Corriente de Opinión, fundada por Federico Storani. Hoy, alineado con Ricardo Alfonsín, preside el comité bonaerense de la UCR. Está casado y es padre de cinco hijos varones.