Mientras avanza la pobreza, se subsidia a los ricos
La Ley por la que se establece un descuento en la tarifa de usuarios domiciliarios de gas en zonas frías, extendiendo el beneficio de 849.965 usuarios a 3.999.073 es una muy mala ley, por eso no la voté. Está bien, es razonable y necesario que se subsidie a quienes no podrían enfrentar el costo de mantener una temperatura adecuada frente al rigor del invierno. Está muy mal que para ayudar a quienes no pueden pagar se subsidie a quienes pueden hacerlo.
El subsidio por territorio sin discriminar la capacidad de pago ni el nivel del consumo del usuario, por el que los pobres de las zonas cálidas subsidian a los ricos de las zonas frías, es un escándalo conceptual en un país con 42 por ciento de pobres, sobre todo concentrados en las zonas cálidas. Es un despilfarro y una inmoralidad.
Engañan al decir que no tendrá costo fiscal y no explican cómo aumentando en un punto porcentual el sobrecargo para zona patagónica, lo que lleva al 5,50 % el aporte de los casi 9 millones de usuarios, pueden afrontar el costo de un descuento del 50% a 1.223.800 y del 30% a 2.775.000 usuarios
El camino elegido no puede ser peor. De chico escuché decir a mi padre, quien fuera presidente de YPF durante el gobierno de ese gran presidente que fue Arturo Illia : “No somos un país petrolero, somos un país con petróleo, si somos un país gasífero, tenemos mucho gas’'. A pesar de eso estamos viendo como administramos las limitaciones para el uso de gas para calentar a nuestra gente, como si estuviéramos en una época remota de la humanidad. Esto es inadmisible en un país que tiene una de las más grandes reservas gasíferas del mundo.
Las políticas energéticas inconsistentes de años atrás afectaron la macroeconomía en su conjunto fueron determinantes en la pérdida del superávit comercial fiscal que se había logrado, y también de la vuelta de la inflación que había sido controlada por más de una década.
Entre 2002 y 2015 se desincentivó la inversión, se consumieron los stocks, se pasó de exportar con superávit comercial energético de 6000 millones de dólares en 2006 a importar y tener un déficit en la balanza comercial de 6500 millones en 2014. Los subsidios a la energía pasaron de ser el 0.4 por ciento del PBI en 2005 al 3.5 por ciento en 2014. Descendieron al 1.4 por ciento en 2019 y esta previsto en el presupuesto de este año lleguen al 1.7 por ciento del PBI.
La política tarifaria impuesta por la tercera línea del área energética con el apoyo de los sectores que responden a la vice presidenta de la nación y esta indiscriminada ampliación de 3.7 veces los beneficiarios del descuento en la tarifa del gas, son otro duro golpe al presupuesto vigente y a la disponibilidad de recursos por parte del propio gobierno para enfrentar la difícil situación que nos impone la pandemia.
El no poder focalizar los subsidios y generalizarlos, a un costo por encima de las posibilidades, ha sido una de las razones por las que nuestra economía está tan rota.
Estamos transitando un cuarto del Siglo XXI. La era de la inteligencia artificial, de la robótica, la inteligencia de las cosas y disponemos de talento profesional para trabajar en la producción y administración inteligente de la información. Por no aplicar tecnología disponible subsidiamos a los que más tienen en las zonas frías con los escasos recursos de quienes menos tienen de las zonas cálidas. No se ponen topes al volumen consumido sujeto a beneficio ni se limita el mismo a los 4 meses fríos del año. No se tiene en cuenta que las zonas cálidas tienen la mayor proporción de compatriotas bajo la línea de pobreza del país. Contestan a esto que hacerlo es muy complejo. Somos líderes de economía del conocimiento en América Latina, tenemos especialistas en software, estamos creciendo en exportaciones y en producción y no somos capaces de un trabajo técnico que nos lleve a hacer que los subsidios sean técnicamente orientados y lleguen solo quienes los necesitan.
Mientras se subsidia a quien no lo necesita y fomentan el aumento del consumo de un bien escaso y oneroso, la falta de inversiones está generando la abrupta caída del 13% en la producción de gas. El gas se compra y se vende, cuesta producirlo y cuesta importarlo. Por este camino vamos a reiterar lo que ya pasó, que entre 2003 y 2015 se gastaron cerca de 150.000 millones de dólares en subsidios por no entender que esto era así.
Se modifica la ley 25.565 en cuyo artículo 50 dice con toda claridad “que las modificaciones a realizar al presupuesto aprobado de los fondos fiduciarios del estado nacional durante el periodo de ejecución que implique la alteración con signo negativo del resultado económico y financiero o el incremento al endeudamiento bruto autorizado, deben ser aprobados por resolución del Ministerio de Economía e infraestructura con intervención de la Secretaría de Hacienda, previo dictamen de la Oficina Nacional de Presupuesto”. Nada de esto sucedió al tratar esta modificación, ni siquiera se consultó su costo a la oficina de Presupuesto del Congreso.
Son muchas las razones que nos llevan a afirmar que esta ley es una mala respuesta a una necesidad concreta, que nos interpela a adoptar una actitud distinta. Que nos exige diálogo, creatividad, trabajo. Un régimen de subsidios debe ser equitativo, justo y focalizado en las personas que realmente lo necesitan. Un Estado fuerte, inteligente y presente, no debe hacer posible, como en esta ley, que los pobres de las zonas cálidas financien a los ricos de las zonas frías, profundizando desigualdades en un país que no deja de generar pobreza.
Diputado Nacional UCR por la Ciudad de Buenos Aires