"M'hijo el concejal": la política como bien de familia
¿Mucha ansiedad por los resultados de las elecciones primarias de hoy? Imaginemos que sí, y que para matar el tiempo se le ocurre navegar por Internet y mirar quiénes ocupan cargos legislativos en otros países. Si, por ejemplo, empezara por Irlanda, se encontraría con que aparecen varios Flanagan (como hay cuatro Martínez en el Congreso argentino), pero también que hay otros legisladores como Spring y Connaughton que provienen de familias con larga historia en la política irlandesa.
La comparación con la Argentina será, entonces, inevitable. Si se observan las boletas del conurbano bonaerense -que concentra uno de cada cuatro votos del país-, en 15 de los 24 municipios el primer candidato a concejal es un pariente del intendente (nuera, hermano, tío, hijo o esposa), o el propio intendente en el regreso silencioso de las candidaturas testimoniales. Y esto, sin tomar en cuenta a los familiares que ocupan lugares en el resto de la lista. ¿Por qué?
Hay varios argumentos en juego. El primero es el que ensayan varios politólogos irlandeses para explicar el fenómeno en su país. La política es una actividad muy intensa, que exige un enorme compromiso personal -y también el de la familia de quien se dedica a ella- y, por ende, es probable que se transmita generacionalmente. Algo similar ocurre con los artistas. Así como el hijo de una actriz se cría en un camerín, los hijos de los dirigentes políticos pasan horas en un club de barrio en plena campaña electoral (y por ello también las legisladoras exigen horarios de sesiones más compatibles con la vida familiar). Una segunda explicación, relacionada con la primera, es que la actividad política tiene un importante componente experiencial. Se aprende a hacer política haciéndola, y por ello, es más fácil "mamarla" en el seno del hogar.
¿Son convincentes estos dos argumentos para comprender las trayectorias políticas en el conurbano? Muy probablemente lo sean en parte y para algunos casos. Pero, de ser suficientes, deberían explicar el proceso de forma invariable a lo largo del tiempo. Sin embargo, la evolución a través de los años muestra que el fenómeno de la política como bien familiar se acrecentó mucho en las últimas elecciones. En 1997, sólo 2 de las cabezas de lista de concejal eran familiares del intendente. En 2005, eran 5. Hoy son 15, más del 60% de los municipios del conurbano.
Hay dos motivos para explicar este incremento de la familia en las listas. El primero tiene que ver con la confianza y el miedo a la traición, que llevarían a un dirigente a buscar que los más cercanos accedan a posiciones de poder. Este argumento, presente desde tiempos inmemoriales, se acrecienta cuando no hay reglas de juego intrapartidarias estables y el debilitamiento de los partidos políticos impide que actúen como instituciones sostenibles a lo largo del tiempo. Por el contrario, hoy las candidaturas son eminentemente personales. La confianza se vuelve aún más relevante cuando el dinero ocupa un lugar muy importante en la política.
El debilitamiento de los partidos tiene otra consecuencia. Si los símbolos partidarios no brindan información para discernir entre distintas opciones electorales y las alianzas son cada vez más heterogéneas e incomprensibles para el elector, los nombres de los candidatos se tornan centrales y tener un apellido conocido en la boleta de concejales (como el del intendente) puede ser un atajo muy efectivo.
Conocer las trayectorias de los dirigentes políticos es más que un acto de voyeurismo. Permite saber quiénes acceden al poder y cómo se distribuye. En la provincia de Buenos Aires, la alternancia tiene lugar casi exclusivamente al interior del peronismo y la sucesión se define en elecciones generales y no internas. Una política centralmente territorial, de unos pocos apellidos que se mantienen en el poder por largos períodos y sin partidos políticos fuertes, parece ser un elemento distintivo de la política bonaerense hoy.
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