México intenta la democracia
En un país entrenado en la cultura del fraude electoral, gobernado durante 71 años por el PRI, un partido cuya virtud más saliente ha sido la manipulación institucional, la incertidumbre por el resultado de la votación del domingo próximo es toda una vuelta de página en la historia política del país. Los medios periodísticos más creíbles auguran un empate técnico entre el oficialista Francisco Labastida y el centroderechista Vicente Fox.
MEXICO.- LA elección presidencial del próximo domingo será la más disputada en la historia de México y eso debería ser un signo de buena salud democrática. Pero este tipo de conclusiones no son tan directas ni amables en un país entrenado en la cultura del fraude electoral, con 40 millones de personas hundidas en condiciones de "extrema pobreza" y gobernado durante 71 años por un partido especialmente hábil en la coacción del sufragio y la manipulación institucional.
En ese mundo, la incertidumbre por el resultado es una invitación a la desconfianza y a las múltiples posibilidades del caos. La última encuesta de intenciones de voto, publicada por el semanario Proceso, revela que el principal candidato de la oposición, el centroderechista Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN), estaría en condiciones de derrotar al oficialista Francisco Labastida, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), por cuatro puntos de diferencia.
Sin embargo, el margen de error de estos trabajos va de dos a cinco puntos, con lo cual se confirmaría la sospecha de un inquietante "empate técnico" entre ambos. Los medios más creíbles subrayan el mismo diagnóstico, y Fox y Labastida coinciden en negarlo a través de un triunfalismo ridículo e inverosímil, que curiosamente los emparenta demasiado.
El PRI asegura que su distancia con respecto al PAN es de ocho puntos (unos tres millones de votos) y, como parte de la guerra de datos equívocos, Fox acaba de presentar una encuesta en la que gana por seis dígitos. Lo más probable es que nadie tenga razón. Y por eso lo único cierto es el temor, el recelo y la duda, todas certezas inquebrantables que no necesitan sondeos amañados.
Así, de todos los miedos que crecen a medida que se acerca el 2 de julio, el peor es el que sobrevuela la amenaza de fraude. "¿Quién, en su sano juicio, creería de buena fe en un triunfo limpio y transparente del partido gobernante que ganó las catorce elecciones anteriores mediante fraudes?", pregunta Mario Vargas Llosa desde su columna semanal en el diario Reforma; "su victoria parecería la última y audaz estrategia -¡la carta democrática!-, concebida por el más extraordinario partido-camaleón que haya conocido la historia, para seguir en el poder".
El autor de La fiesta del Chivo , que alguna vez dijo que el sistema de dominación priísta es "la dictadura perfecta", pasó por México para promocionar su nueva novela y, de paso, declaró que si él fuera mexicano votaría por Vicente Fox. "Para que la democracia sea real, el PRI debe pasar a la oposición", explicó en varias entrevistas, y políticos y funcionarios del partido de Estado reclamaron que a Vargas Llosa se le aplicara el polvoriento artículo 33 de la Constitución Nacional, donde se contempla la posibilidad de expulsar a los extranjeros que se meten en los asuntos internos del país.
El problema, en realidad, no fue tanto la insolencia foránea del escritor peruano como haber puesto el dedo en la llaga electoral. Si Labastida gana en comicios legítimos y limpios, ¿el sistema mexicano no sería democrático sólo porque el próximo presidente pertenecería a un partido de pasado monopólico? ¿No hay democracia sin alternancia en el ejercicio del poder? ¿Y hasta qué punto es lícito apoyar a un candidato opositor cuyo único argumento electoral es la urgencia por echar al PRI?
Las respuestas son ambiguas y hay para todos los gustos. Según el escritor Fernando del Paso, "echar al PRI nada más que por echarlo, cueste lo que le cueste al país, es una atrocidad que me niego a cometer. El señor Fox encarna lo peor de la reacción, sobre todo la posibilidad de que la Iglesia interfiera en la acción política y del Estado y, en ese caso, nuestra soberanía dejaría de ser tal. ¿Vale la pena pagar ese precio, sólo porque al PRI se le achaca toda la corrupción del mundo? No, al menos para mí. Yo no voy a votar por el sol para que triunfe el eclipse".
En la vereda de enfrente, el historiador Enrique Krauze cree que la derrota del PRI es indispensable para abandonar un sistema a mitad de camino entre la "presidencia imperial" y la democracia. "La gran pregunta que nos hacemos en este momento es si hay democracia sin alternancia. En el caso concreto de México, está claro que sin alternancia puede haber democracia, pero sería una democracia sin salud política.
"En estricto sentido, si Labastida gana aunque sea por un voto no habrá alternancia, pero sí habremos tenido las elecciones más democráticas de la historia reciente de este país. Esa paradoja puede ser devastadora, ya que Labastida como presidente debería gobernar no sólo sin el apoyo de la mayoría de los mexicanos, sino también en contra de una mayoría que no lo vota precisamente porque ya tiene conciencia política."
En el escenario del partidismo político, la pregunta por la urgencia de la alternancia también se contesta de distintas maneras. Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general Lázaro Cárdenas (el presidente mexicano que nacionalizó el petróleo) y líder histórico del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), rechazó la posibilidad de aliarse con Fox y garantizar la derrota del PRI. Ese gesto ha sido muy arriesgado y polémico, ya que la mismísima acta de fundación del PRD cita la necesidad de derrotar al PRI y su maquinaria desideologizada por el oportunismo y el paso de los años. Ahora el PRD está tercero en las encuestas, mantiene un techo de 20% de preferencias electorales y esos votos opositores son justamente los que permitirían el triunfo de Labastida.
Fox tiene otras explicaciones; para él, Cárdenas habría pactado con el PRI, en la que sería su peor traición a un electorado de fuertes convicciones socialistas. El motivo de ese supuesto acuerdo secreto sería la necesidad del PRD de mantener el gobierno de la capital, donde el perredista Andrés Manuel López Obrador aparece primero en las encuestas con una candidatura ilegal, ya que no cumple con el requisito de dos años ininterrumpidos de residencia en la capital mexicana. Para que no se impugne a López Obrador y el PRD no pierda su mejor bastión, Cárdenas le habría garantizado al PRI que sus votos no irían a parar a una alianza con Fox.
La situación es probable, pero significaría el mayor monumento a la hipocresía de la política mexicana, sobre todo porque Cárdenas -cuya imagen pública se basa en la honestidad- fue víctima, en 1988, del fraude más escandaloso de la historia del PRI. Para el líder izquierdista, sugerir esas sospechas equivale, prácticamente, a insultarlo. "Apoyar a Fox hubiera sido como apoyar a Labastida: son dos candidatos de un mismo régimen y, aunque evidentemente tienen diferencias, también están unidos por coincidencias que los enfrentan a la ideología y al programa del PRD", explica.
¿Por qué, entonces, si Fox es un candidato del sistema como el priísta, estuvo a punto de unirse a él en una alianza opositora? "Bueno, el acuerdo partía de ponerse de acuerdo en una plataforma común -señala-; hablo de una plataforma donde se expresaran las coincidencias. Eso es lo que iba a explicar por qué dos partidos antagónicos podíamos tener una candidatura común. Tratamos de llevar al PAN a una posición de oposición frente al régimen. No se llegó a ese acuerdo de plataforma común, y tampoco a un acuerdo de cómo decidir quién sería el candidato presidencial. Así que hasta ahí llegaron las conversaciones. Yo sé que ahora, si gana Labastida por el fracaso de la coalición, habrá una enorme desesperanza en la gran mayoría de los mexicanos. Pero por eso el PRD está trabajando con todo lo que tenemos a nuestro alcance para ganar la elección."
No todo el mundo le cree a Cárdenas, pero quien desconfía más es Porfirio Muñoz Ledo, ex correligionario suyo del PRD y ex candidato presidencial por un partido fantasma, el PARM, al que renunció para pedir el voto por Vicente Fox. "Puede haber alternancia y no transición, pero no hay transición sin alternancia. Y la única posibilidad de que haya alternancia hoy se llama la convergencia en torno de Vicente Fox", dice, sin aclarar si su ideología socialista no entra en conflicto al apoyar a un empresario de centroderecha, ex directivo de Coca-Cola.
En tiempos globalizadores, la política mexicana se desideologiza y proclama coaliciones de izquierdistas con centroderechistas en pos de un objetivo que polariza peligrosamente a la sociedad. ¿Vale la pena una democracia sin principios? ¿La falta de valores históricos del PRI gobernante es la que habría generado la ausencia de principios en la oposición? ¿Y es momento de plantear un regreso a la moral política, justo cuando ese principismo podría permitir el triunfo del corrupto PRI? "La alternancia no tiene que ser un suicidio político, ético o ideológico -subraya el intelectual Carlos Monsiváis, con la crítica puesta en Muñoz Ledo-, de algo estoy convencido: es urgente preservar los espacios de una izquierda democrática, crítica, generosa y solidaria. No sé si el precio por pagar tiene que ser la victoria del PRI; personalmente creo en la alternancia, y no en el exterminio de una tendencia básica en la integración de la alternancia."
A una semana de las elecciones, las respuestas generan más preguntas y ése debería ser un signo de buena salud democrática. Pero este tipo de conclusiones ya están a punto de explotar, y quién sabe si semejante estallido no dibuja el ruido de los momentos donde nacen las grandes incógnitas de la historia.
La sombra del fraude
- Dominio: mayoritariamente, el voto por Labastida es el voto del México pobre y campesino, que todavía pertenece a la masa corporativa muy dominada por la presión del PRI. Al menos 15 millones de electores, casi el 30 por ciento del padrón, votarán bajo la agobiante influencia de esos programas supuestamente dirigidos a combatir la pobreza extrema.
- Clientelismo: una investigación del diario El Norte reveló que una credencial de elector (similar al DNI argentino) se puede falsificar por 110 dólares o menos. En la ciudad de Durango se acaban de localizar bodegas con un total de 50 toneladas de alimentos baratos y sin marca, distribuidos en 15 mil bolsas, con los que el PRI pagaría el sufragio a favor de los electores especialmente trasladados al lugar de la votación.
- Advertencia: Vicente Fox ha declarado que no aceptará una derrota por menos de 10 puntos de diferencia. Mientras tanto, Labastida replica una y otra vez con la reivindicación de unos comicios inminentes que, según él, serán "los más l impios de la historia de México".
- Otra mirada: los observadores extranjeros que ya se encuentran aquí no piensan lo mismo. El canadiense Meyer Browstone señala que "no se puede hablar de elecciones libres y justas", ya que en las zonas de difícil acceso el voto no será "completamente libre y secreto". Y los representantes de Global Exchange, una asociación integrada por norteamericanos, japoneses y europeos, entregaron un documento a los principales medios del país en el que advierten "evidencias de irregularidades de administración electoral, compra y coacción del voto, problemas de financiamiento irregular y militarización en las zonas pobres".