Mexicanización, por qué tiene razón el Papa
El aumento del consumo y de la producción local de drogas, sumado al poder de infiltración de las redes criminales, son una advertencia para toda la clase política
La reciente alerta pública del papa Francisco sobre el peligro de que Argentina se "mexicanice", es decir, que adquiera hábitos delictivos y padezca las consecuencias del avance del crimen organizado como aquel país, causaron gran impacto en la sociedad. Sus afirmaciones se potenciaron cuando advirtió que en el país no sólo ha aumentado el tráfico, sino también el consumo de estupefacientes y la producción local de drogas ilegales. La reacción del Gobierno fue, una vez más, negar la realidad y minimizar el problema, a pesar de lo difícil que es sostener este relato cuando ciudades como Rosario ya tienen una tasa promedio cercana a un homicidio intencional diario, que la ubican entre las 50 ciudades más violentas del mundo. Para poder poner en contexto estas frases, que son un llamado de atención no sólo al gobierno actual sino a toda la dirigencia nacional, creo conveniente analizar algunos indicadores alarmantes que sirven para comprender dónde estamos parados frente al avance narco y la magnitud del desafío que enfrentamos.
Fronteras porosas: así como México, que tiene como vecino al mayor consumidor de drogas ilegales del mundo, Estados Unidos, la Argentina tiene como vecinos a los principales productores mundiales de hoja de coca y su derivado, la cocaína (Bolivia, en el límite, y Perú y Colombia, cercanas). La debilidad de nuestra amplia frontera ha sido un elemento crítico para la expansión del negocio. La imposibilidad de controlar el espacio aéreo por donde entran los vuelos ilegales se debe a que éste no está plenamente radarizado, objetivo proclamado y siempre postergado, mientras la mayoría de nuestros vecinos tienen el 100% bajo control. Nuestra amplia frontera física, cada vez con menor presencia de gendarmes, prefectos y ausencia de tecnología de punta, son todos elementos que facilitaron la importación de estupefacientes. Primero para triangular a otros países y luego para acrecentar la provisión al consumo interno y la producción en laboratorios locales. Una aclaración importante frente a la desmentida de algunos funcionarios del gobierno nacional fue la que dio la Auditoría General de la Nación al revelar, en uno de sus últimos informes, que el año pasado se decomisaron más de 180 laboratorios, varios de ellos con capacidad de producción industrial de cocaína, es decir, con posibilidad de elaborar varias toneladas anuales.
Pérdida del control territorial: una de las características del avance del poder narco es que comienza a suplantar el poder del Estado en sectores concretos de la sociedad. Así sucedió en Colombia, donde llevó una década revertir la situación, y en México, donde en el norte del país hay una desarticulación casi total del Estado. En este aspecto, el caso argentino se asemeja más al brasileño, ya que el avance criminal no controla Estados o ciudades enteras, sino enclaves concretos dentro de las grandes urbes. Bandas criminales controlan ingresos y egresos en los barrios carenciados, toman como rehenes a la población y someten a muchos de sus miembros a transformarse en eslabones de la cadena criminal. Con una cultura del miedo y la extorsión desarrollan su negocio aprovechando la ausencia del Estado. No sólo en materia de seguridad, sino de infraestructura social básica.
Narcos regionales que operan localmente: la presencia en el país durante la última década de importantes líderes narcos mexicanos, peruanos y colombianos que fueron detenidos, asesinados, extraditados o simplemente transitaron impunes por nuestro territorio, como el caso del líder del Cartel de Sinaloa, el Chapo Guzmán, puso de manifiesto la impunidad con que se manejan. Otra característica de la evolución del narcotráfico es la transformación de bandas criminales locales en organizaciones complejas con capacidad de corromper, transportar, comercializar y ejercer la violencia a distintas escalas. En la Argentina actual existen varias bandas criminales, tan peligrosas como Los Monos, originarios de Rosario. Su expansión por fuera de la zona de influencia original demuestra su gran resiliencia, a pesar del encarcelamiento de algunos de sus líderes, y una gran capacidad para usar la violencia contra sus adversarios y el Estado mismo.
Mayores niveles de violencia: tal vez el elemento más característico del aumento del delito en los últimos años es precisamente la creciente violencia de los mismos. Violencia hasta la barbarie para amedrentar, obtener objetivos y sentar escarmientos que sustenten la permanencia y expansión del negocio. Rosario –con niveles de homicidios inusualmente elevados aun en términos regionales– no está sola en esa crisis: la ciudad de Santa Fe, Mar del Plata, Comodoro Rivadavia y distritos de los conurbanos del Gran Buenos Aires, Córdoba y Mendoza tienen todos tasas de homicidios intencionales endémicas por encima de 10 homicidios cada 100.000 habitantes.
La presencia narco se relaciona de tres maneras con el aumento de la violencia delictual y los homicidios. La primera es que las bandas criminales pelean por el control del territorio y esa puja se dirime a los tiros con la eliminación del adversario. La segunda es el efecto que tienen ciertas drogas "duras" en la psiquis del consumidor, que deteriora los límites inhibitorios y los lleva a cometer en muchos casos crímenes aberrantes. La última relación violencia-drogas ilegales es el vínculo sistémico que genera el consumo de algunas drogas, como por ejemplo el paco, que lleva a los jóvenes adictos a salir de caño o convertirse en soldaditos al servicio de las organizaciones, para sostener su adicción.
Aumento del consumo: un hecho distintivo de todos los países de la región es que con el paso del tiempo el narcotráfico evoluciona de ser un negocio eminentemente logístico –drogas de paso hacia otros mercados maduros– a un negocio de consumo masivo local. En ese momento las bandas criminales pelean para controlar el territorio y distribuyen las drogas en el creciente mercado de consumidores propios. Los datos de Naciones Unidas señalan que en diez años el consumo de marihuana y de cocaína en el país se ha duplicado y también que han crecido, a un ritmo aún mayor, el consumo de drogas sintéticas y el paco. El cálculo que realizamos junto a Sergio Berensztein en el libro El poder narco, que publicamos recientemente, señala que el mercado de consumo local de estupefacientes mueve cerca de un billón de dólares anuales en el país, dinero que es utilizado también para corromper y destruir las raíces mismas del Estado.
Aumento de la corrupción narco y debilidad institucional: el crimen organizado necesita corromper funcionarios públicos (fuerzas de seguridad, jueces, fiscales, funcionarios de aduana, concejales, intendentes, organismos de control, etc.) para conseguir impunidad, inacción, eliminar adversarios y desarrollar el negocio. Como señalan los especialistas, cuanto más alto el nivel de corrupción mayor nivel de penetración del narcotráfico en la sociedad. En el último año el jefe de la Policía de Santa Fe y los más altos jerarcas de la policía de Córdoba fueron detenidos e imputados como cómplices del desarrollo de bandas de narcos de esas provincias. Los casos de concejales e intendentes involucrados se suman cada mes que pasa. Este accionar corrosivo del poder narco se da en un contexto de debilidad institucional para enfrentar el creciente fenómeno con fuerzas de seguridad federales que fueron dispersadas por el país y con cada vez menor presencia en las fronteras. Los que quedan trabajan con juzgados federales colapsados por la cantidad de causas que deben tratar y a pesar de reclamos formales de la Corte Suprema para que se nombren funcionarios judiciales en juzgados federales de zonas críticas.
El Papa Francisco ha hecho un llamado de atención no sólo al Gobierno, sino a la clase dirigente toda, sobre la necesidad de abordar integralmente la problemática del narcotráfico y el consumo de drogas. Su voz no es nueva sobre este tema. Hace años, como cardenal de la Ciudad de Buenos Aires junto a los curas villeros que lo acompañaron en su gestión, denunció el avance del poder narco. Hoy su voz resuena aun con mayor fuerza y a escala mundial. Es tiempo de actuar, de revertir la amenaza de convertirnos en un narco-Estado y de trabajar por la esperanza de ser un país más justo y seguro para todos.
El autor fue jefe de la Policía Metropolitana; es coautor del libro El poder narco
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