Mensaje claro sobre un proyecto de país
El 1º de diciembre de 1985, días antes de cumplir dos años de mandato como presidente de la Nación, Raúl Alfonsín habló en el Plenario de Delegados al Comité Nacional de la UCR, reunido en Parque Norte. Allí presentó la "Convocatoria para una convergencia democrática". Aquellas palabras fueron pronunciadas sobre el final de un año con hechos importantes: el 22 de abril había comenzado el Juicio a las Juntas, y la sentencia se conocería el 9 de diciembre; en junio, el ministro de Economía Juan Sourrouille le dio vida al Plan Austral; el 3 de noviembre, en las elecciones legislativas, el oficialismo se impuso con el 43,5% de los votos.
El texto en cuestión –con los aportes de Pablo Giussani y otros colaboradores– fue redactado por Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola, sociólogos de origen marxista que, junto a algunos analistas y estudiosos de las ciencias sociales, integraban el Grupo Esmeralda, un núcleo de reflexión y debate que, lejos de la condescendencia y el accionar partidista, asesoraba y discutía con Alfonsín sobre diversos temas urgentes, así como iniciativas de mediano y largo plazo
El texto en cuestión –con los aportes de Pablo Giussani y otros colaboradores– fue redactado por Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola, sociólogos de origen marxista que, junto a algunos analistas y estudiosos de las ciencias sociales, integraban el Grupo Esmeralda, un núcleo de reflexión y debate que, lejos de la condescendencia y el accionar partidista, asesoraba y discutía con Alfonsín sobre diversos temas urgentes, así como iniciativas de mediano y largo plazo. En su exposición, haciendo referencia a los alcances de "una mutación civilizatoria a escala mundial", el presidente invitó a pensar el rol de la Argentina en vísperas del siglo XXI. El reto implicaba defender la autodeterminación de los pueblos frente a "los males que afectan a los marginados de la Tierra: el hambre, la ignorancia, el autoritarismo".
Al diagnóstico le siguió una aspiración: construir una sociedad diferente. Con ese objetivo, reparando en una correcta inserción del país en el concierto internacional, Alfonsín habló en clave política, cultural, económica y estratégico-militar. Desde esos ejes propuso: edificar una democracia pluralista, defender la libertad de pensamiento y creencias, promover la integración regional y razonar la geopolítica por fuera del corsé ideológico que imponían los bloques de la Guerra Fría.
Asimismo, puso el foco en la necesidad de un cambio en la mentalidad colectiva. Mencionó las "maneras de ser y pensar que han echado raíces a lo largo de las generaciones en nuestra historia". Se refirió así al autoritarismo, la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la concepción del orden como imposición y del conflicto como perturbación antinatural de las reglas, la falta de diálogo, negociación, acuerdo y compromiso.
Luego de valorar la tarea de educadores, periodistas, dirigentes de las organizaciones sociales representativas y responsables de los medios de comunicación masiva en la "democratización subjetiva", el jefe de Estado enumeró los componentes del "trípode fundamental" que les proponía a los ciudadanos para avanzar en conjunto: una democracia participativa, una ética de la solidaridad y la modernización. Eran los caminos para hacer posible una república equitativa, eficiente y moralmente justa.
Hace siete lustros hubo un mensaje claro, una articulación teórico-conceptual que, entendiendo y explicando la coyuntura, buscó desde el realismo político imaginar un futuro posible para la Nación. Libre de agresiones y descalificaciones, alejado de posiciones irreductibles, fanatismos y academicismo militante, el documento leído por Alfonsín constituye una referencia ineludible del pensamiento democrático. A la distancia, es también un sumario de las no pocas frustraciones generales que llegan hasta el presente. Desde hace décadas, la Argentina carece de estadistas y tiene pocos pensadores. Ello torna inviable una síntesis práctica entre ideas y acciones de gobierno que trasciendan en el tiempo. Pensando en esta falencia y en los 37 años transcurridos desde el retorno de la democracia, el discurso de Parque Norte debe ser valorado como lo que fue: el intento más acabado, desde la política y el campo intelectual, de poner en debate un proyecto de país.
Lic. Comunicación Social (UNLP)