Menem, el más peronista de los peronistas
La figura del expresidente Carlos Saúl Menem siempre produjo emociones muy intensas y enfrentadas, así, cantidad de ciudadanos defendieron vigorosamente la implementación de sus medidas económicas de reforma y ajuste estructural de los años 90, mientras muchos otros se opusieron y cuestionaron con dureza tales medidas neoliberales.
Si se observa con detenimiento los sucesos de aquellos tiempos, podemos concluir que las medidas político-económicas implementadas durante ambas gestiones continuadas de Menem (desde 1989 hasta 1999), fueron medidas acordes a un clima de época; soplaban vientos de reducción del gasto público y de desregulación del mercado comercial, frente a las severas crisis fiscales e inflacionarias en varios países de la región (en Argentina sufrimos dos hiperinflaciones en esos años). De tal modo se pretendió que las privatizaciones pusieran coto al cuantioso déficit fiscal. Por su parte, la apertura comercial tuvo como propósito que se disciplinaran precios internos, y con esto se controlara la inflación. La desregulación financiera fue otro de los pilares de esta reforma estructural en la “era Menem”, así, condiciones financieras internacionales ventajosas para la Argentina (altas tasas de interés en la región) y una desregulación irrestricta del mercado de capitales, implicaron una libertad total al ingreso y egreso de divisas. Al mismo tiempo, en Argentina se estableció un plan o tipo de cambio denominado “Convertibilidad” que implicó que el peso argentino sea altamente apreciado (1US$=$1), para poder controlar más expeditivamente la inflación.
Estas medidas de corte ortodoxo pudieron hacerle frente a una grave crisis económico-financiera. Sin embargo, bajo diez “largos años” de un plan de Convertibilidad, de una moneda local apreciada, nuestra economía se volvió muy poco competitiva y así comenzaron a cerrar pequeñas, medianas y grandes empresas. La apertura comercial llevó a que se disciplinen los precios internos, pero dichos precios no podían competir con los internacionales, bajo un modelo de una Argentina cara y así continuó el cierre de comercios y empresas. Por su parte, el plan de privatizaciones sin matices, llevó a que una enorme cantidad de ciudadanos perdieran sus puestos laborales. Asimismo, la desregulación financiera atrajo efectivamente masivos capitales, pero en un contexto de altas tasas de interés en Argentina, cantidad de inversiones financieras especulativas reemplazaron inversiones productivas generadoras de empleo, y con esto la inversión en la economía real descendió fuertemente.
Así, luego del goce de muchos argentinos de poder viajar al extranjero o comprar productos importados a bajo costo, empezó a visualizarse que el desempleo se transformaba en un súper tema, y con esto se evidenciaba cada vez más el aumento de la pobreza, la indigencia, la exclusión y una creciente desintegración social. Tales penurias padecidas, fueron acompañadas por un estilo de gobierno donde la corrupción fue impiadosa, y cuando la corrupción es impiadosa, se enriquecen unos pocos y se empobrecen unos cuantos.
Carlos Menem ganó las elecciones asumiendo en el año 1989 prometiendo dos cosas: “la revolución productiva” y “el salariazo” y ambas promesas se apartaron 180 grados de su proyección en campaña, para dar lugar a un plan ultra ortodoxo, promercado. Era el nuevo clima de época, y Menem era un peronista de Perón, “conciliar la manera de obrar con la índole de las circunstancias” fue su máxima durante toda su gestión. Si no se podía promover la revolución productiva ni el salariazo, y se debía hacer todo lo contrario. Y se hizo.
Juan Domingo Perón en los años de posguerra apostó a un modelo estatal, industrial y nacional, porque la época nos marcaba que para ese lado había que girar; y para lograr este cometido, la izquierda debía predominar entre los justicialistas; así la Juventud Peronista y el grupo Montoneros pudieron ser la base central de apoyo político del movimiento peronista. Pero en los años 70, cambiaron los aires en medio de una guerra fría que proyectaba a Estados Unidos ganando posiciones, y Perón no dudó en optar por un modelo que se acercara al gigante del Norte y a girar ideológica y económicamente hacia la derecha más reaccionaria, de la mano de López Rega (el creador de la Alianza Anticomunista Argentina) y de la vieja guardia sindical. Así, el líder de la gran masa del pueblo expulsó de un santiamén a sus formaciones de izquierda y dio un giro más que pragmático a su programa de gobierno original.
Volviendo a los años noventa, podría incluirse cantidad de información para describir la década menemista: el indulto a militares que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y que fueron juzgados por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la dictadura de 1976; el indulto a líderes y miembros de los grupos guerrilleros, denuncias sobre malversación de fondos públicos, denuncias sobre pedidos de coimas, las condenas por el pago de sobresueldos a funcionarios gubernamentales, los juicios por la venta ilegal de armas a Ecuador y a Croacia.... Se puede asimismo destacar cómo Carlos Menem encontró un modo de obtener fueros frente a los ilícitos cometidos durante su gestión presidencial, a partir de haberse mantenido ocupando cargos legislativos, y luego de algunos desplantes preliminares sufridos con el Frente para la Victoria, fue esta misma coalición quien le ofreció generosamente ocupar una banca en su lista para senadores. Se puede escribir sobre un sinfín de acontecimientos que muchos argentinos reprobaron por años y que hoy son más difíciles de expresar frente a la reciente muerte del ex presidente en cuestión.
Cuando el peronismo no rinde honores a un líder que fue un fiel reflejo del gran conductor de antaño, suena tan injusto como falaz, ya que Carlos Menem fue el más peronista de todos los peronistas
Tal vez sea más sencillo destacar lo irrebatible. Cuando tantos peronistas no reconocen en Carlos Menem a un verdadero peronista, cuando tantos ciudadanos afirmaban hace algunos años “yo no lo voté” mientras Menem ganó, no dos elecciones sino tres (porque también triunfó en la elección de 2003 frente a Néstor Kirchner, aunque luego optó por no presentarse a la segunda vuelta electoral), cuando el peronismo más peronista no rinde honores a un líder que fue un fiel reflejo del gran conductor de antaño, suena tan injusto como falaz, ya que Carlos Menem fue el más peronista de todos los peronistas; decía y hacía lo que debía decirse y hacerse según la ocasión, y pudo trasmutar sin titubeos y adaptar medios a fines sin piedad. Nadie, como Carlos Menem, pudo representar tan fielmente el estilo pragmático, oportunista, demagógico y carismático de Perón.
Luego de una suerte de relato sobre acontecimientos y modos de gobernar, la pregunta sin respuesta es ¿por qué gran parte de la militancia peronista, en lugar de seguir enalteciendo la figura de Raúl Alfonsín luego de haberlo atacado impiadosamente por décadas, no admite sin vacilar que Carlos Saúl Menem fue el más peronista de los peronistas? Les pertenece, hasta la eternidad.
Politóloga y Profesora (UBA)