Memorias de mujeres. Cómo contar el dilema de la maternidad
El nudo materno, de la estadounidense Jane Lazarre, un clásico del feminismo, permite rescatar un momento clave de la reflexión autobiográfica y de la autoconciencia del complejo lugar de la posición femenina
"Todo el mundo lleva dentro de sí una especie de borrador, perpetuamente retocado, de la historia de su vida". Probablemente en 1975, cuando Philippe Léjeune escribió esta frase en El pacto autobiográfico, no sospechó hasta qué punto su libro anticipaba una suerte de pasión que se desataría varias décadas más adelante. Porque hoy, en tiempos de la llamada "era del ego", el uso de la primera persona, expansivo y exuberante, se prodiga en autoficciones, autobiografías, todo tipo de escritura confesional, ensayos, memorias. El diario íntimo, esa zona de delicado derrotero entre lo público y lo privado (al fin y al cabo, un diario siempre se escribe para alguien), alguna vez espacio estrictamente ligado a la construcción de la subjetividad, atraviesa buena parte de las actuales literaturas del yo. Lo hace tanto de manera evidente como a modo de eco difuso, recuerdo de cierto ejercicio de autorreflexividad más propio de épocas menos extrovertidas.
En este sentido, libros como El nudo materno, de la estadounidense Jane Lazarre, permiten volver a pensar no solo en la función de la escritura autorreferencial, sino también en lo que ocurre cuando esa escritura pertenece a una mujer.
Lazarre publicó El nudo materno en 1976 (un año después de que Léjeune presentara el que hoy es libro de referencia sobre la autobiografía): tiempos de la Segunda Ola feminista en Estados Unidos, pero también de intensa conflictividad social y racial.
En ese contexto, la autora se propone desmontar lo que denomina "la falacia de la maternidad" con una crudeza que incluso hoy resulta impactante. "Lo único eterno y natural en la maternidad es la ambivalencia", afirma. Pero también se permite decir, respecto de ella y del padre de sus hijos: "Éramos una entidad política: un hombre negro casado con una mujer blanca".
El sustento material de El nudo materno son los cuadernos de notas que la autora reconoce haber escrito, por años, de manera continua y frenética: un minucioso seguimiento de las transformaciones físicas, psíquicas e intelectuales de una mujer que vive por primera vez la experiencia de la maternidad.
En el prólogo a la edición en español de este libro se cita al escritor español Alberto Olmos, quien señala que "lo que permite diferenciar la cansina moda de la autoficción protagonizada por un yo en constante campaña de autopromoción de esa otra autoficción en la que brilla un yo literario es que en la primera el autor te lo cuenta porque le ha pasado a él, mientras que en la segunda te lo cuenta porque (también) te ha pasado a ti". De hecho, hay algo que vincula las memorias de Lazarre con otros textos autorreferenciales escritos por mujeres. Pueden ser los Diarios de Anaïs Nin y su indagación en el erotismo femenino, la maravillosa reflexión que Nancy Huston hace sobre la extranjería en Nord perdu; la intensidad intelectual, vital y literaria que traducen los diarios de Virginia Woolf, Susan Sontag o Alejandra Pizarnik, la desgarrada subjetividad que asoma en los Diarios completos de Sylvia Plath. En cada uno de esos trabajos, más allá de las diferentes personalidades, épocas o estilos cultivados por sus autoras, emerge lo que el feminismo de la segunda mitad del siglo XX denominó "autoconciencia". Un término que alude a la imbricación de la intimidad más profunda con la dimensión de lo político, es decir, con el lugar que históricamente tuvieron las diferencias de género. Habría, así, un vínculo casi inevitable entre el ejercicio de autorreflexión que implica toda escritura autobiográfica y cierta autoconciencia del complejo lugar de la posición femenina.
En el caso de la escritura de Lazarre, hay una permanente confirmación de que "lo personal es político". La autora no solo participó de los grupos de reflexión característicos de la Segunda Ola (donde las mujeres, activistas o no, se reunían para compartir experiencias, padecimientos o dudas sobre sexualidad, inserción laboral, cuidados), sino que también fue impulsora de grupos de reflexión sobre la maternidad, participó en la creación de redes alternativas de guarderías, y entendió el feminismo como un corpus de acción y pensamiento inseparable de su deseo, conflictivo pero deseo al fin, de ser madre.
Este tipo de concepción no tiene por qué ser inevitable. Basta seguir la obra autobiográfica de la neoyorquina Vivian Gornick que, a través del feminismo y la literatura, plasma en La mujer singular y la ciudad su decisión de renunciar a la maternidad y a la vida en pareja en pos de su realización personal. Por su parte, la francesa Virginie Despentes desarrolla en Teoría King Kong una poderosa primera persona que reivindica una sexualidad femenina no exenta de rasgos masculinos y, de paso, rememora su paso por la pornografía, la prostitución y el día en que sufrió la violación que la definió como escritora y como "mujer que ya no es exactamente una".
La furia de Lazarre es de otro tenor. Con honestidad brutal, narra desde los momentos en que podría dar la vida por su hijo hasta las crisis donde llega a fantasear con el infanticidio. El ejercicio intelectual es permanente, incluso cuando se aplica a la corporalidad más primitiva. Pero semejante inmersión en lo subjetivo no excluye el afuera. La escritora recuerda el día en que, con su niño a cuestas, acude a una manifestación. En un instante, cuando los cuerpos de los manifestantes, en su mayoría varones, se tensan frente a los cuerpos de los soldados que amenazan reprimir, percibe algo que nunca había sentido antes de ser madre: "Ellos eran hombres, y yo formaba parte del grupo de las mujeres y los niños. El mundo, con todo su horror y su prodigio, pertenecía más a mi pequeño, dormido en su cochecito, que a mí misma".
EL NUDO MATERNO
Jane Lazarre
Las Afueras
Trad.: E. Vilallonga
268 págs./ $ 1590
DIARIOS
Alejandra Pizarnik
Lume
506 páginas, $ 1049