Memoria. El arte de recrear el pasado
Varios de los artistas que participan de Bienalsur basan sus obras en material de archivo, como un modo de echar luz sobre la historia silenciada
La primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (Bienalsur), que se realiza hasta diciembre en simultáneo en más de 80 sedes de 32 ciudades de 16 países, busca posicionar el territorio sur en la cartografía del arte mundial pero también hacer foco en el proceso creativo e intelectual de la escena artística contemporánea.
Muchos de los artistas han basado sus obras en documentos históricos que son intervenidos, recreados y releídos desde miradas disímiles, con afán de repensar el pasado. Un modo de echar luz sobre la historia silenciada, de recuperar la memoria perdida y de difundir una narración aún no contada. A continuación presentamos a algunos de ellos según su ubicación respecto del Hotel de Inmigrantes, “Kilómetro 0” de Bienalsur.
Ivan Grilo: la Argentina negra
(Buenos Aires, KM: 4,4)
En la exposición Convergencias imaginarias, compartida con Hugo Aveta en el Museo Histórico Nacional, el artista brasileño Ivan Grilo (Itatiba, 1986) busca introducir “ciertas interferencias dentro del relato macro que provee este museo”, cuyo destino es justamente presentar una narrativa de los procesos de un país en el transcurso de cierto tiempo. La obra No fue izada la bandera, pero ya nos indica la dirección es una placa de bronce con esa leyenda sobre la bandera blanca exhibida en la sala, dedicada a la historia negra de la Argentina.
En tiempos remotos, cuando el pueblo angolano todavía era nómade y necesitaba descubrir el nuevo destino a seguir, izaba una bandera blanca y seguía la dirección hacia donde apuntara. La idea es poner el acento en el sujeto anónimo, la población negra argentina y diezmada. “Es necesario generar discusiones sobre esa historia olvidada”, dice Grilo.
Cristina Piffer: indígenas prisioneros
(Buenos Aires, KM: 12)
La instalación Argento. 300 actas, de la artista Cristina Piffer (Buenos Aires, 1953), exhibida en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti con curaduría de Florencia Qualina, se basa en las actas de bautismo de 300 indígenas que estuvieron prisioneros en la isla Martín García, una suerte de campo de reclusión y distribución de miles indígenas luego de la denominada “Campaña del Desierto”. Los misioneros bautizaron a los prisioneros y dejaron prolija constancia de ello en los libros sacramentales que archivó el Arzobispado de Buenos Aires. La artista refleja el despojo material y simbólico del que fueron víctimas los pueblos originarios: transcribe cada uno de los manuscritos y convierte esas imágenes en archivos de corte con los que cala el metal. El soporte es una hoja metálica plateada, muy fina, brillante. “La materialidad elegida evoca el imaginario colonial que suponía la existencia de metales preciosos, como la plata”, detalla Piffer.
Voluspa Jarpa: secretos censurados
(Buenos Aires, KM: 12)
La artista chilena Voluspa Jarpa (Rancagua, 1971) basa su trabajo en un corpus monumental: los archivos que la CIA y otros organismos de inteligencia de Estados Unidos han ido desclasificando sobre países latinoamericanos entre 1984 y fines del siglo XX. Su obra –una instalación que cruza disciplinas– se resignifica en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, ubicado en el predio de la antigua ESMA, en el marco de la muestra colectiva La mirada que se separa de los brazos curada por Florencia Battiti.
Jarpa, que el año pasado exhibió en el Malba su primera muestra individual en un museo latinoamericano, se interesa por las múltiples categorías de un archivo secreto, como “confidencial”, “no distribuir”, “prohibida o restringida su circulación”, “secreto sensible/sólo mirar”, “secreto/delicado”, “nodis” (no distribuir a otros organismos), “noforn” (no distribuir a otros países) o “top secret”.
La desclasificación consiste en algo tan sencillo y potente como hacer públicos esos documentos, con las tachaduras y censuras que a veces impiden la lectura. “Mis razones para acercarme y zambullirme en el archivo provienen del encuentro con la borradura y la tachadura. Provienen de la no historia, de la dimensión del secreto como asunto de seguridad, de su histeria y mudez”, dice la artista.
Marcelo Brodsky: guerrilleros y militantes
(Bogotá, KM: 5.657)
El fotógrafo argentino Marcelo Brodsky presenta en el espacio El Dorado de Bogotá la muestra Mitos fundacionales, con tres obras basadas en material de archivo. Dos de ellas aluden al prolongado conflicto entre el ejército colombiano y las FARC, en base a un relato individual: el álbum personal de fotos de un oficial del ejército colombiano que retrató su participación en la operación denominada Río Chiquito, que desencadenó la creación de las FARC. Algunas de esas imágenes fueron cosidas por Brodsky sobre el contorno de un mapa del Caribe. “La obra busca gritar lo que en algún momento fueron tonos bajos o silenciosos”, dice el artista.
En tanto, 1968. El fuego de las ideas es un ensayo visual sobre las luchas estudiantiles en el mundo durante aquel año, basado en imágenes de archivos de 35 ciudades de 28 países, e intervenidas con textos, crayón y acuarelas. Algo similar a lo que Brodsky realizó con el retrato grupal de su paso por el primer año del Colegio Nacional Buenos Aires, en el que marcó a sus compañeros desaparecidos durante la dictadura militar.
Anna Bella Geiger: políticas coloniales
(Madrid, KM: 10.044)
La idea de revertir las maneras de contar el mundo sobrevuela la obra de la artista Anna Bella Geiger (Río de Janeiro, 1933), figura clave del arte conceptual brasileño, quien participa de Bienalsur con su muestra retrospectiva Geografía física y humana en el espacio cultural La Casa Encendida, en Madrid.
Curada por Estrella de Diego, la exposición reúne dos temáticas fundamentales en su obra: la geografía física y la geografía humana. “Los mapas son la representación del mundo, con todas las implicaciones de control y dominio que el propio término ‘representación’ conlleva”, explica la artista, que busca aportar una mirada de género al tema.
Todo comenzó en 1975, en una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Sobre dos sencillas mesas de cocina, invitaba al público a crear con masa de hornear los mapas de Brasil y de América Latina –en plena época de dictadura–, a partir de estructuras de metal realizadas por ella.
Cada noche, llevaba esos mapas de masa a su casa, los cocinaba y regresaba con ellos al día siguiente, para que el público pudiera consumirlos. Reflexionaba así sobre las políticas coloniales, los estereotipos culturales, las exclusiones y los discursos impuestos por la hegemonía.