De no creer. Medios concentrados: concentrados en pegar
Un viaje al sur, del que acabo de volver, me puso más reflexivo. Creo que es el ámbito ideal para repensar estos tiempos que vivimos. Allí, en esa infinitud, me sentí muy pequeño y llegué a la conclusión de que acaso el gobierno de los Fernández tiene razón: medios y periodistas no estamos sabiendo apreciar su trabajo. Incluso más: somos realmente un poder concentrado, que se concentra en pegarles y pegarles; se nos ha obnubilado la mirada. Fíjense esta semana: todos titulamos, en letras catástrofe, que “se están acabando las dosis de la vacuna”, cuando bien podríamos haber puesto: “Tremendo éxito de la Sputnik”.
Imbuido de ese espíritu autocrítico, se me dio por investigar cómo presentamos las noticias; donde posaba la vista encontraba mala espina, zancadillas, tergiversación de los hechos y, mea culpa, mea culpa, hasta historias inventadas. ¿Casos de mala espina? En los últimos días se viene alertando, como si fuera el fin del mundo, que el país está cada vez más lejos de un acuerdo con el Fondo Monetario; el enfoque correcto hubiese sido decir que en el Fondo se quieren matar porque les estamos haciendo pito catalán. ¿Zancadillas? Si vivimos considerando que Alberto es un muchacho sencillo, un títere, un ave de corral, no entiendo por qué reproducimos la declaración del presidente de Ecuador, que lo elevó a la categoría de “mafioso internacional”.
¿Tergiversación de los hechos? Puf, hay 50 ejemplos. Quizá el más impresionante lo tuvimos en la cobertura del reemplazo de Losardo en el Ministerio de Justicia. El Presidente se tomó una semana para nombrar un sucesor no por ninguno de los motivos con los que se especuló –por ejemplo, que todos los abogados de Cristina ya habían sido colocados en puestos estratégicos–, sino sencillamente porque su candidato, Martín Soria, tenía un asuntillo de corrupción pendiente en los tribunales. Soria, del que en Río Negro me hablaron muy mal de puro envidiosos que son, ya tenía el nihil obstat del Instituto Patria: se lo dieron por esa fanática fe de los recién convertidos y, claro, por tener un asuntillo de corrupción pendiente en los tribunales; kirchnerista por partida doble. En trámite exprés, el jueves lo sobreseyeron y el lunes se anunció su designación; no había asumido y ya estaba le estaba imprimiendo un nuevo ritmo a la Justicia.
Otra flagrante tergiversación es informar que YPF aumentó las naftas por quinta vez en el año, y que pronto habrá dos aumentos más. ¡Cómo nos gusta a los periodistas hablar de aumentos! Se nos llena la boca, cuando tranquilamente podríamos decir que se trata de una recomposición del valor internacional del crudo, o de una reducción del déficit de la petrolera del pueblo, o de un precio más competitivo. Ayer llené el tanque y sentí que mi auto andaba mejor y que estaba ayudando a YPF a pagarle a Messi el contrato publicitario de 5 millones de dólares por año.
¿Más interpretación sesgada? “Gendarmes decomisaron $ 1,4 millones en efectivo a militantes del Movimiento Evita que iban a Luján”. El título debería haber dicho: “Retuvieron una donación de peregrinos del Movimiento Evita”.
¿Noticias inventadas? También las hay a montones. Se publicó en todos los medios que Macri había manifestado en un tuit su fuerte rechazo al ataque con piedras que sufrió Alberto Fernández en Lago Puelo, Chubut; mentira podrida: el tuit era de Cristina. Y cuando dicen que ahora Cristina está cobrando dos pensiones vitalicias, en realidad el que las cobra es Macri. Gracias a eso pudo publicar Primer tiempo, el libro que hace las delicias de grandes y chicos.
Ha llegado el momento
de que los periodistas
depongamos las armas
Anteayer se divulgó una investigación de la revista inglesa The Economist según la cual la Argentina es uno de los países más riesgosos de América Latina para hacer negocios. En una primera impresión, la noticia es horrible: estamos en el selecto club de los peores junto a Venezuela, Nicaragua, Haití, Cuba y Bolivia, y muy lejos de los mejores, entre los que están nuestros vecinos Chile y Uruguay. Pero atenti: habría que preguntarse qué prestigio tiene la revista The Economist, y si la investigación estuvo a cargo de gente que comprende el fenómeno de economías poscapitalistas. No nos vamos a rasgar las vestiduras por lo que dicen unos inglesitos incapacitados para asimilar la fresca novedad del populismo latinoamericano. Si hacer negocios en este país fuera tan complicado, que nos expliquen el impresionante éxito de emprendedores como Lázaro Báez, Cristóbal López o Nicky Caputo.
Por cierto, la inquina con que los medios informamos sobre nuestra realidad se potenció en las últimas horas a raíz de la primera cadena nacional de Alberto, anteanoche, para hablar sobre el recrudecimiento de la pandemia. “El Presidente admitió que faltan vacunas”, titulamos, casi regodeándonos, cuando podríamos haber citado una frase textual del Presidente: “Si nos encerramos un añito más en nuestras casas, bajo siete llaves, no vamos a necesitar la vacuna”; o esta otra: “No me entendieron: no eran dos dosis, sino dos metros de distancia”.
Humildemente lo digo, creo que ha llegado la hora de deponer las armas y hacer lo que yo hice: tomar distancia, buscar espacios de reflexión, analizar las cosas desde otra perspectiva.
En una palabra: rajar.