Me duelen las mezquitas
¿Importa acaso que no sea musulmán? ¿O que sea rabino? Precisamente no.
Me da la sensación de que trata de esto: de no condolerse solamente por aquello que en principio consideraríamos como propio. Para lograrlo se requiere de una serie de ejercicios a los que muchas veces no estamos habituados.
El primero de ellos es el elongamiento del "nosotros". Cuanto más abarcativo sea este pronombre, se incrementará de modo paralelo nuestro músculo ético.
En segunda instancia es menester fortalecer la red articular para incluir la convivencia permanente con otras verdades, distintas a las que sostenemos como propias.
Una rutina exitosa en este sentido no podría obviar un acelerado trote hasta una zona donde se abandone la preeminencia de lo monopólico, donde la coexistencia y el pluralismo sean una realidad antes que una utopía.
Las 50 muertes de las mezquitas de Nueva Zelanda, a pesar de la distancia geográfica, las percibimos con total cercanía. No nos resultan ajenas, no nos son indiferentes. Todo lo contrario: también estamos de duelo.
Casi al finalizar el servicio religioso de este último viernes por la noche en la sinagoga mayor de Córdoba se nos sumó a la plegaria el imán de la ciudad, y ante su "islámica" presencia recordamos a la usanza "judía" la memoria de las personas asesinadas. Y no lo hicimos más allá de las diferencias, sino justamente porque tenemos la bendición de acariciar esas diferencias y en el respeto a ellas podemos rezar y trabajar juntos -también desde esas mismas diferencias- por un mundo más cercano y más justo.
Ojalá que los heridos se recuperen pronto, que los familiares y amigos de las víctimas encuentren consuelo, que los victimarios respondan ante la justicia, y que no sepamos de más hechos de este tipo.
Necesitamos "shalom". Y eso no se logra si no buscamos activamente "salam".
El autor es Rabino