Mayo, una oportunidad para el diálogo
Aunque el Gobierno construya un relato antisistema, habita dentro de él. Podrá denostarlo peligrosamente, una y otra vez, pero se vale de sus instrumentos, utiliza su infraestructura, tiene a mano sus beneficios y disfruta de sus privilegios. Aunque no lo desee, al menos en el discurso, transita un universo alejado de las vicisitudes del común.
Su populismo de red social erosiona mecanismos y contrapesos construidos históricamente para, justamente, mantener a raya furias arbitrarias, mesianismos y demagogias. Aunque no siempre se logren contener, las instituciones los sufren. Pese a ello, se mantienen allí, alertas y agredidas, muchas veces abolladas y contraídas por las embestidas populistas. Empujones directos y de eslogan, que simplifican lo complejo, buscando enemigos, dividiendo, fracturando. Dañando para justificar un punto de vista. Confundiendo a la ciudadanía y acudiendo a la ficción convencional, siempre más sencilla que la realidad.
Un enfoque del mundo en donde lo anterior no sirvió para nada y lo nuevo reiniciará todo. De una vez por todas, porque está bien claro: el camino es uno solo. Entonces, el mundo se empequeñece, las opciones se encogen, el pensamiento desaparece convertido ahora en reel o TikTok. A la vez, los malos salen a la luz en toda su fealdad y los buenos viven un nuevo amanecer. La historia interpretada on demand.
Un conjunto de ideas que mezclan elementos de una tradición liberal que podemos rastrear desde el siglo XVIII y que es rica, profunda y humana, en su dimensión más completa, desembarcó hace un par de meses en el poder político argentino. Pero lo hizo en una versión contradictoria, esquemática, de consigna, vulgar en su enunciación y precaria en su exposición.
Incluso uno de los intelectuales argentinos más importantes del siglo XIX, Alberdi, es simplificado, convertido en hit, banalizado. Una vida intelectual que inició muy joven, en tiempos del rosismo y que atravesó muchas transformaciones, es descontextualizada. Su liberalismo, propio del siglo XIX, es muy distinto del actual, incluso de las versiones más modernas y acabadas. Además, la cosmovisión alberdiana no desdeñaba lo social y lo político. Natalio Botana lo explica de manera extraordinaria en La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo. Una lectura que requiere un tiempo más holgado que el que demora un hilo de tuits.
El tucumano creía en un Estado que debía contribuir a dinamizar las fuerzas productivas y a garantizar las libertades individuales, en un Poder Ejecutivo fuerte pero con contrapesos, en la educación pública sostenida por el erario público, en una sociedad integrada por ciudadanos ocupados en el bienestar general, no por individuos encandilados en su propio interés y ajenos al bien común. La vida social es más que un mercado, la vida individual es más que el interés propio.
El sistema ideado por Alberdi requería y requiere, más hoy, de algo esencial, crucial en cualquier sistema democrático. Un aspecto que soslaya todo populismo y del que descree, sobre todo cuando allí no se resuelve a su gusto.
Necesita de la pausa de la conversación y del tiempo que esta insume. Reclama ideas apropiadas para aplicar a la realidad, no mensajes virales para fabricar discusiones efímeras. Un sistema que necesita la tensión del diálogo y un ámbito adecuado donde llevarlo a cabo.
Una democracia, la argentina, que requiere urgentemente un lugar para sentarse a disentir y acordar. Mayo puede ser una oportunidad para ello.ß