Máximo perdió la fe
La bronca de los peronistas con el diputado crece; en privado constatan lo que todos sospechan: no quiere el default, pero siente la necesidad de diferenciarse para preservar la imagen del kirchnerismo
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Ningún dirigente del Frente de Todos se anima a cuestionar en público a Máximo Kirchner. Casi ninguno, en realidad: es probable que Luis D’Elía sea una de las pocas excepciones. “Tendría que ver el manual de su papá –recomendó el lunes el líder social en conversación con Radio con Vos–. Néstor le pagó al Fondo sin chistar 9810 millones de dólares, y lo celebraba. A mí me encantó lo que hizo La Cámpora el otro día: publicó un video en el que el discurso de Néstor casi es el discurso de Lenin. Cortaron el final, muchachos, ¡honestidad intelectual!”. Hasta ese momento, lo más furibundo que había salido del propio espacio eran objeciones del intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, por la jefatura del PJ bonaerense y el “traidores” que, sin nombrar a nadie, Mario Ishii, de José C. Paz, les dedicó a los diputados que cuestionan el acuerdo con el FMI.
La bronca de los peronistas con el exjefe del bloque es creciente, pero interna o sin identificarlo en voz alta. Hace días que no se explican casi ninguno de sus movimientos. Cada tanto, en privado, alguno le pide explicaciones, y en esas conversaciones termina de constatar lo que todos sospechan: no quiere el default, pero siente la necesidad de diferenciarse de quienes trabajaron en el memorándum para que la imagen del kirchnerismo no se desdibuje frente al electorado más fiel, aquel que él y su madre, la jefa, pretenden conservar para tiempos que proyectan desfavorables. “Vos sos injusto: sabés que otros vamos a poner el cuerpo y a pagar nosotros el costo del acuerdo”, se sinceró uno de ellos en una de estas charlas íntimas. El diputado Kirchner no se inmutó. La novedad de su estrategia no es tanto lo que muestra en la superficie como lo que en realidad permite inferir: él está convencido de que el Gobierno no tendrá éxito en el tiempo que le queda. Hay interlocutores que le han escuchado el pronóstico en persona. Como el kirchnerismo es una fuerza revestida de cierta lógica religiosa, la situación podría resumirse así: Máximo Kirchner perdió la fe. O, al revés que el Scioli de 2015, el optimismo y la esperanza.
No solo lo dice el diputado Kirchner. Acaba de consignarlo La Cámpora ayer, en el documento de 15 páginas con que explicó sus votos negativos. “La aplicación de las políticas del presente acuerdo no sólo no va a solucionar ninguno de los problemas estructurales de la economía bimonetaria argentina, los va a agravar”, dice el texto, que expone directamente a Martín Guzmán cuando compara estos tiempos y los de Néstor Kirchner en la relación con el organismo: “Claro que la situación no es la misma; el que sigue siendo el mismo es el Fondo Monetario Internacional. No concebirlo de esa manera llevó a decidir una estrategia equivocada a partir del 10 de diciembre de 2019 por parte del gabinete económico y el grupo negociador encabezado por el ministro de Economía”.
Esta proyección que comparte el segmento más ideologizado del Frente de Todos habla menos del futuro que del presente: es ahora cuando Alberto Fernández requeriría el respaldo de sus socios, y esa carencia compromete su gestión y su modo de administrar. Pero Máximo Kirchner lo analiza exactamente al revés: ¿para qué respaldar a un presidente con escasas posibilidades de resolver la crisis y, como consecuencia, garantizar un resultado electoral en 2023? La prioridad pasa a ser entonces no perder lo que se supone que se tiene. Se entiende, desde esta lógica, su renuncia a la jefatura del bloque y su voto negativo en la Cámara de Diputados. La explicación que da él en privado es similar a lo que el texto camporista augura para bajar el déficit: “Con los precios internacionales crecientes de la energía, no se va a lograr ese objetivo”. Por lo tanto, cree el diputado, habrá que renegociar el memorándum. “Todos los acuerdos se renegocian”, le objetaron cerca del Presidente. No lo convencieron.
Estos cambios en las condiciones globales anticipan además una próxima gran interna del Frente de Todos que, hasta ahora, no ha sido debidamente abordada: los que pretenden aplicar aumentos de tarifas acordes con la pretensión de atenuar los subsidios versus quienes hasta diciembre los aceptaban en no más de 20%. Guzmán versus Basualdo II, la revancha.
Lo que se decida al respecto definirá la magnitud de la discusión. Pero es imposible no augurar alzas significativas con los valores a que ha llegado, por ejemplo, el gas natural licuado, hoy arriba de los 50 dólares. Subió más de 600% en relación con el que compraba la Argentina el año pasado. Tampoco está definido qué hará el Gobierno con las facturas que les llegan a las empresas. Durante los aumentos aplicados por el gobierno de Macri, por ejemplo, las pymes fueron ámbitos de queja importantes. ¿Qué harán los empresarios si, como al 10% más rico de la población que ya anticipó el Ministerio de Economía, se les cobran también a ellos los servicios de energía al dólar libre? “Si eso pasa, dejo de importar: adelanto las vacaciones, cierro, hasta que pase el momento”, le dijeron en una gran empresa manufacturera a un consultor.
La Unión Industrial Argentina (UIA) planteó esta y otras perturbaciones el martes en su reunión de comité directivo. Alberto Calsinano, jefe del Departamento de Energía de la entidad, expuso ahí los posibles escenarios hacia adelante. Nada que no estén vislumbrando también en el resto del mundo: gas, petróleo, transporte y alimentos caros. Pero la diferencia con la Argentina es más bien retrospectiva: ahora se ve el tiempo que se perdió en Vaca Muerta. En el encuentro, los industriales evaluaron proponerle al Gobierno un plan de racionalización de energía. Es el reclamo que viene. El reverso de aquella ironía de Juan Carlos De Pablo: “Hay que aprobar el subsidio a mí”.
A pesar de la mejora en los precios para exportar materias primas, calcularon los dirigentes fabriles, no alcanzarán los dólares para importar porque crecen también los valores de los insumos. Y es muy probable que los costos terminen siendo más elevados que los ingresos. Momentos antes, en ese mismo edificio, en un almuerzo con Miguel Ángel Pesce, presidente del Banco Central, a quien invitaron para hablar de la disponibilidad de divisas, Martín Cabrales había dado un ejemplo: el café subió 70% en el último año, dijo. Y algo parecido comentaron al día siguiente en la reunión de la alimentaria Copal para el cacao. “Fletes, energía y commodities, todo subiendo al mismo tiempo: un combo difícil”, se lamentó un industrial.
Es, calcado, lo que presienten los objetores del acuerdo con el Fondo. Ese universo que D’Elía llamó esta semana “trotsko-kirchnerismo” y que, más que en Máximo, se referencia en última instancia en Cristina Kirchner. Porque ya casi nadie en el Frente de Todos cree en la autonomía del diputado. Es entendible que tampoco se atrevan a contradecirlo.