Max Gómez Canle, el gran apropiador
En Fundación Klemm. Se exhiben más de 70 obras del artista, ganador en 2014 del premio que acaba de cumplir dos décadas
Max Gómez Canle ha mantenido siempre un perfil bajo. A los cuarenta y cuatro años, es un artista exitoso en el mercado nacional e internacional. En 2014 recibió en la Fundación Klemm un premio que acaba de cumplir veinte ediciones. Allí exhibe hasta fin de mes Condición y cabeza, muestra integrada por más de setenta obras. Más de la mitad fueron prestadas por coleccionistas.
Una cuota de misterio
Pensar en claves para dialogar con la obra de Gómez Canle implica un riesgo: forzar la opacidad del conjunto para intentar revelar algo oculto, casi secreto. La cuota de misterio a la que apela el creador.
Esta serie de retratos se caracteriza porque todos los personajes tienen barba. Hombres, mujeres, niños y bebés están enmascarados por pilosidades varias, en general con forma de triángulo púbico. Esto inquieta y desestabiliza, al mismo tiempo que logra homogeneizarlos. Dejan de diferenciarse por su edad, género y clase social para ser sólo cabezas cubiertas con pelos.
Imágenes encontradas
Un conjunto, Love Paintings, es el resultado de acciones performáticas en las que pinta pelo por pelo sobre reproducciones de arte. Una posible travesura de niño, una acción vanguardista convertida en la obsesión de un pintor contemporáneo. Gómez Canle admira esas imágenes encontradas en la casa de su abuelo, en bibliotecas públicas, ferias, librerías de viejo, viajes. Acude a ellas no por culteranismo o erudición; son hitos de su transcurso como apropiador. Son su impronta, su firma del siglo XXI agregada a las del siglo XV o XVI. Estas apropiaciones de cuadros, donde se consolida el retrato como género que exalta el individuo en su máxima expresión, terminan con un borramiento. Con una tachadura que, como un boomerang, reaviva el individualismo ambiguo de este artista.
Doble juego
Otro grupo de obras son copias de obras existentes que él recoge de diapositivas, fascículos de historia del arte e Internet, y que vuelve a pintar al óleo “a la manera de”, agregando pelos. Su pincel es la prolongación de su mano y, a la vez, prolongación de pelo sobre pelo en un ida y vuelta infinito. Los fascículos y las diapositivas fueron las herramientas de transmisión de la historia del arte, sobre todo por estas tierras tan alejadas de los originales allá por los años 60. A la fruición de la copia se le agrega ese otro gesto: el de acariciar, lamer la superficie pictórica una y otra vez, durante los meses que dura la elaboración de la obra. Trabajo de adición de capas, como un Photoshop manual y artesanal. Hay en el proceso un doble juego, la apropiación, casi erótica, que sin embargo culmina en algo que ataca la sacralidad del arte.
Pintura-manifiesto
En los años 90, Gómez Canle hacía videos retro que citaban el Tetris. A principios de 2000 surge la producción pictórica en algunas obras. Se trata de una especie de pintura-manifiesto, un anticipo del futuro donde conviven interiores y exteriores, recortes de paisajes de narraciones bíblicas, figuras cubiertas de pelambres, la dualidad animal y humana, los despojos del videojuego. Lo analógico vence a lo digital, lo plástico se convierte en puro pensamiento.
Placer visual y mental
Un instrumento intelectual como es el estudio del repertorio de imágenes usado por Gómez Canle aproxima capas de sentido. En diálogo con José Emilio Burucúa, especialista en arte y cultura de la Modernidad, se descubren analogías, narraciones, formas compositivas. Burucúa halla las fuentes de inspiración: autores, iconografías, motivos. Se puede ir más allá en la búsqueda hermenéutica de todas esas relaciones; el placer es visual y mental.
Canle propone un discurso sobre cierta condición de la sexualidad sin recurrir al tema de género. Composiciones que estaban de moda, como El viejo y la joven o la cortesana Bella Gatta, soslayan el tema del amor comprado. Lucrecia es una aristócrata romana que se suicida después de haber sido violada, un hecho que cambia la historia política de Roma Antigua. Catalina fue una monja católica que huyó del convento para terminar casándose con el jefe de la Reforma en Alemania, Martin Lutero. Sus acciones determinan una política revolucionaria respecto del celibato.
Mediatización
Gómez Canle navega por iconografías más transitadas pero les da su toque personal. Al seleccionar a San Sebastián, ícono de la cultura gay contemporánea; elige el más amanerado de las versiones de Mantegna. La Mona Lisa barbada es otra figura emblemática: el artista está menos interesado en el gesto Dadá del irreverente bigote que en el título duchampiano del Ready Made. El nombre de la obra de Duchamp es L.H.O.O.Q., homófono en francés de la frase “Elle a chaud au cul” (“Ella tiene el culo caliente”). Este recorte revisita, 500 años después, un discurso sobre la individualidad nacida en el Renacimiento. Mediatización de la mediatización: la foto, la mano, el libro, los pelos.
Eterno retorno
Gómez Canle está apasionado por el tema del uroboros, la serpiente que se muerde la cola, citado varias veces. Puede interpretarse como el Eterno Retorno, siempre asociado con la escala de colores.
Existe una dualidad en la lectura del cuadro titulado Sofonisba con collar. Su nombre se refiere a la reina cartaginesa que aceptó la muerte antes de ser rehén de los romanos, o a Sofonisba Anguissola, la primera pintora exitosa del Renacimiento que abrió el camino a muchas mujeres que habían sido marginadas de la Academia artística en España e Italia.
En forma metafórica, el tropo aparece en un espeluznante dibujo de una calavera con pelos. El motivo del memento mori (“recuerda que vas a morir”) no se refiere a nuestra condición de mortales; alude a que dientes y pelos siguen creciendo post mortem, con pulsión de vida propia. Lo que estaba vivo está muerto, y lo que estaba muerto está vivo.
En esta colisión de tiempos, en ese choque de imágenes que Gómez Canle revisita y violenta, algo oscuro se ilumina. Con un halo opaco pero no por eso menos contundente. La pesquisa apenas ha comenzado