Massita, enojadísimo con la diosa Fortuna
Voy a empezar con una primicia, y desde ya advierto a otros medios y a las redes que cuando se hagan eco de ella deben consignar la fuente; odio que copien y peguen sin citarme, con el esfuerzo que me costó conseguir esta información. Massita, un hombre de fe –desde muy chico profesa el massismo–, acaba de presentarse ante la Divina Providencia en tono de reclamo; en realidad no tuvo que presentarse porque allí lo conocen bien. En un alto de su frenético despliegue hizo saber a esa instancia suprema que la concatenación de sucesos adversos de los últimos días no puede ser otra cosa que una campaña orquestada desde el más allá para frustrar su llegada a la presidencia. Puso énfasis sobre todo en que haya salido a la luz ahora, dos semanas antes de la segunda vuelta, el escándalo de la red de espionaje kirchnerista. “¿Por qué tuvo que ser en este momento, eh?”, protestó. En un extraño planteo, Massita casi que acusó a los cielos de estar haciendo cosas propias de los infiernos.
Cinco fuentes independientes entre sí revelaron a De no creer el tenor de la respuesta que recibió el candidato. Primero. Calma: en el conurbano, fuente y razón del voto peronista, la historia de los espías al servicio de La Cámpora no está concitando un gran interés; como que en los sectores más vulnerables de ese territorio la atención no está puesta en teléfonos hackeados, sino en el precio de la papa; sí, la papa, que estaba en 89 pesos el kilo en agosto del año pasado, cuando asumió Massita para salvarnos de Batakis, y hoy está en 899 pesos, un aumento del 910% (certero e impiadoso el relevamiento de Néstor Scibona). Segundo. Muchas veces las picardías de los políticos, como los 100.000 dólares invertidos por Insaurralde para conquistar el corazón de Sofi Clerici, tienen un efecto sorprendente en el electorado: la gente terminó agradeciendo la difusión de fotos y videos porque le permitió darse una vueltita por el Mediterráneo. Tercero. No hay que hacerse la cabeza con conspiraciones urdidas desde el más allá, sino reparar en el más acá. “Sergio Tomás –amonestó la voz celestial–, esto te pasa por no haber echado a los ñoquis de La Cámpora”.
El “espionajegate” que tanto inquieta a Massita no deja de ser una saga tipo James Bond, solo que el lugar de Sean Connery, Roger Moore o Pierce Brosnan acá lo ocupó Ariel Zanchetta, un expolicía que se hacía pasar por periodista y en realidad era un tremendo buchón al servicio de los pibes y las pibas para la liberación. La cosa se vuelve más interesante si ponemos el ojo en el staff completo de esta asociación ilícita con organigrama de pyme: Zanchetta era el jefe de Provisión de Insumos; gerente de Operaciones, el camporista Fabián “Conu” Rodríguez, al mismo tiempo alto funcionario de la AFIP; director ejecutivo, el diputado Rodolfo Tailhade, factótum de la Comisión de Juicio Político a la Corte Suprema; vicepresidente, Máximo Kirchner, y presidenta, mamá Cristina. Del topo Zanchetta hasta la terminal Cristina había solo dos instancias (Máximo era considerado una célula dormida), lo cual garantizaba un rapidísimo flujo de la mercadería. Por ejemplo, si el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, le mandaba un whatsapp a su mujer, primero lo leía Cristina.
Se sabe que los espiados eran cientos: jueces, funcionarios, dirigentes políticos, periodistas… Me dicen que yo no estoy en la lista: un bajón. Pero sí estaba Massita: le grabaron decenas de conversaciones, le hackearon el mail y llenaron de micrófonos su despacho. Tailhade pasó días enteros revisando ese material. Cuando estuvo seguro de la catadura del personaje, llamó a Cris: “Tranqui, es uno de los nuestros”.
Otra incómoda novedad en el tramo final de la campaña fue la destitución del juez federal Walter Bento, de Mendoza, kirchnerista por adopción y por costumbres. En los tribunales era conocido como “Bento a favor”, por su propensión a viajar y a favorecer en los fallos a narcos y contrabandistas. Había sido designado por Néstor, siempre infalible en sus castings. En una década sumó más de 200 viajes de lujo y placer a Estados Unidos. Ni Insaurralde acumula ese millaje. Cristinistas como Wado de Pedro y Anabel Fernández Sagasti, escuderos de Bento durante años, dicen que les resultó muy cuesta arriba defenderlo. Nunca estaba.
Es un hecho que en el debate de mañana Milei, incluso en su actual modo zen, sacará a relucir los trapos sucios. Massita espera ironías como esta: “Che, para más detalles sobre la asociación ilícita hablá con Rossi, tu compañero de fórmula, que hasta hace tres meses era el jefe de Zanchetta”. Puede refregarle en la cara lo de Bento, pero más haber protegido a Scapolan, el tenebroso fiscal destituido en abril por trabajar para una banda de policías y abogados que extorsionaba a narcos.
Massita siempre tiene respuesta para todo. Imagino que, sin perder la calma y mirando hacia las alturas, dirá: “Señor, perdónalo, no sabe lo que dice”.ß