¿Massa o Milei? La disyuntiva de 9 millones de votantes que definirán el balotaje
Los dos candidatos presidenciales buscan correrse hacia el centro, conscientes de que podría ganar quien provoque menos miedo en el electorado no alineado detrás de ninguno de ellos
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Un fiel funcionario de Horacio Rodríguez Larreta no oculta cierta incomodidad cuando este periodista le pregunta a quién piensa votar el 19 de noviembre. “Es muy difícil elegir entre un desquiciado y un corrupto”, sorprende con su respuesta.
Los dos candidatos que se medirán en el balotaje saben que entre el tercio de los votantes que en las elecciones generales del 22 de octubre se inclinó por terceras fuerzas pueden prevalecer disyuntivas parecidas a las que exhibió aquel funcionario. Tal vez por eso estén inmersos en una campaña donde cada uno no intentará persuadir a ese electorado de que es el mejor postulante, sino de que es el menos malo.
No pocos analistas consideran que, en definitiva, ganará las elecciones quien sea capaz de despertar menos miedo entre los electores cuyo voto será definitorio. De ahí que la estrategia de los dos candidatos presidenciales que se enfrentarán en el balotaje pase por su corrimiento hacia el centro.
Sergio Massa podría aferrarse a la idea de que, finalmente, prevalecerá el criterio de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Javier Milei, en cambio, podría esperanzarse en que los votantes independientes le concederán finalmente el beneficio de la duda y le darán la oportunidad a quien nunca gobernó hasta ahora.
El candidato de Unión por la Patria apuesta a su promesa de que, si gana, convocará a un gobierno de unidad nacional. Quienes desconfíen de él verán en ese llamado el encubrimiento de un intento por cooptar dirigentes opositores, a la manera de lo que intentó llevar a la práctica Néstor Kirchner durante su presidencia con el proyecto de transversalidad, que sumó radicales K a su gobierno. Massa ya dio alguna señal de esto, cuando durante una reciente entrevista en LN+ sugirió que la presidencia de la Cámara de Diputados podría llegar a recaer en dirigentes capaces de construir nuevas mayorías, como Emilio Monzó o Miguel Ángel Pichetto.
Milei, por su lado, busca legitimar su espacio político y ofrecer garantías de gobernabilidad a través del llamado acuerdo de Acassuso, que selló con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Un pacto electoral que algunos podrán ver como la llegada para el líder de La Libertad Avanza de un garante, tutor o eventual nuevo jefe de campaña (Macri), que podría llevar a cabo un intento de domesticar al león.
Hasta la campaña proselitista previa a los comicios generales de octubre, el principal factor de unidad de Juntos por el Cambio fue fundamentalmente la oposición a la tendencia al hegemonismo kirchnerista. Tal bandera no le alcanzó siquiera para llegar al balotaje. Sin embargo, tras su acuerdo con el macrismo, Milei ha hecho propia la consigna sobre la necesidad de “terminar con el kirchnerismo”. La pregunta que muchos se hacen es qué tan efectiva puede resultar esa bandera con el corrimiento estratégico de Cristina Kirchner del escenario electoral.
Massa viene logrando el milagro de no ser percibido como kirchnerista por no pocos votantes. No obstante, en los últimos días exhibió rasgos propios del kirchnerismo. Su reacción ante María Laura Santillán, tildando de “chicana” la pregunta que le formuló la periodista de LN+ acerca de si era kirchnerista desnudó una intolerancia que fue y es propia de ese sector, al que el candidato oficialista asegura no pertenecer.
La amenaza del candidato y ministro de Economía de no dejar salir un solo barco con petróleo del país si no se solucionaba el problema de abastecimiento de combustible también fue muy propia del estilo de Néstor Kirchner, quien allá por 2005 instó a los argentinos a no comprarle ni una lata de aceite a la trasnacional Shell. A semejanza de Kirchner, Massa marcó días atrás con nombre y apellido a algunas empresas a las que responsabilizó por el faltante de naftas: mencionó a Tecpetrol y a Vista.
Pero, en su afán por no espantar a quienes no lo votaron y cuyo voto busca, la coalición oficialista borró de la campaña a Cristina Kirchner y a Alberto Fernández.
El corrimiento hacia el centro en busca del apoyo de los votantes de Juntos por el Cambio y de Juan Schiaretti puede parecer algo más natural en Massa que en Milei, por cuanto el postulante del oficialismo ya venía deskirchnerizándose tanto en palabras como en gestos. Lo completó en las últimas horas, cuando reiteró, que no es kirchnerista, sino del Frente Renovador, estructura política adherida a la coalición Unión por la Patria.
En Milei, esa búsqueda del centro ideológico podría complicarse por su propio perfil y por todo lo que significa haber pasado de ser un candidato anticasta a ser un candidato antikirchnerista que reivindica a quien hasta no hace mucho tildó de “terrorista”, “montonera” y “asesina” . Su giro es mucho más brusco y riesgoso.
Si bien hay coincidencias entre quienes hacen encuestas en que la gran mayoría de los votantes de Juntos por el Cambio son más antikirchneristas que antimileístas, Milei también afronta un nuevo riesgo: que pueda perder votantes propios, mayormente de origen peronista y del segmento socioeconómico bajo y medio bajo, por su acercamiento a Macri. Esa porción del electorado que lo apoyó en las PASO y en la primera vuelta electoral puede querer al Milei que pretendía romper todo, mas no necesariamente al que se abrazó con Macri y Patricia Bullrich.
Otra manera en que el electorado independiente puede resolver a quién votar partiría de plantear cuánto compromiso hay con las reformas económicas indispensables y cuánta capacidad real hay para llevar a cabo esas reformas.
Es frente a este interrogante cuando surgen las mayores dudas. Puede dudarse sobre el compromiso de Massa para ejecutar esas políticas, aunque parecen escasas las probabilidades de que afronte problemas de gobernabilidad; sobre todo, luego de que su gestión no sufriera ni un solo paro general, pese a ser el ministro que llevó la inflación interanual a casi el 140%.
Del mismo modo, en Milei sobra vocación para encarar las reformas estructurales, pero hay demasiadas dudas sobre su poder real para aprobar esas reformas y sobre su fortaleza política para sostener la gobernabilidad y evitar conflictos sociales. “La duda no es cuánto sabe Milei de economía, sino cuánto sabe de política”, reflexionó el director de la consultora Poliarquía, Alejandro Catterberg.
Sobre la base de algunos de estos parámetros y de muchos otros más, podrán repartirse entre Massa, Milei y el voto en blanco los aproximadamente 9,3 millones de votantes que en la primera vuelta apoyaron a Patricia Bullrich (casi 6,3 millones), a Schiaretti (casi 1,8 millones) y a Myriam Bregman (700.000), sumados a los más de 500.000 que sufragaron en blanco, en una elección que, hasta ahora, las encuestas señalan como parejas.